El diario plural del Zulia

Se desploma el hogar de los López

Marianela López y su esposo Gabriel Parra, siempre madrugan. Alistan a su hijo Iván para ir a clases; está en quinto grado. El pasado jueves 21 de julio no hizo falta que la alarma del teléfono sonara. Trozos de roca se desplomaron sobre los muebles. Marianela le advirtió a su esposo que no pasara, pero fue precavido, y al alzar la cortina que hace de división entre la sala y el cuarto, todo el techo de caña brava y leña, se vino abajo.

KT CASA DERRUMBADA (FOTO KARLA TORRES)4

La reacción fue inmediata. Marianela saltó entre los escombros para sacar de inmediato a sus pequeños, en especial a Cristy, su joven hija de 23 años, quien sufre de Hipoxia cerebral (un reducido suministro de oxígeno al cerebro) y estaba en su cuna. “¿Sintió temor?” (Suspiró). “Mucho, pero Cristy sonreía, no veía el desastre como eso, y me volvió la paz”, expresó.

Los vecinos ayudaron, la familia resultó ilesa del derrumbe total de la “sala-cuarto” de su humilde hogar, ese que habita la mujer desde que tiene 17 años, cuando llegó con su madre y sus siete hermanos, hace treinta años.

La vejez de su casa se identifica con la zona donde está ubicada, en la calle Soledad de Veritas, uno de los sectores más antiguos de la ciudad. El espacio que le quedó a la familia apenas permite tener sus dos camas y la cuna de Cristy sobre un mueble viejo. Tienen dos ventiladores cuyo salitre recuerdan aquel jueves; un televisor que no funciona y una conexión improvisada que genera electricidad para el “cuartico”. El resto, está bajo un techo que no muestra durabilidad y unas bases de concreto añejo, cuarteado, remendado con un poco de cemento, y esperanza, esa que mantienen firme para que la casita no se les termine de caer.

“No perdimos más que ropa y algunos muebles, pero no podemos recuperarlos, ni tampoco construir lo que se nos derrumbó”, contó Marianela.

Una ayuda de verdad

Marianela tomó asiento en una de las tres sillas que quedan. Abre paso entre la ropa que guarda en bolsas, y amarra la cortina, que hace de puerta, con un trozo de cinta que gira alrededor de un clavo.

"No pido que me regalen una casa, sino un lugar que le permita a mis hijos una mejor vida. No la quiero gratis, estoy dispuesta a pagarla con mi esposo, vendiendo cositas. Si quiere que me den para arreglar las grietas de mi casa y lo que se me está cayendo, algo”, pidió.

KT CASA DERRUMBADA (FOTO KARLA TORRES)3

Cristy la miraba y sonreía. Con dificultad pidió estar de pie, y en el lenguaje que sólo su madre descifra pidió que la sacara de la cuna. La cargó como un inocente bebé. Su hija necesita pañales talla M o los que se consigan. Además, la situación económica tiene a Cristy sin su oxigenante cerebral, Copode de 500 mg, desde el mes de diciembre.

No pueden esperar más. La familia tiene tres informes de los bomberos que destacan que la casa no está en condiciones para ser habitada ya que puede caerse otra parte en cualquier momento.

 

“La ayuda se la pedí al Gobernador hace pocos meses, hablé con él, me dijo que le llegara a su asistente, ella tomó nota, pero nunca me llamaron”, contó.

La otra parte de la casa es de otra familia, y lo poco que le queda a ellos ni siquiera les pertenece, es de un hermano, por eso insiste en que si alguien puede solucionarle lo hagan, están dispuestos a pagar con trabajo hasta el último aporte.

Marianela desenredó el trozo de tela, bajó la cortina y cerró la ventana del cuarto de Cristy para que descansara. Se sentó a esperar a su pequeño Iván que disfrutaba de un plan vacacional comunitario como medida de distracción ante tanto desastre.

 

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