El diario plural del Zulia

Los apagones, una nueva razón que empuja al éxodo venezolano

Venezuela vive una nueva ola migratoria provocada por los cortes eléctricos que comenzaron el 7 de marzo

"Traigo a mi país en el bolso y con qué orgullo". Miguel Carrasco llegó a la frontera colombiana sin pesos ni bolívares en su bolsillo, pero asegura vehemente que en su bolsa de viaje esconde un tesoro: la bandera venezolana.

Ahora en Colombia lidera un grupo de cuatro jóvenes, unidos por el destino. Juntos atravesaron la frontera cerrada por las trochas del río, la misma ruta que siguen miles de personas todos los días ante el bloqueo fronterizo impuesto por el Gobierno de Nicolás Maduro.

Los cuatro forman parte de la nueva ola migratoria provocada por el colapso nacional, iniciado el 7 de marzo con el primer apagón, al que han seguido fallas constantes y el racionamiento eléctrico. El agua, las telecomunicaciones, la cadena alimenticia y el transporte multiplicaron su habitual ineficacia, reseña un reportaje de El Mundo.

No me quedaba otra solución que dejar mi lucha dentro para seguir luchando fuera. Si no se cuenta es imposible creer lo que pasa en mi país. He subido y bajado miles de escaleras con cubetas de muchos litros de agua. No funcionan los puntos de venta, no consigo dinero para comida, la búsqueda del agua. Espero que mi país cambie lo antes posible para que podemos regresar, cuenta Carrasco.

La nueva ola extrema aún más la diáspora venezolana, que este año alcanzará los 5,3 millones de personas, la mayor crisis humanitaria de la historia de América Latina. Así lo confirman los cálculos de Eduardo Stein, representante especial de Naciones Unidas, quien reconoce que la inestabilidad del país sudamericano influye en estos emigrantes.

"Zona de guerra"

"El impacto de los apagones es brutal, todos los que pasan por aquí nos lo describen. Antes venían huyendo por el desespero del hambre; ahora los dejan sin luz y sin agua. Es como estar en el medio de una zona de guerra", confirma A. F., uno de los ángeles guardianes del refugio que la Fundación Venezolanos en Cúcuta tiene a pocos metros del puente internacional. Pese a que Venezuela queda al otro lado del río, el hombre prefiere ocultar su identidad.

Los obreros Miguel Hernández (25) y Edwin Flores (30), y el barbero Iván (24) iniciaron su camino hacia Quito, o a "donde sea".

Los apagones son constantes, eso viene, eso se va. De broma tenemos una hora de electricidad y 23 de apagón. Y si no hay electricidad, no hay agua. Hay que buscarla en ríos y en lagunas. Somos seres humanos y no queremos estar sin lo primordial, agua y electricidad, coinciden sumando un argumento tras otro.

Los tres jóvenes forman parte de un grupo de 10 caminantes, que se disponen a emprender la famosa subida al páramo de Berlín, que tantas imágenes dejó al mundo el año pasado.

La carretera que une Cúcuta con Pamplona y Bucaramanga ha vuelto a llenarse de venezolanos, que recorren 200 kilómetros pese a los cero grados de las noches y las constantes subidas y bajadas. Los 10 proceden de Maracay, capital de Aragua.

Daniela Arcaya rodó durante ocho días en su silla de ruedas, empujada por su hija Génesis. Daniela buscaba en Colombia una nueva operación para sanar la vértebra que se fracturó en Venezuela al romperse una silla de plástico sobre la que estaba sentada.

Pero la crueldad no conoce límites en la tierra del petróleo.

"Mis niñas Pilar (16) y Luisa Ángeles (11) están enfermas allá en Tinaquillo (estado Cojedes). La mayor con lechina y la pequeña con epilepsia. No tienen agua ni luz, no funciona el teléfono y no pueden conseguir comida. Y sin medicinas. He decidido regresar a buscarlas, porque aquí me las van a cuidar en la Cruz Roja", explica minutos antes de atravesar la frontera de regreso a Venezuela, con 60.000 bolívares en el bolsillo, recaudados durante la mañana entre personas de buen corazón.

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