El diario plural del Zulia

Antonio Ledezma | ¡Una como Cayetana!

“La política es una disciplina que entusiasma, por eso, cuando te atrapa, difícilmente te podrás librar de esa pasión”. Así me lo advirtió una vez el expresidente Carlos Andrés Pérez, en una de esas tantas giras por los pueblos de Venezuela, en las que tuve el placer de acompañarlo cuando hacíamos campaña con la finalidad de que él volviera a ocupar la Presidencia de la República de Venezuela. Para quien fuera dos veces Primer Magistrado Nacional, la política era una efusión que enciende un frenesí que desborda la tranquilidad, en la que se quedan muchos que se resisten a incursionar en estas lides.

Una de las trincheras desde donde es posible ejercer esa actividad, son los partidos políticos, instituciones que no escapan del vapuleo y forcejeo en ese “toma y dame” en el que muchas veces se debilitan, mutuamente, las fuerzas que pugnan por el favoritismo de los ciudadanos que pretenden liderar. Por eso, y mucho más, es que para ejercer esa disciplina es menester poseer condiciones de diferentes índoles, además de la indispensable vocación política. Otro viejo líder venezolano, Gonzalo Barrios, llegó a exclamar que “la política no es trabajo, pero cansa”. Le salía al paso a la conseja, según la cual, el desempeño de esa actividad equivale a una zona de confort para los que fungen de dirigentes partidistas. La verdad es que para quienes nos metemos en estas contiendas, lo hacemos conscientes de que esto implica trabajar a tiempo completo, incluidos días feriados y fines de semana, así como tener disposición a escuchar a la gente que te aborda, que te pregunta sobre esto o sobre aquello y, muy especialmente, a estar preparado para el escrutinio de la ciudadanía al que estarás expuesto inexcusablemente.

Cayetana Álvarez de Toledo, es una de esas activistas que incursionan en la política con una llamativa y contagiosa fogosidad. Con su trabajo incesante se ha ganado posiciones relevantes dentro del Partido Popular, tolda que escogió para llevar adelante su probada vocación de servicio público. Es una mujer inteligente, con formación académica (Doctora en Historia de la Universidad de Oxford), evidentemente una “come libros”, que está al día en los más variados temas, con criterio para fijar posiciones a la hora de asumir una tendencia o terciar en un debate como vocera de la fracción parlamentaria de la que forma parte en el Congreso de Diputados de España. Es, sin lugar a dudas, una de esas dirigentes que cualquier partido político desearía tener entre sus filas.

Por su destacada trayectoria, Cayetana Álvarez de Toledo, es invitada a diferentes foros de rango internacional. Su capacidad de oratoria, la manera fascinante como hila sus discursos, el contenido y fundamentación de los mismos, sea cual sea la temática, la han convertido en una figura política muy solicitada. Por eso recientemente acudió a México en donde pronunció unas palabras que molestaron al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no tardó en lanzar denuestos contra la brillante parlamentaria española, que simplemente se inspiró en uno de los dichos glorificados por el mismísimo López Obrador, cuando exalta su consigna de “Abrazos, no balazos”, una fórmula parecida a las Zonas de Paz que Maduro estableció en Venezuela, para entenderse con las bandas hamponiles. Pero la finura con que Cayetana describía al “México lindo y querido”, definiéndolo como “el país formidable, como la nación admirable, esta potencia económica y cultural impresionante, está siendo tomado por el crimen organizado, por la complacencia de quienes debieran defenderlo. ¿'Abrazos, no balazos’, o más bien abrazos a los que dan balazos? El eslogan es bonito, pero el resultado es catastrófico para la democracia y sobre todo para los jóvenes. [...] Esto no es responsabilidad solo de los criminales, también lo es, y principalmente, de quienes diseñan y aplican las políticas de seguridad”. Esas frases desataron la ira del mandatario mexicano, quien sacó de la chistera la manida acusación de “ultraderechista” para pretender desvanecer o eclipsar los argumentos bien razonados de Cayetana Álvarez de Toledo.

Pero resulta y acontece que desde otro ángulo ideológico también se cuestionó el accionar del gobierno de AMLO. Así tenemos que la Internacional Socialista, en donde se dan cita agrupaciones partidistas de izquierda y que hoy en día lidera el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, divulgó una resolución en la que manifiestan “su preocupación por el clima de violencia en México y advierte de que el crimen organizado pone en peligro la integridad del proceso electoral”. O sea que, partiendo de estas señales, pareciera que no está lejos de la realidad ni de la verdad la satanizada parlamentaria hispanoamericana.

Lo que llama poderosamente la atención es que el presidente de México disponga de tiempo para criticar y fustigar a una mujer que se ha consagrado a defender los derechos humanos, más allá de las parcelas ideológicas repartidas entre derechas o izquierdas, mientras condecora al dictador de Cuba, Miguel Díaz-Canel, con la orden mexicana del Águila Azteca, la más alta condecoración a un Jefe de Estado extranjero.

Tampoco ha dedicado unos segundos de sus comparecencias mañaneras para fustigar los desmanes de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y Rosario Murillo, su esposa y vicepresidenta, que han sido acusados de cometer violaciones graves a los derechos de la población, equiparables con delitos de lesa humanidad, en conjunto con las autoridades de la Policía Nacional y otras entidades estatales. Conclusión que fue realizada por un grupo de expertos en derechos humanos de la ONU, responsables de investigar y recolectar evidencia sobre la situación que se vive actualmente en Nicaragua a partir de las manifestaciones de los ciudadanos de 2018. El mismo silencio guarda para no cuestionar los descalabros que perpetra en Venezuela su socio foropaolista, Nicolás Maduro.

Mientras tanto, Cayetana Álvarez de Toledo, no cesa en poner al servicio de esas causas nobles, sus palabras y sus esfuerzos para que el bien termine imponiéndose al mal.

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