El diario plural del Zulia

Zuliana y su sufrimiento en el Darién: “Escondía el dinero con bolsas en mis cabellos"

Maribel Torres, de Maracaibo, ofreció su desgarrador testimonio al diario La Opinión de Cúcuta sobre su experiencia en el tapón que une a Colombia con Panamá. Con 26 años, la joven transitó sola la peligrosa ruta. Llevó 4000 dólares para la travesía y el dinero fue insuficiente.

El reportaje Los venezolanos y el Darién, Un cruce infernal hacia el sueño americano, publicado por el diario La Opinión de Cúcuta, Colombia, tiene testimonios increíbles. Hoy en Versión Final decidimos publicar el de una muchacha zuliana que pese a salir del Zulia con 4000 dólares le tocó sufrir experiencias crudas en su tránsito.

"Yo escondí mi dinero en el cabello, yo decía bueno si me violan o algo no me van a encontrar el dinero. Me los envolví en unas bolsas negras en el cabello", expresaba sobre el sentimiento de inseguridad que la embargó durante la travesía. Este es el testimonio de Maribel Torres, de 26 años.

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"Yo soy venezolana, nací en Maracaibo, tengo 26 años y cuando decidí comenzar esta travesía, como tantos migrantes, tenía un trabajo normal en Venezuela ganando un salario mínimo y la situación era cada vez peor.

Este año empecé a escuchar que estaban dando tantos beneficios a los venezolanos en el norte y decidí emprender esta travesía. Primero, intenté ver si podía con el pasaporte, pero lo tenía vencido, entonces, me tocó tomar la decisión de irme por tierra, no pude hacer un grupo y decidí irme sola, asumiendo un riesgo muy grande.

Salí por la trocha de Maicao (La Guajira), el 2 de mayo. Ese día comencé mi viaje atravesando Colombia hasta llegar a Maicao, Barranquilla, de Barranquilla agarré un vuelo hasta Montería, tomé un bus hasta Necoclí, que fueron dos horas de viaje. Allí en Necoclí compré todo lo que necesitaba: unas botas, un camping, comida, preparé mi maleta, aunque normalmente te dicen que todo eso lo vas a perder, que no lleves tanta ropa, yo llevé poquita, llevé medicamentos y emprendí mi travesía.

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De Necoclí te bajas en Capurganá y ahí te están esperando unos guías, esos guías que ya otras personas han pasado y ellos te los recomiendan. Allí me dieron dos opciones: una ahorrándote tres días viajando en lancha y la otra selva completa que cuesta 150 dólares. Yo pagué 300 dólares y me ahorré de 3 a 4 días de camino, porque te llevan en una lancha rápida por la costa de Panamá. Esos 300 dólares que tú pagas en Capurganá te cubre toda la travesía por la selva hasta el campamento El Abuelo, donde te recoge la ONU.

A las 12:00 de la medianoche sales de Capurganá, ya que esas lanchas rápidas son ilegales y son utilizadas para el transporte de drogas y el tráfico de humanos. Las lanchas las ubican en la parte de atrás de donde están los restaurantes, tú esperas en Carpurganá sin hacerte sentir, igual ya toda la costa sabe que ese es un paso, allí hay una sola policía y no están pendiente de eso.

Son lanchas de 4 motores. A la 1:00 de la madrugada llamaron y dijeron que la policía costera estaba en un descanso y era el momento preciso de pasar y en ese proceso de atravesar el mar yo vi como 20 lanchas más, cada una tenía como 60 personas, te podrás imaginar la cantidad de gente que pasan a diario. Allí había haitianos, africanos, asiáticos, de todas partes del mundo.

Una vez le dan el aviso empieza la travesía como tal, allí es cuando sientes que el peligro va comenzando, porque cuando estás en Colombia y Venezuela no se siente el miedo tan fuerte como cuando tú te montas en esa lancha. Al final todos vamos a pasar por la selva, días menos, días más, pero todo vamos a pasarla.

Las lanchas salen a alta velocidad, todo a oscuras y sin ver nada. El movimiento es tan fuerte que la parte de adelante se levanta, y la única protección que dan son unos chalecos salvavidas pequeños y las maletas van en bolsas amarradas en la parte de abajo y a la suerte de Dios. En ese momento que atravesamos, en la noche, hay bebés, niños, narcotráfico, drogas en la misma lancha. Llegamos a la costa panameña, donde comienzan mis tres días en la selva, donde llegas y el mismo guía: un panameño indígena, es quien te recibe el dinero. La lancha nos dejó en un lugar que se llama Carreto.

