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Tesoros extraídos de ciudades submarinas de Egipto resucitan Mito de Osiris

Una exposición del Museo Rietberg resucita a través de trescientos objetos extraídos del Mediterráneo en excavaciones marinas, los "Misterios de Osiris", uno de los mayores mitos fundadores de Egipto y que marca el inicio del reino de los faraones.

Cada una de esas piezas proviene de los fondos marinos, de los restos exhumados del mar por los arqueólogos entre las estructuras que subsisten de Canope y de Thonis-Heracleión, en la bahía de Aboukir, a pocos kilómetros al este de Alejandría.

"Estas ciudades quedaron bajo el agua en el siglo VIII de nuestra era, en un área de aproximadamente 100 kilómetros cuadrados de la que se cree que sólo se ha recuperado el 10 % de lo que es posible rescatar", explicó a Efe el comisario de la exposición, Axel Langer.

Esas ciudades, donde se multiplicaban santuarios y templos, quedaron sumergidas a causa de terremotos y otros incidentes geológicos, y de allí se han recuperado miles de objetos, estatuas y piezas que atestiguan de la importancia religiosa del lugar.

Acompañan a las piezas provenientes de los fondos marinos (propiedad del Estado egipcio) cuarenta artefactos procedentes de los museos de El Cairo y Alejandría, que permiten completar la perspectiva que se ofrece al espectador sobre la leyenda de Osiris y varias de las cuales pueden ser vistas por primera vez fuera de Egipto.

Completan la exposición una serie de fotos y vídeos que muestran el desafío de desenterrar objetos arqueológicos que yacen bajo el mar y que fue asumido por el Instituto Europeo de Arqueología Submarina (IEAS).

Las piezas extraídas requieren de un tratamiento especial para evitar que su contacto con el oxígeno, tras más un milenio en agua salada, acelere su erosión.

Este dato permite apreciar en toda su espectacularidad objetos en perfecto estado de conservación, como la Estela de Thonis-Heracleion, del año 380 a.C., que contiene el texto de un decreto del faraón Nectanebo I que regula la parte de los impuestos a las mercancías que entraban por el puerto y que debía destinarse al templo.

Los vestigios también vencieron a la contaminación marina causada por la circulación de barcos y que dificultó la excavación marina ya que, en ciertas temporadas, los buzos no tenían una visibilidad mayor de 50 ó 60 centímetros a pesar de tratarse de un área que no es muy profunda.

El comisario de la muestra, que estará abierta hasta el próximo 13 de agosto, explicó que las necesidades tecnológicas que surgieron de estas excavaciones submarinas condujeron al desarrollo de nuevos instrumentos y aparatos que hicieron posible los trabajos en esas difíciles condiciones.

El descubrimiento fue posible gracias a la colaboración establecida entre el ministerio de Antigüedades de Egipto y el experto en arqueología submarina, Franck Goddio, fundador del IEAS.

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