El diario plural del Zulia

La «devoradora de hombres» y el «tigre de los llanos» Civilización y barbarie

Doña Bárbara y Facundo Quiroga se parecen. Dos novelas latinoamericanas con el nombre de los protagonistas principales: La «devoradora de hombres» y el «tigre de los llanos», así, como los llamaban con respetuoso temor sus respectivos paisanos. Ambos personajes, uno surgido de la pluma de Rómulo Gallegos en 1929 y el otro de la de Domingo F. Sarmiento en 1845, expresan el ímpetu áspero y brutal, el conflicto de su tierra y del continente Latinoamericano.Situaciones distantes temporalmente y cercanas emocionalmente.

Dos mundos similares que se entrecruzan. ¿Cuánto de civilización y cuánto de barbarie? Una dualidad siempre presente, siempre en confrontación, aún irresuelta en el continente Latinoamericano. Una lucha por la sobrevivencia y la afirmación en un mundo adverso y brutal.

Doña Bárbara es la humanidad indómita, instintiva, salvaje e irracional; su opositor, el abogado Santos Luzardo es el logos griego, la emancipación, la razón; el galán educado en Caracas, que sale de su condición de la finca, del contacto con la ancestral «madre tierra»; que sale de la barbarie. La de Doña Bárbara es la vida de la mayoría de los latinoamericanos, a quienes les sustraen la inocencia, la ingenuidad, la virginidad en un duro reto donde primero es víctima y luego victimario.
Santos Luzardo fue enviado a la capital a alimentarse de progreso. Todo le fue dado a él así como todo le fue negado a Doña Bárbara, menos su belleza, que usó como una arma para imponerse en el duro juego de la vida.

En Doña Bárbara se desarrollan tres tiempos. El tiempo del rencor, el tiempo de la ambición y el tiempo del declive. Hija de blanco e india, la humilde condición y su exuberancia le reservaron una triste juventud, que la obligó al peregrinar continuo y a la soledad. Siempre algo le venía usurpado. Este era el tiempo del rencor.

Luego engaña y domina a un rico granjero; lo seduce, le da una hija, Marisela, nunca amada; cambia el nombre de su hato «La Barquereña» con el más abrumador «El Miedo»; y, por medio de artimañas legales, corrupción de funcionarios y brujería, lo extiende hasta convertirlo en latifundio.

Doña Bárbara, con la misma arma de la seducción y del soborno, intenta apropiarse de la hacienda «Altamira» de la familia de Santos Luzardo, quien regresa para rescatar el hato de sus padres de manos de encargados ineptos que lo habían dejado decaer. Sin embargo, los antiguos medios del «cacique», corrupción, amenazas, mentiras, no logran rasguñar la intacta formación del hombre «ciudadano». Confrontación entre la pradera y la ciudad; la barbarie y la civilización, como en Facundo. Esto era el tiempo de la ambición.

Facundo Quiroga era un militar. Era, para Sarmiento, el hombre campestre, residuo de la colonización y caudillo de acción y de revolución federal, altiva y luchador; emboscado por sus rivales y asesinado. Cualquiera en tierra argentina aún afirma que Facundo no ha muerto, «¡Vive aún! ¡Él vendrá!»; sigue vivo en la política y revoluciones argentinas, afirma su autor.
El declive siempre acompaña la historia humana, individual y colectiva. Doña Bárbara y Facundo Quiroga dejan la escena. Dejan la lucha ruda y primordial de la llanura desapareciendo, absorbidos por sus mismos historiales de vida. Igualmente quedan inmortales en la representación popular; seducen la mente de los llaneros creando la épica del campo.

Ambos fueron sacrificados por los autores, frente a la fuerza ineluctable de la civilización ante la barbarie. Facundo, cuando le fue anunciado de un plan para suprimirlo, contestaría soberbio, «No ha nacido todavía el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga». Poco después recibiría un balazo en un ojo. Doña Bárbara cabalgaría hacia el horizonte, engullida por aquella línea donde la tierra se junta con el cielo. «La noticia corre de boca en boca: ha desaparecido la cacica del Arauca», concluye el novelista Gallegos.

 


El presente artículo pertenece a la sección  «Americanología» de la vigesimacuarta edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 07 de julio de 2017.

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