El diario plural del Zulia

La agenda oculta de la jequesa de Qatar, una de las mayores compradoras de arte del mundo

Museos por todo el país, artistas extranjeros, esculturas en el desierto... ¿Qué se juega realmente el país organizador del Mundial de fútbol con esta demostración de fuerza cultural?

Al aterrizar en el aeropuerto internacional de Doha, además de su impresionante arquitectura, fue diseñado por el prestigioso estudio HOK, creadores también de las Flame Towers de Baku, llaman la atención sus enormes esculturas de artistas nacionales e internacionales. Todas han sido seleccionadas por el patronato de museos de Qatar que preside la jequesa Al Mayassa bint Hamad bin Khalifa Al Thani (Doha, 1983), hermana del emir Tamim bin Hamad Al Thani.

Y son toda una declaración de intenciones de este país del golfo Pérsico que en solo unas décadas se ha convertido en uno de los mayores compradores de arte contemporáneo del mundo con la apertura en el pequeño emirato de nuevos y fascinantes museos diseñados por figuras como Leoh Ming Pei, Rem Koolhaas o Jean Nouvel. Desde 2006 en que arrancó este liderazgo, la jequesa ha dado todo un golpe de mano en un mercado que mueve millones de euros en todo el mundo. Sin embargo, ¿qué hay detrás de todo este despliegue artístico? ¿Qué se está jugando realmente el país organizador del Mundial de fútbol ya en marcha con esta demostración de fuerza cultural? ¿Puro amor al arte?

La pasión de la familia real catarí por el arte contemporáneo, el diseño y la moda ya estaba en Mozah bint Nasser al-Missned, la madre de Al Mayassa Al Thani, pero ha sido la hija la que ha llevado al país a otro nivel con la apertura del Museo Nacional de Qatar con forma de rosa del desierto (2019), el Museo de Arte Islámico de Doha (2008), la nueva Biblioteca Nacional (2017), los cuatro gigantescos monolitos de metal de Richard Serra colocados en medio del desierto y el reciente Museo Olímpico y de los Deportes, del español Joan Sibina e inaugurado con motivo del Mundial de fútbol. A estos espacios se suman múltiples galerías para artistas consagrados y emergentes. Es una auténtica locura ocurrida en muy pocos años, pero, eso sí, bien regada con dólares. Según han informado distintos medios económicos, la jequesa tiene un presupuesto anual para sus compras de más de 1.000 millones de dólares. Por ello pudo hacerse con el Gauguin ¿Cuándo te casas? por 300 millones de dólares convirtiéndolo en el cuadro más caro del mundo. La jequesa no sale de casa sin la billetera llena.

Y, si bien tanto madre como hija tienen este gusto y apuesta por el arte, los conocedores de este país y de sus vecinos del golfo reconocen que no solo hay detrás pasión artística, sino otros movimientos estratégicos que van mucho más allá de la pintura y la escultura.

Qatar es, hoy por hoy, uno de los países más ricos del mundo gracias a sus reservas de petróleo, descubierto en 1939, y gas natural, descubierto en 1971, justo al conseguir la independencia de Reino Unido. Antes de estos hallazgos era un pequeño país desértico dedicado a la pesca y al comercio de perlas, pero el mercado de los combustibles fósiles lo elevó a la estratosfera económica mundial. De hecho, los cataríes hoy no pagan impuestos ni por electricidad ni por gas ni por agua. Así de fuertes van.

"Qatar tiene unos planes nacionales para invertir particularmente en la cultura porque quieren que sea un recurso que les dé un futuro"

Sin embargo, saben que estos recursos no van a ser el maná eterno. “Todas las estimaciones hablan de que dentro de 20, 30 años, como se queden sin el gas y sin el petróleo, por ser países totalmente desérticos, no tienen otra posibilidad de sobrevivir. Por eso, Qatar tiene unos planes nacionales, la agenda 2030, para invertir en diferentes ámbitos, particularmente en la cultura, porque quieren que sea un recurso que les dé unas posibilidades de futuro. De ahí que estén invirtiendo grandes cantidades para animar el turismo internacional. Lo que pretenden es suplantar la dependencia del petróleo y el gas”, explica a El Confidencial Waleed Saleh, profesor honorífico de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid y que también ha ejercido de traductor de árabe para el Gobierno español.

Esta explicación la corrobora su colega de departamento, Ignacio Gutiérrez de Terán, autor, además, del libro Qatar. La perla del Golfo, junto al también profesor Ignacio Álvarez-Ossorio. “Según la agenda 2030, quieren fomentar la agenda turística y que vengan siete millones de personas al año. Teniendo en cuenta que hay menos de tres viviendo en el país, va a recibir el doble de la gente que reside ahí. Eso exige una gran infraestructura y tener una oferta turística. Qatar es un país que entre abril y septiembre a 50 grados es intransitable para la mentalidad del turista occidental. Así que para esa época necesitas atraerle para que vayan a ver museos”, sostiene. Un turismo que, además, sería de un cierto poder adquisitivo y que se uniría a uno más barato que viene a disfrutar de los paquetes de sol y playa en los meses de invierno. Todo pensado.

