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Alumnos de quinto y sexto grado de Escuela Sebastián Francisco de Miranda reciben clases a la intemperie

Ubicada en la avenida 107, barrio Mi Esperanza, entre la cañada Fénix y el Centro de Reclusión Dr. Francisco Delgado Rosales (antiguo retén El Marite), la escuela primaria mantiene sus puertas abiertas. Actualmente solo hay cuatro aulas para los seis grados de educación básica. “Yo tengo dos niñas aquí, una en quinto y otra en sexto grado”, comentó a Versión Final una representante

Sin puertas ni utensilios en el comedor, con los pupitres casi deshechos y a falta de suficientes aulas, reciben clases en el patio de la institución. Así es como 179 niños, que conforman la matrícula estudiantil de la Escuela Básica Nacional Sebastián Francisco de Miranda, viven su día a día en un plantel lleno de deficiencias estructurales que, a pesar de las adversidades, se mantiene, en gran medida, gracias a la autogestión y aportes comunitarios.

Ubicado en la avenida 107, barrio Mi Esperanza, entre la Cañada Fénix y el Centro de Reclusión Dr. Francisco Delgado Rosales (antiguo retén El Marite), el plantel tiene sus puertas abiertas, a pesar del menosprecio y la desatención de organismos públicos.

Fundado en septiembre del 2009, no contó con electricidad hasta el 2022, año en el que recibió ayuda por parte de la Alcaldía de Maracaibo para el cableado, ventilación y un reverbero para el comedor.

No obstante, otras vicisitudes, incluida la mayor de todas, que es la falta de aulas, obstaculizan el derecho al aprendizaje de calidad que merecen los infantes de la parroquia Venancio Pulgar que asisten a esta escuela.

Enviaron cartas, reportado por la Ven-App y realizado todo tipo de solicitudes formales, pero las respuestas nunca llegaron.

Claman por salones 

Una de las mayores contrariedades la enfrentan los alumnos del quinto y sexto grado, quienes tienden a recibir cátedra en la zona exterior de la modesta edificación, dado que actualmente solo hay cuatro aulas para los seis grados de educación básica, y no tienen pizarras ni pupitres suficientes.

Aunado a esta problemática, las constantes lluvias que arropan la ciudad desde el último mes, y que impiden que los alumnos pudieran ver clases fuera de los salones, obligaron a las autoridades de la institución a tomar una decisión drástica, dada la falta de espacio para recibirlos a todos en el mismo horario: los de la primera etapa (primero, segundo y tercer grado) solo van de lunes a miércoles, y la segunda etapa (cuarto, quinto y sexto), los jueves y viernes.

Yo tengo dos niñas aquí, una en quinto y otra en sexto grado”, comentó a Versión Final la ciudadana Emma Urdaneta, quien afirmó que sus hijas “se desesperan mucho por el calor” en esos días que tienen que estudiar fuera de las aulas; enfatizó cuán necesaria es la edificación de las aulas que requieren y agradeció a cualquier ente que pudiera realizar esta labor: “Sería una gran bendición que los construyeran”.

En un intento por solucionar por cuenta propia esta situación, la comunidad ha realizado actividades como viajes al Parque Monumental Ana María Campos, potazos y rifas. Lograron recolectar dinero para comprar láminas de zinc para los techos de los futuros salones, pero aún no tienen lo suficiente como para concretar su construcción.

Las carencias que padecen

En este momento tenemos una cortina que separa (de los salones) el baño (...) no hay puertas”, contó a este medio una fuente allegada a la institución, quien prefirió mantenerse en anonimato, y relató las carencias que padecen en la Francisco de Miranda, cuyo terreno está delimitado en los laterales por “muros” de lata, y donde su único baño es compartido por niños, niñas y adultos.

Esta ciudadana narró con preocupación cómo allí combaten circunstancias adversas, como la falta de contenedores para mantener reservas de agua, servicio del cual disponen gracias a una vecina: “Nos pasa la manguera y así podemos llenar una pipa y el tanque”. Ese tanque o, mejor dicho, los restos de este, reposan bajo el sol, a escasos metros de la entrada.

Los niños no tienen pupitres. A cada uno le pidieron llevar su propio pupitre”, aseguró Luzmary Guerrero, madre de un estudiante, quien añadió que “lo mismo ocurre con los utensilios de cocina. Allá no hay platos, y tampoco cubiertos”.

Dentro de las aulas se evidencia el deplorable estado de los escritorios y pocos pupitres que poseen. Algunos sin espaldar, otros desbalanceados de una o más patas, y el resto en un estado completamente inservible, cubiertos de polvo y olvidados en las esquinas.

En la cocina, donde preparan el alimento de los 179 infantes, tienen que servirlo en frascos de margarina y similares, dado que, como mencionó Guerrero, carecen de utensilios, más allá de los pocos que han recibido como donaciones, o compraron por cuenta propia. No obstante, siempre que sea posible, los niños reciben una ración de comida.

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