El diario plural del Zulia

Editorial Versión Final | Los lobistas de la destrucción

Cuando una Nación carece de líderes probos y formados se prevé una “muerte” anunciada para la sociedad en su conjunto.

Esto es lo que vive hoy Venezuela, devorada por un modelo corrupto de Estado, y con unos herederos torcidos de la muy satanizada por el comunismo IV República, los mismos que ahora parecen más lobistas de Maduro que factores de oposición.

¿Qué tenemos a ese otro lado de la acera? Pues tenemos un sector secuestrado por el denominado G4 y unos parientes pobres buscando migajas a base de adulaciones y servilismo y que cada día se quitan la careta.

Se desnudan solos. Nadie se los pide.  En menos de una semana vimos comentarios de tres figuras nacionales de esa oposición hablando a favor del General Rodríguez Torres, el cerebro de La Tumba, un centro de reclusión y tortura reseñado en todo el mundo, otro pidiendo que se levanten las sanciones internacionales contra el Gobierno de Maduro y sin inmutarse el último ha pedido que le entreguen el dinero secuestrado al régimen.

Lectores y electores, como se suele decir: eso es lo que hay. Así están respondiendo operadores políticos que se venden como una opción contra Maduro. Se notan los hilos que los mueven.

Los dos partidos más importantes de nuestro periodo democrático real, Acción Democrática y Copei,  donde se dio oportunidad  a estos actores, brindaban espacios a los independientes y tecnócratas e hicieron posible tener instituciones públicas manejadas con protocolo de meritocracia, con alta capacidad intelectual y técnica. De esas gestiones, solo por citar algunas, nuestras universidades centenarias, la antigua Enelven hoy Corpoelec, la propia PDVSA, petroquímicas, banca pública y mucho más.

Pero hoy ellos se prestan a la estrategia madurista.

En la cuarta República se construyó un país de progreso y bienestar, donde con menos recursos y tecnología que hoy, se hacían más de 100 mil casas por año, gozamos de un sistema eléctrico nacional eficiente y preciso, nuestra voz tenía peso y poder en los mercados internacionales del petróleo, el mundo universitario generaba debate, elevaba la producción intelectual y proyectaba planes transformadores para el país. Pese a su gigantesco tamaño la salud pública respondía a la demanda con personal capacitado, con espacios dignos y dotados para atender a los ciudadanos, con equipos punteros y novedosas intervenciones médicas en cualquier área.

Pero tales figuras prefieren hoy ser voces que claman por favorecer al régimen.

En el periodo democrático donde ellos se formaron, crecieron las infraestructuras de servicios y vivimos una industrialización a velocidades de primer mundo. Nuestra gente tenía garantizado un ascenso educativo, social y económico progresivo y, aunque existieron fallas claves en la diversificación económica, las oportunidades estaban. Esa democracia, como todas, era reparable y perfectible.

Esa era la República que en el mundo se conocía con una frase devenida del impulso consumista amparado en el propio crecimiento económico, el “ta’ barato dame dos”; y aunque no representó en absoluto la identidad general de un país, sí dejó ver la bonanza.

Todos son libres de calificar ese momento, pero para nosotros resulta años luz preferible  esa etapa histórica de la Venezuela saudita que la era del chavismo-madurismo culpable del éxodo forzado de más de siete millones de venezolanos, del colapso total de la salud, de la educación, de la destrucción de nuestra principal industria, la petrolera, del aplastamiento de educadores, médicos, deportistas, empresarios, culpable del crecimiento exponencial del hambre, de la miseria, del retorno al paludismo, del amparo a la corrupción y la violación de Derechos Humanos, del atasco intelectual y cultural, de la separación de las familias. Este ha sido sin dudas el periodo más oscuro de nuestra historia reciente

Pero los lobistas de oposición se inclinan más a la denuncia para proteger semejante tragedia.

 

Los herederos actuales de esos históricos partidos de AD y Copei prefirieron no defender sus propios logros en democracia por 30 años y tan solo se consumieron en batallas internas de poder desgastándose, mientras el embrujo comunista sentaba sus bases. Así caímos en la desgracia.

Está en las manos de los ciudadanos, hoy escépticos y alejados de la política, el regreso a una acción cívica, a ocuparse de los asuntos de Estado y valorar a los dirigentes que, sin tener responsabilidad en el fracaso de la oposición, hoy colocan su nombre y su trabajo para reivindicar la política y rescatar a la República perdida.

Los políticos tienen que ser coherentes en las actuaciones públicas y opinar según las premisas ofrecidas a sus electores, caso contrario demuestran mediocridad intelectual y mezquindad humana.

Prevalecen sus intereses económicos y partidistas. Se pierde la autenticidad y la honestidad en sus actuaciones públicas. Su credibilidad hoy está en cero. Están identificados.

El G4 es lo más parecido al PSUV. La oposición tiene  liderazgos serios y éticos que despiertan esperanza. Allí están, tan solo debemos reconocerlos, evaluarlos y valorarlos.

Carlos Alaimo

Presidente Editor

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