El diario plural del Zulia

La fuerte presencia china en Madagascar genera gran descontento

La mina de oro todavía no había abierto, pero las protestas de la población fueron tan contundentes que los inversores chinos decidieron abandonar el yacimiento y desaparecieron sin pedir nada a cambio, dejando atrás solo tiendas abandonadas y colillas de cigarrillo.

Durante meses, la pequeña localidad de Soamahamanina, en el centro de la isla de Madagascar, fue sacudida por las manifestaciones.

Todos los jueves, los habitantes salían a la calle para protestar contra el grupo chino Jiuxing. La principal causa del descontento era un proyecto para explotar durante 40 años un yacimiento de oro que, según la población local, hubiera arruinado la agricultura.

Pero, en el fondo también hay cierta antipatía hacia la nacionalidad de los dueños del proyecto. 

Pero al igual que en otras ciudades de la isla, la población local cada vez expresa más abiertamente su hostilidad hacia la presencia de los chinos, que constituyen su principal socio comercial.

"Madagascar pertenece a los malgaches, no a los chinos u otros extranjeros", exclamó abiertamente Fenohasina, un estudiante de Soamahamanina. "Cuarenta años de explotación, esto se llama vender el país", dijo por su parte Marise-Edine, vendedora.

Esta animadversión va en aumento en varios sectores de la población, hasta el punto de que los agricultores que aceptaron las propuestas financieras chinas a cambio de sus tierras, hoy portan un estigma y son señalados por el resto.

"Nuestros compatriotas nos culpan y nos acusan de vender el país", resumió con pesar Perline Razafiarisoa.

"Son gente del exterior los que incitan a los de aquí para que no quieran a los chinos", se lamentó también Chrysostome Rakotondrazafy, capataz de Jiuxing Mines. "Hay una manipulación política de todo esto", señaló.

Ante la ola de protestas, la empresa china no tuvo más alternativas que irse.

- 'Errores del pasado' -

"La empresa cree que tenemos derecho a quedarnos, pero por la paz social preferimos retirarnos", explicó la portavoz de la minera, Stella Andriamamonjy. "Esperamos volver con nuevas bases, para reparar los errores del pasado", dijo.

Sin embargo, es poco probable que Jiuxing Mines pueda volver rápidamente. Para algunos habitantes, esto está fuera de discusión.

"Yo quisiera decirle a los más altos dirigentes que reflexionen ya que las grandes potencias de este mundo no hacen más que manipularnos y volvernos los unos contra los otros para destruir nuestro país", advirtió Marie Rasoloson.

Desde hace algunos años, China se convirtió en el primer socio comercial de Madagascar, donde hoy hay más de 800 empresas chinas y cerca de 60.000 expatriados.

En Madagascar, donde el 90% de la población vive bajo el nivel de la pobreza, esta llegada de capitales dio un impulso inesperado al desarrollo de infraestructuras locales.

Pero, al igual que ha sucedido en otros lugares de África, la llegada de inversores chinos rompió los equilibrios económicos, ecológicos y sociales existentes y generó múltiples fricciones.

En 2011, las fuerzas del orden ya tuvieron que intervenir en un barrio de mayoría china de la capital, Antananarivo, para evitar que se produjeran disturbios, después de que un comerciante chino golpeara a dos empleados locales. 

Entonces, la embajada china advirtió a las autoridades sobre la "mala imagen que proyectaba el país para la cooperación y las inversiones".

- Competencia -

"El problema de los chinos es que no conocen a los extranjeros", sindicó Rao, antiguo empleado de una empresa china. "No conocen a los malgaches, se quedan entre ellos, dentro de la comunidad china", se lamentó.

El gobierno, en tanto, preocupado por el creciente sentimiento antichino, decidió no cortar los puentes con su poderoso socio.

En la reciente inauguración de una autopista hecha con capital chino, el presidente, Hery Rajaonarimampianina, celebró públicamente "la mano tendida" por Pekín a su país.

El embajador chino Yang Xiarong prometió por su parte reforzar una cooperación en la que ambas partes ganen.

"Las empresas chinas están bien integradas con la comunidad local, el personal que emplea es local al 90% y han creado más de 17.000 empleos", destacó la embajada.

Pero muchos malgaches perjudicados por la competencia protestan. 

Daniel Rafanomezantsoa, un artesano de la cestería, se quejó de que los chinos ofrecen mejores precios a los productores y que compran grandes cantidades.

"Nosotros sólo recogemos las migajas", afirmó. "A este ritmo. Yo no veo ningún futuro en este oficio", dijo.

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