El diario plural del Zulia

Santa Rosa de Agua, un parador turístico que se reinventa con el tiempo

La visual del Lago de Maracaibo y la venta de pescado frito en todas sus presentaciones son los principales atractivos de la pintoresca comunidad. Los habitantes de los palafitos piden al gobierno local la reparación de las caminerías y apoyo para incentivar el turismo en la zona

“Cambia la aguja cámbiala, cámbiala, cámbiala…”, una de las guarachas más populares de la agrupación zuliana Los Master´s se escucha a lo lejos, levemente distorsionada por la brisa del Lago. A la par, otras músicas bailables, entre ellas las de Argenis Carruyo, El Gran Caribe, Reinaldo Armas y hasta uno que otro vallenato se perciben, junto al olor del pescado frito, desde las caminerías de Santa Rosa de Agua, un asentamiento palafítico que se reinventa para reactivar la economía local. 

Visitar las pintorescas casitas sobre el Lago es una aventura que propios y extraños desean hacer. El contacto con el Coquivacoa, la amabilidad de su gente, la forma de vida de las familias y su inigualable sabor gastronómico, cuyo eje son los pescados y mariscos del estuario zuliano, hacen de este poblado una buena opción a la hora de recrearse sin salir de la metrópoli marabina. 

"Aquí no hay delincuencia como la hubo en un tiempo. Esta zona está limpia de malandros”, expresa enfáticamente Jesús María Piña Zabala, conocido como “Piñita”. El hombre, falconiano de nacimiento, pero maracaibero de corazón, es uno de los comerciantes más conocido del lugar, porque además de llevar las riendas del “Palafito Santa Marta de Agua, pa que Piña”, es un cultor popular innato; gaitero, escritor y compositor de décimas al Lago y a la Chinita. Otro hijo de esta tierra zuliana.  

"Piñita" llegó a los palafitos hace 19 años. Junto a su esposa, Daysi Tomé, adquirió el bohío que pertenecía en ese momento a Francisco Perea Martínez “Don Paco”, el dueño de Casa Paco. Desde entonces la pareja se ha dedicado a su parador turístico, donde las cervezas, el pescado, la yuca y la ensalada no pueden faltar. Y tampoco el refrescante papelón con limón.

Dos cosas me enamoraron de los palafitos e hicieron que me quedara a vivir aquí: la inocencia de los niños y su relación con el Lago. Ver a los muchachitos saltar, zambullirse en el agua y hacer maromas para alegrar a los turistas fue algo que me sorprendió. Después entendí que la gente de aquí es así, feliz con lo que tiene”, cuenta Daysi mientras mira al espejo de agua que la acompaña desde el 2003. 

La pareja ha sobrevivido a los embates de la crisis venezolana, las deficiencias de los servicios públicos y a las enfermedades. Hoy, se mantienen de píe y ofrecen los suculentos manjares bajo su prolijo techo de enea.

Hubo un tiempo en el que Santa Rosa tuvo muy mala fama, había criminalidad y muchos vicios. Gracias a la gestión del entonces alcalde Willy Casanova las cosas mejoraron en este pueblo, resalta “Piñita”.

En 2019, los hijos de Santa Rosa, integrados por nativos de esta localidad, que migraron a varios países del mundo, se unieron para rescatar del deterioro el puente que lleva a los palafitos, rememora el comerciante.

El movimiento tuvo mucha difusión mediática e hizo que el gobierno municipal asumiera el arreglo del paso.  Todas las direcciones de la Alcaldía se metieron a la comunidad y nos brindaron apoyo. Entes del Gobierno nacional también se metieron y acabaron con la criminalidad. Desde entonces contamos con vigilancia lacustre y terrestre. Esta zona está limpia de delincuentes”, recalca.

Para “Piñita”, dejar claro el tema de la seguridad es esencial. Él sabe que la ausencia de turistas y citadinos se debe, en buena parte, a la mala fama que una vez tuvo la comunidad. Hoy, en compañía de los otros comerciantes buscan reivindicar el lugar donde habitan y trabajan.

Como en casa

Llegar al bohío de “Piñita” y su esposa es entrar a la casa de un familiar. La pareja atiende con hospitalidad y esmero. Su deseo es rescatar la clientela que una vez llegó a tener este comercio.

Las puertas del establecimiento permanecen abiertas todos los días, pero la fuerza en las ventas aumenta los fines de semana, días de fiesta y asuetos. “Carnaval y Semana Santa fueron buenos para todos los comercios que hay en este pueblo. Se volvió a ver la alegría en los palafitos”, recuerda “Piñita”, al tiempo que pide más apoyo del gobierno municipal y regional para impulsar la zona turística. “Necesitamos reparar las caminerías y apoyo para muchas familias que tiene sus palafitos deteriorados”, dice.

