El diario plural del Zulia

Antonio Ledezma | Asesinatos de las dictaduras

El cruel asesinato de Alexis Navalni, perpetrado por la dictadura de Vladimir Putin, no debe representar una sorpresa para la consternada comunidad internacional. En sus más de dos décadas de régimen opresor, son muchos los crímenes ejecutados por las fuerzas represivas que le sirven al todopoderoso tirano a cargo de jefaturar el Kremlin. La lista de los seres humanos liquidados, con distintos métodos y motivaciones políticas, es amplia, tal como consta en los mas variados reportajes divulgados por agencias de noticias internacionales en las que se dan cuenta de los ultrajes que han tenido como mártir a líderes políticos, defensores de los derechos humanos y periodistas.

Cualquier investigador o, simplemente, un ciudadano curioso de saber cómo han transcurrido esos actos terroríficos, pueden navegar en las redes sociales y podrán verificar todo cuanto voy a comentar en esta necrología. Por ejemplo, en nota emitida por la agencia de noticias Efe, de fecha 16 de febrero del año en curso, se encuentra una relación de todas esas fechorías. Una de ellas, la consumada contra la célebre comunicadora social Anna Politkóvskaya, asesinada a manos de una célula de chechenos a las puertas de su residencia el día 7 de octubre de 2006. Otra periodista, Anastasia Babúrova, corrió con la misma mala suerte al ser ultimada en enero de 2009. Esta destacada reportera, que trabajaba para el periódico disidente de Putin, Nóvaya Gazeta, murió junto con el abogado Stanislav Markélov, pagando con sus vidas el precio por defender a las víctimas de violaciones de los derechos humanos, consumados por los núcleos neonazis rusos. Posteriormente, en el mes de julio, Natalia Estemírova, corresponsal de prensa, colega de Anastasia Babúrova, fue encontrada muerta en la cuneta de una carretera en la república norcaucásica de Ingushetia. La tiranía de Putin no le perdonó a Natalia Estemírova su empeño en indagar sobre las ejecuciones sumarias y las torturas que le infligían a ciudadanos en el Cáucaso.

Años atrás, en febrero de 2015, Boris Nemtsov, un reconocido líder opositor que había destapado un escándalo de corruptelas en torno a los recursos financieros distraídos en la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, en el año 2014 , fue ejecutado en las adyacencias de las murallas del Kremlin, representando un asesinato que conmovió a la opinión pública en toda Rusia y desató un sinnúmero de reproches en el ámbito internacional.

En Nicaragua también se desarrollan esos métodos rusos que terminan silenciando con la muerte a los opositores. Así tenemos que, Ernesto Jarquín, un sobresaliente líder opositor a la dupla Ortega-Murillo, fue inicialmente detenido por participar en las jornadas de repulsa popular del mes de abril de 2018, liberado un año después para ser abatido de cinco disparos, en plena vía pública, en la localidad de Mulukukú. Otras víctimas de ese inclemente dúo dictatorial, fueron los presos políticos Eddy Montes, liquidado en un tiroteo dentro de la prisión, mientras que al general retirado, Hugo Torres, lo mató la dejadez del régimen, ya que en sus días postreros, entre los calabozos de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote, y el centro hospitalario Carlos Roberto Huembes, de la Policía Nacional, donde fue trasladado después de varios meses de sufrir un deterioro en su salud, expirando a mitad de diciembre de 2021.

Inevitable no recordar que, en el transcurso del año 2018, no menos de 328 nicaragüenses fallecieron en medio de los despiadados procedimientos represivos ordenados por los dictadores de ese país, cifras confirmadas y actualizadas gracias al seguimiento que hicieron, la Comisión Interamericana de Derecho Humanos (CIDH) y ONGs de Nicaragua, que  enumeraron 684 asesinatos hasta 2020.

 En Cuba, la tiranía castrista tiene su lista mortuoria. No citaré en esta crónica los nombres de centenares de seres humanos fusilados, me limitaré a citar a algunas personas que lucharon contra esa satrapía, con coraje y pundonor, arriesgando sus vidas, como Orlando Zapata Tamayo, asesinado en cautividad debido a una huelga de hambre, mientras le daban orine a beber, fue ultrajado terriblemente. Laura Pollán, la creadora y líder de las Damas de Blanco, asesinada por envenenamiento. Oswaldo Payá Sardiñas, líder del Proyecto Varela, asesinado chocándolo en carretera, de la que salió vivo, pero luego lo mataron en el hospital donde fue llevado. Willman Villar Mendoza, preso político de la UNPACU, muy joven, que se puso en huelga de hambre y a los 15 días cogió neumonía y le tuvieron 7 semanas sin asistencia médica, hasta que murió en cuanto lo sacaron para el hospital; falleció de neumonía, no de la huelga de hambre. Orlando Zapata Tamayo, un joven albañil encarcelado durante la Primavera Negra del 2003, fue víctima de una ejecución extrajudicial cuando la policía política, en componenda con carceleros de la prisión de Kilo 8, le privaron de agua por 18 días durante una huelga de hambre. Así se lo contó a su madre Reina Loyda Tamayo, en el hospital Amalia Simoni de Camagüey, una de las estaciones de su sacrificio. Falleció el 23 de febrero de 2010, al cabo de 83 días de ayuno, y obligó con su muerte al régimen a negociar con España el exilio de sus compañeros de la causa de los 75.

En Venezuela tenemos las estelas de muchos Navalni. Ciudadanos, civiles y militares, que han sido guillotinados por ese régimen que mantiene estrechas relaciones con los tiranos rusos. El concejal Fernando Alban fue torturado, como Navalni, y después de fenecer lo lanzaron por una ventana del edifico en donde funciona la famosa Tumba que utiliza Maduro para reducir a prisión a sus opositores. Al general Isaías Baduel, exministro de la Defensa de ese mismo régimen, lo mataron lentamente, en el lapso en que fue enclaustrado en varios centros reclusorios de la dictadura madurista. Al inspector Oscar Pérez, junto con sus compañeros de lucha, los asesinaron ante el asombro del mundo que veía en tiempo real, por las redes sociales, la forma atroz en que fueron acribillados por los esbirros que acataban la orden de Maduro de dejarlos sin vida. El capitán de corbeta, Rafael Acosta Arévalo, fue molido a palos en el centro de torturas La Mariposa que existe en Caracas, moribundo lo llevaron a una audiencia en uno de esos tribunales que no son más que mamparas del régimen, en la que dejó de respirar ante el indolente y cómplice juez que lo enjuiciaba en nombre de la “revolución” madurista. Fueron decenas de jóvenes los baleados en las calles de Venezuela en las que manifestaban clamando libertad, inolvidable, entre muchos, los asesinatos de Geraldin Moreno, de Basil Da Costa, de Robert Redman, de Neomar Lander, de Vallenilla, Juan Pablo Pernalete, Armando Cañizales y del joven de apenas 14 años Kliver Roa.

Esta pasada semana el canciller de Putin, Sergei Lavrov, realizó otro periplo por América Latina, especialmente con la idea de supervisar el desempeño de sus socios castristas, orteguistas y maduristas. Seguramente retornará a Moscú muy complacido de que sus aliados en esa corporación criminal están muy aventajados.

Lea también
Comentarios
Cargando...