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Frangieh redescubre imagen de La Guajira con proyecto de Leonardo Da Vinci [+Fotos]

En una sabana de sal en Sinamaica, los talleristas de la expedición fotográfica a la Guajira, Ayaakuwaa, organizado por los profesores Gustavo Baüer, Alejandro Vásquez y Walfredo Meleán, salen a la caza de ángulos y encuadres para realizar distintas versiones del mismo tema.

Muy cerca de la base de unos inútiles y desamparados gigantes eólicos, un artesano de la imagen como es Albert Frangieh, intenta capturar la antiquísima labor de un recolector wayuu que posa con su pala junto al sol inclemente y perpendicular de las siete de la mañana.

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Frangieh intenta capturar la antiquísima labor de un recolector wayuu.

Su caja de madera está lista para dejar entrar un haz de albor con los grises escultóricos de la realidad a través de un sencillo orificio casi imperceptible.  Ocho segundos pueden ser una larga epopeya para la velocidad de la luz. No hubo click ni manual para entender ninguna novedad tecnológica, pero la ciencia siempre asombra desde su sencillez. Es el principio de una cámara  estenopeica, refiere el maestro a los entusiastas talleristas para inculcar que el chispazo de toda imagen es la luz. La física y la poética lo inundan para demostrar con una cámara pinhole que el tiempo es relativo para capturar el momento.

Es el nuevo foco de tantos proyectos que ocupan la mesa de trabajo de este inquieto artista de la imagen nacido en México el 11 de mayo de 1956 pero originario de Maracaibo casi inmediatamente como una transferencia de hoy en día.

Hamid Albert Frangieh Moro es un cultor a tiempo completo de su propio oficio y artista indiscutible de la creación fotográfica que no se cansa de buscar y convivir con nuevas experiencias, incluso en retrospectiva hacia lo analógico y la prehistoria de la cámara oscura, como tratando de repasar cualquier detalle que haya sido pasado por alto.

La idea de la fotografía nace de dos experiencias muy antiguas, una de ellas es el descubrimiento de que algunas sustancias son sensibles a la luz y la otra el descubrimiento de la cámara oscura ilustrado en los manuscritos de Leonardo Da Vinci, mucho antes que se encontrara el procedimiento para fijar con medios químicos la imagen óptica que podría reproducir.

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Para el maestro fotográfico el chispazo de toda imagen es la luz.

Aristóteles afirmaba entre el 384 y 322 antes de Cristo, que si se dejaba entrar un haz luminoso por un pequeño orificio dispuesto en una pared de una habitación oscura, dibujaría sobre la pared opuesta la imagen invertida del exterior

Frangieh refiere que el funcionamiento de una cámara pinhole que puede conseguirse en una web de Mercado Libre o comercio digital entre 60 y 300 dólares, se basa en las propiedades más elementales de la luz: una caja sellada e impenetrable a la irradiación excepto por un pequeño orificio.

Caminando nos dice que trabajar con una cámara pinhole es permitirse contemplar el espacio, olvidar la escala de colores y concentrarse en los grises.

“En el fondo es una experiencia hermosa, tiene un contenido y un valor que es redescubrir la fotografía desde lo analógico. Separarme del sistema analógico porque existe lo digital es absurdo.  Para mí no hay cámaras viejas y modernas, son distintos sistemas".

El nombre de Beto Frangieh se unió al de otros fotógrafos de renombre en el mundo de la tendencia de la fotografía con imágenes logradas de forma artesanal con cámaras pinhole, aunque desde los años 70 viene trabajando e investigando desde las cámaras de fuelle formato 8 por 10, 5 por 7 ó 4 por 5, que a su juicio son imágenes que pueden expandirse sin pixelarse e imaginar en formato grande lo que es 10 ó 12 veces el tamaño de una 35 milímetros en términos de resolución técnica

Frangieh coloca la caja de madera en su trípode, busca el paisaje, calcula el encuadre porque no existe el visor y luego imagina en el formato que intenta. Descubre a la luz el orificio como quien busca el conejo dentro de una chistera, deja pasar los fotones y cuenta mentalmente entre 8 y 10 segundos. Cierra el orificio y confía que la imagen haya sido atrapada por una película de 12 centímetros y medio, Kodak o Fuji, que ya no se consiguen en el mercado venezolano y hay que encargarla a un alma caritativa en el exterior, y zas!, viene el trabajo de laboratorio.

“No ves la fotografía, tienes que calcularla y colocar el trípode de forma perpendicular alineado con el horizonte. Es un sistema que te ayuda a entender el proceso básico y te da la destreza de imaginar la imagen antes que ingrese la luz a la cámara oscura. La fotografía no ha dejado de ser mágica, así su imagen se revele dentro de un cuarto oscuro o al frente de una computadora”.

El maestro, como se le conoce en las escuelas y talleres de fotografía, es un  apasionado de por vida de la imagen y la fotografía y considera que el principio idealizado en los dibujos y maquetas de Leonardo da Vinci, permiten un espacio de contemplación personal que te ayuda a mirar con mayor profundidad el paisaje que tienes enfrente.

PINHOLE 2 Beto y Dámaso PINHOLE 1

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