El diario plural del Zulia

Editorial Versión Final | 4F: ¿valió la pena?

¿Venezuela estaba tan mal para pensar que nos merecíamos un golpe de Estado? Hoy contamos 31 años de un golpe fallido que atentó contra la voluntad de un pueblo que había elegido vivir en democracia.

¿Valió la pena?, confiamos en que la pregunta es necesaria para continuar con la reflexión de país. La democracia tiene la gran valía de ser perfectible; un modelo de gobierno que permite revisarse, adecuarse, corregirse y avanzar sin traumas. Lo dictatorial no.

El preámbulo del 4F-1992 fue sin duda el “Caracazo”. Ese 27 de febrero de 1989, nuestra democracia inició el camino hacia el abismo. Así como el partido socialcristiano Copei nunca defendió, por pugnas intestinas, la gestión del gobierno de Luis Herrera Campins, el sector Lusinchista no hizo nada para defender las políticas de modernización de Carlos Andrés Pérez y, por el contrario, promovieron su caída hasta llevarlo a la cárcel.

Y claro, también sumó a la autodestrucción la ambición del Cuarto Poder de aquellos medios tradicionales que jugaron para poner en Miraflores a una figura que respondiera a sus intereses. No lo lograron.

Lo que sí lograron fue avivar el rechazo al sistema democrático con su gran influencia y niveles de rating nacionales. Es preciso recordar la popularidad de una producción televisiva que logró enganchar al país cada noche frente a las pantallas, la telenovela “Por Estas Calles”, que quiso matizarse como una crítica, pero que su objetivo final era vulnerar el ideario sobre la viabilidad de la democracia en Venezuela.

Asimismo los herederos de los “amos Del Valle”; esa burguesía rancia cuya ambición no tenía límite, fueron torpes en sus decisiones políticas. Las élites de siempre se acomodaban a su conveniencia.

Los medios de ese entonces, que fueron en sí mismos pilares de la propia democracia, no se permitieron hacer la reflexión equilibrada y prefirieron emplear todo su poder para acabar con ella. Socavaron con conocimiento el sistema que les dio su propia libertad. Hoy se sigue pagando por ello.

Y es que fueron incapaces de reconocer las bondades que trajo consigo al país la salida de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el Pacto de Punto Fijo, la lucha de líderes históricos que pusieron a Venezuela a las puertas de la democracia. Y no con esto decimos que la crítica y la denuncia debió aplacarse, no, decimos que los medios, la prensa poderosa de aquellos años, las figuras con influencia, debieron balancear las cargas y reconocer que el sistema democrático merecía revisarse, no reducirse a cenizas.

Esa misma clase económica del centro del país que tanto apoyo recibió del Estado para desarrollar un modelo sustentable, rentable y con financiamiento público y privado, producto de una política que buscaba precisamente progreso y calidad de vida, mutó para convertirse en un factor contrario a todo ello. No hubo revisión, no hubo introspección.
La bonanza que llevó a venezolanos al “ta barato dame dos”, frase que, aunque hablaba de un consumismo exacerbado, también reflejaba el grado de crecimiento económico del país.

Esa fue la Venezuela que, con sus imperfecciones propias de los modelos democráticos, se perfilaba como el mejor país de Latinoamérica. Fuimos capaces de exportar democracia al continente. Esa Venezuela que hoy generaciones enteras no conocen, estaba cimentada en un sistema de libertades, y no nos cansamos de reiterar, un sistema perfectamente abierto para corregirse desde dentro y desde la propia sociedad.

Habían desigualdades, claro, como en todo los países, pero también existían los mecanismos para cerrar las brechas, existía un marco regulatorio para cuidar la calidad de la educación, de la salud, de la protección a los Derechos Humanos, de la protección a la propiedad privada, existía la meritocracia para liderar nuestras grandes empresas.

 

Con la intentona golpista también sufrieron heridas mortales los partidos Acción Democrática y Copei y se dio vía libre a otros movimientos y partidos políticos.

Pero el 4 to. Poder y los “Amos Del Valle” no se conformaron con sus errores iniciales promoviendo la “antipolítica” de hacer caer al bipartidismo, forjador de un modelo de libertad y democracia en el país, sino que aspiraban más, hasta llegar al promover el proyecto de Hugo Chávez Frías.

Desconocieron la historia política nacional y mundial. ¿Dónde se ha visto que, teniendo un país sin traumas sociales había que llamar a un militar para darle las riendas de la nación? ¿Dónde han sido exitosos los militares conduciendo una nación?. Los militares a los cuarteles, los estadistas a conducir el país.

Se ha querido vender al presidente Rafael Caldera como el culpable de todos los males al indultar a los golpistas, pero nada más lejano de eso. Caldera demostró nuevamente su capacidad de pacificador como ya lo había demostrado en la década de los sesenta, calmando las aguas con las guerrillas que aspiraban la toma del poder por las armas.

Caldera hizo un gesto de verdadero estadista, de hombre que podía prever las tensiones de un país que se polarizaba y para el cual se necesitaban decisiones que fuesen dique de contención. No fue comprendido así.

¿Valió la pena el 4F? La respuesta está en los indicadores. Ellos hablan por sí solos. Uno de ellos es el presupuesto que manejó la administración Chávez, que fue mayor al de los 40 años de democracia y hoy tenemos una República destruida, con más de 7 millones de venezolanos en el exterior y el 87 por ciento que permanece en el país subsistiendo con las remesas de las familias que han tenido que emigrar. Con este escenario se evidencia que no valió la pena.

Asimismo Chávez llegó al poder en 1998 con más del 70 por ciento de los votos. El mapa de Venezuela se teñía de rojo.

La mayor evidencia del fracaso del 4F está representada en la reducción de ese 70 por ciento de apoyo inicial de proyecto, al 10 por ciento que hoy día cosecha el ungido Nicolás Maduro.

Somos una de las poblaciones más pobres del mundo. Del “está barato dame dos” a vivir hoy en día de las ayudas de nuestro propio éxodo, sobreviviendo entre vaivenes políticos, violaciones a las libertades y la instauración de un aparato represor que ya suma 24 años y aún no cesa.

Cuando leemos a Enrique Mugica Herzog : “La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”, podemos afirmar que no valía la pena la intentona golpista, puesto que la misma democracia permite con su dinámica institucional resolver las diferencias sin llegar a las armas.

¿Valió la pena el 4F?

Dígalo ud, ciudadano.

Lea también
Comentarios
Cargando...