Entre las delicias que ofrece el “Palafito Santa Marta de Agua, pa que Piña” está el Tripletazo, un plato compuesto de camarón, huevas y corvina, acompañado de patacones, yuca, queso y ensalada con aguacate.

Aquí pueden comer sabroso y económico. Nos ajustamos al bolsillo del cliente. Ofrecemos variedad de platos, bien elaborados, sin el ruido de un equipo de sonido. Para nosotros, el turismo gastronómico no es bulla ni relajo. Es comer tranquilo y disfrutar en paz de la brisa del Lago ”, resalta.

 

Trabajo para todos

"Buenas tardes, bienvenidos". "Pasen adelante". "Estamos a la orden". "Cómo podemos servirle", son algunas de las frases que vociferan los niños y adultos cuando avistan a un extraño llegar a la comunidad palafítica.

Los moradores de este emblemático parador turístico saben que al generar servicios de bienes y consumo dinamizan económicamente su comunidad. Es una cadena en la que gana el propietario del comercio; los empleados de los establecimientos, que en su mayoría viven en la zona. También se benefician los pescadores artesanales, quienes venden su pesca a los dueños de los bohíos.

Todos ganamos. El que bota la basura, el que vende las conservas y el mango verde, el que limpia y arregla el techo de los palafitos. Al haber turismo hay trabajo para muchas familias”, acota “Piñita”.

Aunque Santa Rosa de Agua ha tenido sus altibajos en los últimos cinco años, el movimiento comercial no se ha detenido en ningún momento. Al menos 21 bohíos dedicados a las ventas de alimentos y bebidas sobreviven en la comunidad. Cada uno usa la creatividad y el ingenio a la hora de ofrecer sus servicios. El esmero en la atención al cliente es la clave.  

 

José Tomador Morán, propietario de "El bohío de Charan", abrió las puertas de su hogar hace 15 años, para que propios y extraños pudieran disfrutar de la gastronomía que ofrece. El negocio familiar se caracteriza por preparar el bocachico relleno, queso relleno con camarones, combos familiares de pescado frito, sopa de pescado y cocteles de camarones.

 Quienes nos visitan comen abundante y sabroso. De aquí no salen sin disfrutar un buen plato. Si no tiene para pagar completo nosotros ajustamos el precio del servicio. La idea es dejar al cliente satisfecho y con ganas de regresar”, expresa “Charan” en compañía de su esposa e hijas.

Por su ubicación, al final de los palafitos, este acogedor sitio ofrece una panorámica amplia del Lago de Maracaibo y de los manglares de Capitán Chico. La brisa y el oleaje del estuario nunca paran, así como los merengues, la salsa y la guaracha.

 

Desde los 12 años de edad "Charan" trabajó en los comercios de la zona. Conoce el gusto de la clientela y eso le da una ventaja sobre los nuevos emprendimientos gastronómicos. “La competencia es sana, el que trate mejor al cliente, gana”, dice.

Desde hace dos años intenta ampliar su local comercial, sin embargo, la Policía Lacustre no lo permite. “Tengo los permisos de catastro y de los bomberos, pero aun así no me dan permiso. Me amenazan con una multa ambiental”, expone.

"Charan" al igual que sus coterráneos desea que las autoridades locales atiendan el tema de las caminerías y la limpieza de algunas zonas, que son atiborradas de basura cada vez que llueve.

 

Humberto de Pool, propietario de El Paraíso de Santa Rosa, un local ubicado frente a la plaza, también convirtió parte de su residencia familiar en un local para atender a los comensales. Hace treinta años, su madre y hermanos se unieron para crear este negocio. Aunque hubo un tiempo de receso de las actividades, originado por la crisis económica, recientemente activó el establecimiento. Ofrece el tripletazo, lebranche frito, corvina, camarones al ajillo, rebosados, cocteles y ensaladas de camarones.

 

Cultura y educación para el pueblo añú

Las costumbres y formas de vida de uno de los sitios de más trascendencia y simbología para la región zuliana han mutado a través de los más de 200 años de historia. Sin embargo, sus raíces ancestrales son preservadas con esmero por los cultores nativos.

Greccy Atencio, presidenta de la asociación civil y cultural Niños de Mangle de Santa Rosa de Agua, es una de las tantas caras visibles. Su trabajo está enfocado en el desarrollo de los manglares y áreas costeras. Desde el año 2002 emprende en la formación de los niños añú a través de una unidad dancística. La capacitación se extiende a la música, el canto, la defensa de los manglares y el ecosistema de los palafitos.

Como comunicadora social apoya a su comunidad en la difusión de las noticias positivas y en las carencias y deficiencias de sus hermanos añú. Defiende su cultura, su idiosincrasia, el respeto al ambiente y a sus ancestros.

Somos añú, somos gente de agua, cantores, cultores, pescadores, gente noble y trabajadora que buscamos un futuro mejor”, reitera.

 

 

 

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