El diario plural del Zulia

Billy Gasca // Menos palabras, más gestión

Seguramente ya estamos convencidos que el cambio de época en el que vivimos y desarrollamos nuestras actividades seculares y materiales no es el mismo desde hace una década y muy especialmente, después de los estragos que ha producido la pandemia del COVID-19. Los paradigmas tradicionales en el orden social, político, económico y cultural son diferentes, al punto que muchos, aún, no hemos llegado a comprender.

La aparición en el mundo de movimientos sociales que defienden sectores de la población en minusvalía, tales como: mujeres, niños, orientación sexual, adultos mayores, entre otros, ha motivado a los gobiernos de países desarrollados a implementar un conjunto de políticas públicas y reformas legislativas para equilibrar la atención en los servicios públicos a estos sectores históricamente vulnerables. Finlandia, Suecia, España, Reino Unido, Japón, Corea del Sur, los países bajos, representan algunos ejemplos que van en esa dirección.

En América Latina estamos en deuda con gran parte de nuestra población. Los desafíos a los que los gobiernos se enfrentan impulsan a mejorar significativamente los niveles de calidad de vida de sus ciudadanos, y si bien es cierto que muchos países de nuestro continente han logrado recuperarse luego de la pandemia en términos de métricas convencionales, estas mejoras no se traducen claramente en  mejoras económicas en los distintos ámbitos de la vida de las personas.

El concepto de calidad de vida es variado según los distintos enfoques que utilicemos para su análisis, materialista, filosófico, normativo, y otros de suma importancia, empero, este concepto se ha convertido en el eje de la investigación del campo de las ciencias socialese incluye componentes tan variados como el modo de vida, entendido como toda actividad socializada, sistemática y necesaria que vincula al individuo con la producción; el nivel de vida, que se refiere sólo a los aspectos económicos y materiales; las condiciones de vida, que abarca los contextos sociales y de actividad en la vida de las personas; y el estilo de vida, como la expresión social a través de la actividad individual de la personalidad. Como colofón, a estas definiciones se ha incorporado un concepto novedoso, el término sentido de vida, como una dimensión trascendente de las personas, que hace que su percepción subjetiva de vivir les permita descubrir que su vida vale la pena.

En Venezuela la deuda es mucho mayor. La calidad de vida en nuestro país la podemos analizar en términos relativos. No podemos ocultar los grandes esfuerzos que desde el gobierno nacional se han realizado para mejorar la situación económica y social de la mayor parte de la población, pero el conjunto de necesidades acumuladas en sectores desvalidos requiere un esfuerzo mucho mayor. La aparición de la pandemia golpeó el bolsillo de muchas familias que debieron destinar sus ingresos mermados a la atención sanitaria de la enfermedad y a la adquisición de medicamentos para su recuperación, y en muchos casos para despedir a sus familiares más cercanos que no pudieron ganarle la batalla a SARS/ COVID.

En la actualidad, superada en gran medida la crisis pandémica la población clama y exige una mejora continua en la calidad de los servicios públicos vitales para el desenvolvimiento cotidiano de sus tareas fundamentales. Agua potable, asistencia sanitaria, energía eléctrica, transporte, educación de calidad en todos los niveles,  y seguridad son, básicamente, las áreas donde el ciudadano aspira se concentren los esfuerzos de la inversión pública para sentir que hemos avanzado en la lucha contra la pobreza, y ello requiere, además de destinar los recursos financieros y económicos necesarios a esas áreas, promover en la dirección de esos órganos y entes a los mejores hombres y mujeres comprometidos con la solución de esos problemas fundamentales, sin demagogia, sin pactos de hermandad ni confluencia de intereses. Lo que se necesita es colocar al mejor talento humano con herramientas de trabajo a solucionar problemas de forma eficiente y eficaz, sin discursos, sin un despliegue de cámaras y micrófonos, de lo que se trata es de hablar menos y hacer más.

Billy Gasca

Abogado

Docente Universitario

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