La colaboración de Occidente

Porque en toda esta estrategia también Occidente saca sus beneficios. Pese a las críticas que se le hacen al país por su marcado carácter feudal y dictatorial, no hay partidos políticos; la existencia de castigos como la flagelación y la lapidación en su Código Penal; la absoluta discriminación de las mujeres, que permanecen bajo la tutela de figuras masculinas, y la prohibición de la homosexualidad, es Occidente el que vende los cuadros y es también Occidente el que participa en sus alucinantes diseños arquitectónicos.

“Occidente hace negocio y ya está. Los grandes marchantes lo que quieren es ganar dinero. Esa imagen de que hay museos que quieren conservar su Miguel Ángel o su Van Gogh… Eso es así para los grandes museos nacionales y públicos, pero los coleccionistas privados o son grandes enamorados del arte, o lo que quieren es hacer negocio. Y ahora el negocio está en el golfo y en algunos sitios del extremo asiático”, asegura Gutiérrez de Terán, que recuerda que ocurrió lo mismo en EEUU en los años 60 y 70, su época dorada, cuando los magnates venían a Europa a comprar a lo grande. “Si hasta venían a España, desmontaban una iglesia románica, se la llevaban y muchas veces por cuatro duros. Todo tiene que ver con esa concepción de hacer negocio y muchas veces son los tratantes de arte los que llaman a la puerta de los jeques porque saben que esta gente puede pujar y siempre al alza”, añade el profesor.

"Occidente hace negocio y ya está. Los grandes marchantes lo que quieren es ganar dinero y hoy el negocio está en el Golfo y países asiáticos"

Porque ese es otro asunto. Como tienen tal cantidad de dinero, compran sin mirar los precios y eso, dicen en el mundo del arte, está creando también una hiperinflación. “Sí, están subiendo los precios y hay gente que ya solo les quiere vender a ellos. Esa es la consecuencia, pero no es algo nuevo. A los rusos también les dio por esto. Es una cuestión cultural. Piensan: 'Estamos en la élite y una forma de marcar prestigio es decir que estamos en el mundo del gran arte”, sostiene Gutiérrez de Terán. Una actitud de nuevo rico en la que participa muy activamente, reconoce a su vez el profesor Saleh, que se lamenta del “cinismo de Occidente. Es una lástima que el mundo europeo, el más avanzado en cuanto a derechos humanos, y que tanto los reclama, luego acuda a estas ferias, incluso a las de comercio de armas, ya que las más importantes se hacen en estos países”.

¿Por qué el arte contemporáneo?

Otro interrogante interesante es por qué les ha dado por el arte contemporáneo y no por el más clásico. Hay varias razones, explican los profesores. Una tiene que ver con su pasado colonial y el prestigio de la cultura franco-británica del siglo XIX y las vanguardias. Es decir, el impresionismo, surrealismo, cubismo y pintores como Kandinsky o Mondrian. Esos, por sus formas geométricas, les fascinan y, además, ahora están mucho más de moda que las vanguardias de los 60 y 70 tipo Warhol. Y ellos quieren estar al cabo de la calle, en la verdadera pomada. Asunto no menor es que los artistas contemporáneos son más fáciles de comprar que los clásicos. Nadie puede vender un Goya o un Greco o un Velázquez, pero sí un Degas o un Pissarro. Y tampoco hay que olvidar que en Qatar no dejan de ser musulmanes y la pintura abstracta oculta mucho mejor las figuras, tal y como pide el islam. “Podemos decir que son más accesibles visualmente para ellos”, ratifica Gutiérrez de Terán.

Por otra parte, parece contradictorio que una monarquía feudal que permite la pena de muerte pueda tener una cierta sensibilidad humanista como es el arte. Sin embargo, los profesores lo atajan rápido: esa es una visión demasiado eurocéntrica (y europeísta) del tema. “Es que ellos entienden que la cultura va por un lado y que son herederos de la civilización árabe con todo su bagaje cultural de poetas y pensadores, y es un ámbito que tiene que continuar; y, por otro lado, piensan en un sistema político en el que ellos son los elegidos y que proceden de la familia del profeta. Dos cauces con causas distintas”, sostiene Saleh. A los Al Thani, no obstante, les colocó ahí el dedo divino de los ingleses en el XIX. Para Gutiérrez de Terán la cuestión es todavía mucho más prosaica: “Es que sensibilidad humanística como tal no hay. A las tres cuartas partes de la población este tema del arte les importa un pimiento. Los museos están para que vayan los turistas. En las escuelas tampoco se fomenta el interés por este tipo de arte. No es una política social, es un gusto que viene desde las élites, desde arriba, y porque la familia dirigente ha apostado por ello, pero no es una demanda de los ciudadanos”.

Y, como ocurre con el arte y con todos esos museos y esas esculturas que te reciben en Doha, quienes conocen bien estos países del golfo también entienden que el Mundial de fútbol en el que tantos ojos hay puestos ahora encima tampoco les pasará demasiada factura por muchas quejas en redes sociales por la homosexualidad o la situación de las mujeres. “Si Occidente quisiera, influiría como ha hecho con Rusia: bloqueo, no comerciar, no comprarles… Eso sí les haría daño, pero, mientras se les compre gas, petróleo y se invierta en estos países, les presten apoyo, arquitectos, artistas…, ellos pensarán que no tienen por qué cambiar y que son cosas de su cultura. Cuando se acabe el Mundial, un mes después, nadie se acordará de nada”, resume Saleh. E iremos a sus museos.

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