El diario plural del Zulia

Antonio Urdaneta Aguirre // Unidad juvenil: Una solución

Decir que la dirigencia política tradicional de Venezuela perdió la brújula, en cuanto a la compleja crisis que atraviesa el país, es llover sobre mojado. Somos muchos quienes hemos levantado la voz para denunciar la magnitud de la tragedia; también abundan los planteamientos con respecto a las soluciones posibles. Sin embargo, los oídos del actual liderazgo, tanto de la oposición como del gobierno, cada día lucen más sordos; lo peor de todo es que tampoco ven, ni palpan, ni sienten.

Ya casi nadie cree en la palabra de las cúpulas políticas de ambos bandos; quizás por eso unos cuantos analistas de la situación han llegado al extremo del pesimismo, percepción que grafican como signos gruesos, al afirmar que la profundidad de la tragedia hay que buscarla en la falta de credibilidad en la que han caído los líderes de mayor peso actual, en los partidos políticos. Si tales criterios son acertados, entonces los cambios tienen que producirse primero en la dirección de las organizaciones partidistas.

Cerrada definitivamente esa puerta, como parece suceder, lo único que quedaría como fundamento a la hora de opinar, serían las especulaciones sobre algunas premisas todavía ubicadas en los escenarios de las dificultades políticas. Se trata de algunas posibilidades, o quizás a las que se les ha dado poca importancia, en comparación con el tamaño de la tragedia. También puede ocurrir que el horizonte que hemos avistado hasta ahora es demasiado cercano, donde todavía sólo alcanzamos a ver el atavismo político que hoy parece predominar.

Visto tal asunto desde una perspectiva apocalíptica, como apuntan tantos expertos en el quehacer político venezolano, vale la pena recurrir a un supuesto más negado que positivo, si se toma en cuenta que también opera en contra la conducta generalizada que se observa en una dirigencia que actúa de espaldas al sentimiento nacional. A estas alturas hasta se corre el riesgo de ganarse el calificativo de extravagante o desfasado, atreverse a proponer soluciones que dependen, en buena parte, de un proceso milagroso. De todas maneras, las crisis traen consigo una tabla de salvación que, casi siempre, vemos al final del túnel.

En todo caso, una osadía más cerca de la utopía que de la realidad, es la única que está a la mano. Por lo tanto habría que empezar con una interrogante: ¿Qué pasaría en Venezuela, si los movimientos juveniles de todas las tendencias políticas e ideológicas, decidieran unirse y asumir el protagonismo que se requiere para enfrentar exitosamente la titánica tarea de salvar lo que aún queda de independencia, libertad y democracia? Talento e ideas frescas abundan en los jóvenes menores de 30 años, en todos los partidos políticos y en los sectores independientes, para emprender esa patriótica cruzada. ¡Dios quiera que insurja el poder y la unidad juvenil!

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