El diario plural del Zulia

El buen gobierno, por Ramón Guillermo Aveledo

Asisto invitado por CDO Venezuela a un foro sobre el bien común en la plaza de los Palos Grandes, uno de los contados espacios públicos abiertos y relativamente seguros de nuestra gran ciudad. Con su promoción se han expuesto reproducciones de los frescos de Ambrogio Lorenzetti en el Palacio Público de Siena, la bella ciudad toscana. A diferencia del tema religioso predominante en el arte medieval, tratan de la vida civil. Son alegorías del buen y el mal gobierno, y de los efectos del buen gobierno en la ciudad y el Estado.

Con colores vivos, naturalismo y sentimiento, contrastan en la obra de Lorenzetti el buen gobierno, caracterizado por la paz, la justicia, la seguridad, la alegría y la prosperidad, y el mal gobierno, asociado a la tiranía, la avaricia, la soberbia, la vanidad, y que trae como consecuencia la disputa y como secuela la destrucción de la ciudad. No se trata, pues, de una exhibición artística más, sino de un oportuno llamado a la reflexión cívica, porque muestra hechos y de ende valores.

La convivencia social armónica es la razón de ser de la autoridad política y, por lo mismo, el deber específico del Gobierno. El bien común es el conjunto de condiciones de vida que hacen posible a las personas, el logro más pleno y más fácil de su realización integral. Por integral se entiende que es de toda la persona, en su múltiple dimensión moral, intelectual, cultural, social, económica. Y de todas las personas. Sin divisiones, sin exclusiones, sin discriminaciones. El bien común no excluye ni se superpone a los bienes personales, familiares y asociativos sino, al contrario, es su garantía.

La situación venezolana dista mucho del bien común del cual el Estado ha de ser gerente y garante. La inflación más alta del mundo, causada por el gasto desordenado, el dinero inorgánico que traen más demanda y las políticas públicas que disminuyen la oferta, tienen letales consecuencias para consumidores, ahorristas, productores de la ciudad y el campo, e incluso en la propia gestión pública. La relación entre educación y escolaridad es alarmante. La violencia delictiva fruto del desorden, la impunidad, la insuficiencia o la corrupción policial. Todo nos coloca obviamente en la “Alegoría del mal gobierno” del mural sienés. Sea oportuno recordar a León XIII: “Entre los deberes, ni pocos ni leves, de los gobernantes que velan por el bien del pueblo, se destaca entre los primeros defender por igual a todas las clases sociales”.

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