El diario plural del Zulia

Antonio Urdaneta // Grietas letales

A menudo los medios de comunicación, bien a través de los  espacios noticiosos o de los artículos de opinión de sus  colaboradores, nutren su labor informativa con los comentarios  que genera la crisis multidimensional que ha reducido la influencia  que han ejercido los partidos políticos en el acontecer nacional.  Unas voces se levantan preocupadas por esa debilidad creciente  que acusa lo que queda de democracia en Venezuela; otras, para  hacer cuanto ruido puedan en función de que las organizaciones  partidistas sucumban definitivamente. Sin embargo, la sordera de  la clase política alcanza el techo de la cronicidad. Mientras esto  ocurre, los agrietamientos intrapartidistas ganan terreno y la  frustración de militantes y dirigentes de base, surte efectos de  letalidad. 

En lo que a mi análisis se refiere, centro mi atención en esas  profundas grietas que se observan en las estructuras y  funcionamiento de las organizaciones partidistas nacionales. Esta  vez los destinatarios del mensaje son los militantes de todos los  partidos; son ellos los únicos que pueden ejercer sus derechos  democráticos internos, a objeto de que eleven el tono de su  preocupación hasta el vértice de la pirámide direccional de sus  respectivas toldas partidistas. Si presionan como debería ser,  mediante los mecanismos de participación democrática que,  legalmente, están contenidos en los estatutos de cada  organización política, es mucho lo que se puede avanzar. ¡Es hora  de que los militantes de los partidos ejerzan su poder y lo hagan  valer! 

Al efecto, tanto para las bases militantes como para todos los  niveles de dirección, emito más opinión sobre dicho asunto,  enumerando algunas de esas grietas que amenazan con demoler el edificio político venezolano. 1) Evidente descuido o abandono de  las organizaciones de base, por parte de los entes directivos  correspondientes. 2) Ausencia de debates constructivos y con  resultados tangibles, en función de la toma de decisiones, en cada  nivel directivo y asambleas de base, aunque estas últimas pasaron  de moda. 3) Sustitución del trabajo organizativo sistemático y los  espacios de participación en la dinámica interpartidista, mediante  la aplicación de prácticas cuartelarias, expresadas éstas en la  acción ejecutiva (mandar) y su efecto pasivo (obedecer). 4)  Abusivo centralismo vertical por parte de los dirigentes de mayor  jerarquía, en detrimento de las opiniones, a veces más acertadas,  que puedan aportar los líderes de menor rango. 5) Insuficiente e  inadecuada conexión con el pueblo, en cuanto a las necesidades y  aspiraciones de las comunidades. 6) Incapacidad manifiesta para  unificar y orientar, en la dirección que más conviene a la nación,  los criterios coincidentes de todos los partidos políticos y de otras  organizaciones sociales, en función de hacer frente a la grave y  creciente crisis que mantiene a Venezuela en la cola del  continente, cada día más pobre y más subdesarrollada. 7) División  del pensamiento democrático venezolano, puesto que hoy este  pensamiento está disperso en decenas de “partiditos”, lo cual hace casi imposible la unidad que el país requiere. En la mayor parte del  mundo democrático, generalmente los ciudadanos se agrupan  ideológicamente; por esto sus partidos son pocos, pero cada uno  de ellos constituye una respetable e importante expresión del  poder nacional. 

Urge meterle el hombro a los fundamentos medulares de la  democracia, si pretendemos sacar a Venezuela del sótano donde  se encuentra hoy.  

  

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