El diario plural del Zulia

Micro entrevista con Norberto José Olivar

—¿Hay demonios en Venezuela?

—Sí. Y son rojos rojitos.

—¿El shock habrá servido para la memoria?

—Nadie escarmienta en cabeza ni en desgracia ajena. En la historia de este país, el resentimiento y la estupidez tienen un lugar privilegiado. El venezolano no se ocupa de registrar nada para sí.

—¿Usted recuerda los supermercados cuando era niño?

—De niño me gustaba hacer la compra con mi padre. Comprábamos todo y de todo en un solo sitio. En el CADA. Luego en el Victoria. Cuando me casé, mi esposa hacía el mercado, y de igual manera, en un solo lugar conseguía lo necesario. Ahora debo acompañarla, primero, porque le da pánico andar sola en la calle; segundo, tenemos que partir la compra entre los dos para poder sacar. Hacer la compra con mi padre, en aquellos años, era una experiencia de familia. Ahora es una tragedia colectiva.

—¿La honestidad y el poder pueden juntarse en este país?

—Lord Acton decía que «El poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe absolutamente». La única forma de contrarrestar esta maldición, como dijo alguien no hace mucho, es con el contrapeso de las instituciones. No busco hombres perfectos ni nuevos, solo aspiro a que quienes estén en el Ejecutivo no sean los mismos que lleven el Legislativo, y que la prensa y medios de comunicación, en general, sean absolutamente privados e independientes. No se trata de encontrar el paraíso sino de construir una república de verdad.

—¿Le teme a la vejez o a la vejez en Venezuela?

—No creo en aquellos que sobreestiman la vejez. Es un privilegio llegar a viejo porque significa que has tenido una vida larga y eso es ya bastante. Pero la vejez, en sí misma, es una calamidad. Y ser viejo, en Venezuela, es una doble calamidad. Buzz Lightyear, ese maravilloso personaje de Pixar, dice que lo que cuenta no es volar sino caer con cierto estilo, creo que eso resume bien la vida misma, nacemos para morir. Lo que pasa en Venezuela es que ya no caemos con cierto estilo, ahora la vida del venezolano es un tortuoso camino hacia la muerte, sin gracia ni misericordia.

—Ficción: Usted, con una máquina del tiempo ¿a dónde iría y para qué?

—Lo he pensado antes. Muchas veces, lo con eso. Primero me dije, volvería a 1998 y le advertiría a la gente que con Chávez y la revolución se nos acabaría el papel tualé y la tranquilidad ciudadanía, que los pranes gobernarían y serían llorados, que la inflación llegaría a 720 por ciento, que de cada 100 casos judiciales 93 quedaría impunes y que no tendríamos lo que, en 1998, ni cuenta nos dábamos que teníamos de sobra. Y luego de pensar en la inutilidad absoluta de regresar y advertirles a mis conciudadanos del desastre inminente que nos aguardaba a la vuelta de la esquina, termino decidiendo que volvería, más bien, a los años 70, cuando iba con mi papá al CADA y llenábamos dos carritos con la compra del mes.

 

 

 

 

 

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