Esa hora y media montada en la lancha me ahorró tres días metida en la selva. El guía me nombró jefe de grupo y yo debía hacerme cargo del dinero, ellos mismos seleccionan quién va ser el encargado.

Yo siempre me decía: debo estar tres pasos adelante, porque yo soy mujer. En la lancha donde yo iba la mayoría eran africanos, yo no les entendía, pero me hacían caso, había cuatro mujeres conmigo y los demás eran hombres. La cantidad de hombres que pasan es mayor que las mujeres.

Nos asignan a un indígena, que será el guía y quien conoce todo el paso por la selva, y así comenzó mi travesía. En mi grupo éramos cerca de 63 personas y solo 7 eran venezolanos, pero en el camino te vas encontrando gente, porque salen con otros grupos. Solo ese día salían como 15 grupos de 50 personas.

Esa noche que nos dejó la lancha, a mí se me quedó la bolsa de comida y en un bolso yo tenía Ensure, que es un polvo de proteína, y a la suerte de Dios, porque dónde encuentras tu comida en plena selva. Le ofrecí mi vida a Dios y le dije que sea lo que tú quieras. Entré a la selva, el guía iba muy rápido y desde la entrada te dice que él no se hace responsable de las personas que queden atrás. Siempre traten de ir al paso del grupo, cuando empezamos a llegar, solo teníamos que pasar dos montañas, una de ellas La Llorona, cuando entramos en esa yo quería ir al paso del grupo y me quedé, porque obviamente yo no hacía ningún tipo de ejercicios, yo un mes antes comencé a tomar vitaminas, porque sabía lo que me esperaba, seguí y veía que la gente me pasaba hasta que llegó un momento que quedé sola en esa selva pantanosa donde te hundes.

Darién

En ese camino quede sola en plena selva, con miedo a que llegara el grupo organizado que es quien viola y secuestra, que son como 15 personas. En mi resistencia no estaba llorar, en ese camino yo vi de todo. Por ejemplo, de mi grupo una se partió el tobillo subiendo la montaña La Llorona. En la primera subida tuve que despejar mi bolso, boté todo completamente, caí en un hueco y quedé sola en la selva, fue el único momento en el que pensé que me iba a morir. Tú sientes que entre la vida y la muerte hay un respiro en la selva.

En ese momento, yo me vi sola y ya eran las 4:00 de la tarde y empezaba a sentir que ya caía la tarde y pedía a Dios que no me dejara y casualidad pasó un señor de la India y él me sacó, pero me dijo que no iba a ser responsable de esperarme. Yo le dije que no importaba, pero que me sacara.

Me sacó y empecé a escuchar ruidos, eran unos orangutanes, esos monos te avisan cuando estás cerca del primer campamento, porque el guía al principio nos dijo eso. Cuando llegué (al primer campamento) eran las 6:00 de la tarde y estaba casi oscuro, yo llevé una linterna y con eso me alumbraba. Yo había botado la ropa, porque el mismo peso del bolso te ahoga.

Cuando subimos, en la primera parte de la selva, había un muerto, era un hombre de contextura gruesa, de unos 35 años, estaba tapado por palmas. Llegó rápido, pero por ahogo le dio un infarto y murió a orillas del río. Fue el primer muerto que vi, fue una impresión muy grande, te dan ganas de devolverte, te dan ganas de llorar y te preguntas ¿por qué hice esto?.

Entras en un colapso, que tu mente queda en blanco, lo tuyo es salir de ahí lo más antes posible. Yo iba decidida a todo, pero igual la mujer corre el riesgo de que la violen, secuestren, maten. Para atravesar esa selva mentalmente debes estar listo, no puedes andar pensando en debilidades.

Salimos a las 5:00 de la mañana (del primer campamento). Al otro día encontré mi guía, porque eso es otra cosa tienes que estar al paso de tu guía, porque ningún otro guía se va hacer responsable de ti. Los guías solo están allí para indicarte el paso, tú no pagas por salud, seguridad, ni medicamentos.

