El diario plural del Zulia

La mujer que esperó 78 años para tener luz eléctrica en su casa

En Cundinamarca, en pleno siglo XXI, 5.500 familias, como la de Virginia Fonseca, viven aún a la luz de la vela

Doña Virginia le puso una flor a la luz. Le puso una flor al bombillo de la sala, al interruptor que la enciende, a la radio que suena, a la nevera que ahora puede conectar y que marca, kilovatio a kilovatio, algo que Virginia no había visto jamás en sus 78 años de vida: energía eléctrica en su hogar.

 Pensé que iba a morir a oscuras, sin conocer la luz”, dice mientras ajusta una flor junto al contador de energía, instalado en la casa que habita hace casi 50 años en la vereda Naranjalito, en Apulo, Cundinamarca, reseñó EL Tiempo.

El 31 de mayo, después de decenas de solicitudes y papeles, Enel - Codensa hizo la conexión en el hogar de Virginia y tres familias más de la zona como parte del programa Cundinamarca al 100, una estrategia que busca conectar a 8.500 hogares del área rural del departamento para 2022. Allí, en pleno siglo XXI, más de 5.500 familias aún viven a luz de vela.

 Hicimos los mil intentos de conectarnos. Una vez ahorramos, instalamos la estructura interna, pusimos cuatro postes de madera y compramos el cable, pero faltaron 200 metros. Perdimos la plata y la ilusión. No nos conectaban porque, como vivíamos tan lejos del casco urbano, no era viable económicamente”, cuenta Virginia.

Pero a finales de mayo, llegaron los ingenieros de Enel - Codensa y esta mujer campesina se sintió un poco más cerca del mundo.

“Dije ‘Dios mío, van a poner la luz y yo ni bombillos tengo’”, contó riendo a El Tiempo.

Desde ese 31 de mayo, la vida es un poco más larga y ruidosa en ese rancho entre las montañas. Virginia prende uno de sus cuatro bombillos, enchufa una pequeña radio, pone una carranga y se va bailando al lavadero.

De hecho, con el baile se ganó la nevera que ahora puede conectar y disfrutar. “Estuvo guardada por dos años en la casa de mi hija, allá arriba en la vereda El Copo. Ellos me la trajeron, cargada al hombro. Ya no tengo que secar la carne al sol, ahora puedo guardar todo fresco”, dice orgullosa. Un televisor también fue parte de los electrodomésticos que recuperó

Ese lo tenía donde mis suegros. Para ver las noticias, tenía que bajar a esa casa. Hoy, veo aquí mis novelas de la mañana y los noticieros de la tarde y de la noche, apunta Virginia. En una cuerda, tiene secando la camiseta de la selección, para ver el próximo juego de la Copa América.

Florentino Mora, su esposo, disfruta de la alegría de Virginia y de vivir noches distintas.

Antes jugábamos a contar aviones y nos acostábamos a las seis de la tarde, como las gallinas, porque no había más que hacer, cuentan a El Tiempo mientras ven, desde su casa, la Provincia del Tequendama. Por mucho tiempo, envidiaron la luz ajena.

Virginia abre un cajón y saca un pequeño celular.

Tengo otros tres que me han regalado mis hijos, pero todos dañados por falta de carga y uso. Los vecinos me cobraban 1.000 pesos para conectarlos en sus casas. Dejé de hacerlo porque me daba pena”, confiesa.

Su hija, Arcila Mora, temía estar incomunicada de sus padres.

Tenía que bajar desde mi finca para ver si estaban bien. Ahora, llamo a mis viejitos”, dice. Arcila también recibió la conexión en noviembre.

“Cuando era niña, estudiaba a luz de vela y mecha. Amanecía con los ojos y la nariz llenos de humo”, recuerda. Como ella, su hijo, de 19 años, había estado toda su vida en las penumbras.

Así se hizo la luz

La familia Mora Fonseca fue una de las beneficiarias de Cundinamarca al 100, un programa de Enel - Codensa y el Faer (Fondo de Apoyo Financiero para la Energización de Zonas Rurales) del Ministerio de Minas con apoyo, además, de la Gobernación de Cundinamarca.

La labor comenzó en 2015 y ya ha conectado a más de 2.000 unidades en el departamento con distintos tipos de soluciones. La más común es la conexión aérea a redes eléctricas convencionales. Pero, si las casas a tratar están muy separadas unas de otras, se opta por la instalación de páneles solares individuales. O, en otros casos, se construye una minigrid, que combina páneles solares con grupos electrógenos (alimentados con combustible).

Y no es una tarea sencilla. La casa de Virginia y Florentino, por ejemplo, queda a casi tres horas de Bogotá, en el municipio de Apulo y, de ahí, a unos 40 minutos montaña adentro. Poner un poste en la ladera de una montaña es una labor titánica. En este caso, pudieron ser subidos por una trocha en los carros de la compañía. Pero, en otras ocasiones, han tenido que subirlas a hombro entre empleados.

La geografía es quebrada, pero definitivamente este es un proyecto al que le ponemos corazón y por eso los esfuerzos valen la pena”, asegura Óscar González, responsable de la provincia del Alto Magdalena y Tequendama para la subgerencia de la Unidad Operativa de Redes e Infraestructura de Enel - Codensa.

En el proyecto, que comenzó en 2015, se han invertido cerca de 20.000 millones de pesos.

Queremos que la energía sea una palanca de desarrollo económico para que las personas puedan trabajar en su región y evitar tanta migración a Bogotá. Les damos una oportunidad para mejorar su calidad de vida”, indica González.

Por ejemplo, Germiniano Porras, un vecino de los Mora Fonseca, que se benefició de esta conexión, ya revisa cómo puede ponerle un motor a su molino de café y hacer la producción en casa.

Aunque hay casos en los que la conexión es solo para suplir necesidades domésticas. El equipo de Enel - Codensa es consciente de que son inversiones que quizá nunca se recuperen: los recibos bimensuales apenas cobrarán unos 10.000 pesos. Pero el bienestar de la gente vale la pena.

Virginia, por su parte, espera ansiosa el día en que el empleado de la empresa llegue a su casa y revise el contador adornado con flores.

La luz que me llega ya no es solo la de Dios”, apunta con gratitud.

Lea también
Comentarios
Cargando...