Al otro día empezamos a escalar la segunda montaña, la de La Muerte. Íbamos subiendo y fue cuando vi a dos personas dentro de un camping que habían muerto porque les picó una culebra. En el caminar vi animales, la selva es tan espesa que no sabes de dónde sostenerte, vi un bebé que se ahogó con su mamá, a pesar de que esa semana que yo pasé no estaba lloviendo.

Travesía

En la montaña de La Muerte atraviesas riscos, no los escalas sino que los pasas por un lado, tienes que tener fuerza en las manos y en las piernas, porque se pone todo resbaloso. Hubo un momento en que me resbalé y caí de piernas abiertas en una piedra y estuve dos días con hemorragia y no era mi periodo de menstruación, pero el golpe de la piedra me la provocó. Sin una toalla sanitaria y el resto del viaje sangrando, irritada, con dolor y sin detenerte.

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Bajas resbalándote con el riesgo de que se atraviese un palo y te tropieces, que te golpees. Yo tenía un pantalón fuerte y bajé con más suavidad. A una persona se le partió el brazo, la pierna, del grupo que era de 60 personas llegamos solo 22, el resto se quedó entre la selva. Es un viaje peligroso, pero uno se arriesga, porque la misma situación del país te impulsa por esa ruta. No encontrar los medicamentos para tu padre, no tener dinero para hacerle un examen. El gobierno nos obliga a un ritmo de vida de necesidades, que nos mantiene como si fuéramos animales. La única solución es atreverte a atravesar la muerte.

En el último campamento encuentras el maizal y sigues andando, luego de siete horas comencé a tener angina de pecho, empecé a ahogarme porque ya la respiración no me daba, forcé mis pulmones al 100%, porque eran subidas que pensaba que eran accesibles.

Mis uñas se me rompieron de raíz, tenía espinas en la palma de las manos y seguía subiendo. Cuando yo vi ese maizal me encontré con una serpiente, nunca había visto una serpiente tan grande, me inmovilicé, la rodee y me alejé del peligro. Ya cuando entramos al maizal yo me estaba cayendo, el cuerpo ya no me daba, me desmayé dos veces, pero venía con un cubano y dos venezolanos en el último día de viaje y son excelentes personas que me ayudaron.

En este tipo de viaje debes llevar dinero, porque allí adentro no vales nada. Por cargarte el bolso tienes que pagar, si te partes una pierna y te toca que te saquen debes pagar hasta 5.000 dólares. Llegué al campamento de El Abuelo, donde te recogen las autoridades panameñas, y fue mi guía quien me sacó cargada, porque ellos me decían que yo podía. En este campamento lo único que te preguntan es de dónde vienes y tu edad.

En ese punto, es que te empiezas a dar cuenta de que vales es plata, una gaseosa cuesta 3 dólares, cualquier cosa que necesites te lo venden. Tienes que llegar en un estado muy precario para que te regalen algo, de resto nadie se compadece de ti. Te bañas en el río, comes, armas tu campamento, salen unas canoas a la ONU y te cobran 25 dólares.

Te revisan el celular, te quitan todo lo que sea punzante y te anotan y los mosquitos te pican una barbaridad. Allí agarré mi primera gripe. En este campamento, a las niñas y mujeres que son violadas las revisan, les hacen un informe y el mismo Estado de Panamá pone unos buses que te trasladan a la otra frontera. Son 40 dólares, es un negocio, yo nunca vi tanto dinero como el que se mueve en esa frontera.

Me sacaron de Panamá como si estuviera detenida, te atraviesan en estos buses, si tú no tienes dinero te hacen trabajar dos días para que pagues tu traslado. Yo escondí mi dinero en el cabello, yo decía bueno si me violan o algo no me van a encontrar el dinero. Me los envolví en unas bolsas negras en el cabello. Te tratan muy mal, para ellos eres una escoria, un migrante. Vi como trataban a los demás, por no tener dinero.

Mi viaje duró un mes y medio (por todo Centroamérica). Yo me desentendí del grupo que venía conmigo, porque ellos se quedaron sin dinero. Me moví lo más rápido que pude, viajé con 4.000 dólares y con eso aún pasé muchas necesidades.

Cada uno tiene una historia diferente en el Darién, llegué a Florida. Ya en el aeropuerto de Estados Unidos llamé a mis padres, y mi mamá lloró mucho y mi papá también, yo vine acá para darles mejor calidad de vida a ellos, porque en mi país no podría ofrecerles nada".

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