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Las ruinas del Comedor Central de LUZ: Cinco años inactivo y en abandono

De aquel bullicioso espacio, que permanecía lleno de estudiantes, solo queda un esqueleto: Techo, paredes y muchos escombros. El "mega apagón" del 7 de marzo del 2019 fue determinante para que las instalaciones comenzaran a sucumbir víctimas de la delincuencia en la zona. En el ala principal, donde se agrupaban las grandes mesas en donde al menos unos 3 mil estudiantes almorzaban, hoy no hay más que un amplio salón vacío.

El Comedor Central Universitario “Dr. Isidro Hernández” de la Universidad del Zulia (LUZ), que alguna vez fue un alivio económico para el bolsillo estudiantil y donde  miles de universitarios acudían para obtener al menos un plato de comida a diario, hoy se encuentra desolado y completamente deteriorado, custodiado solo por árboles frondosos, ramas secas y maleza casi infranqueables.

Ya suma cinco años inactivo y en abandono.

De aquel bullicioso espacio, ubicada entre la avenida Universidad y la calle 5 de Julio, diagonal al Cuartel Libertador, y que de 11:00 a.m. a 2:00 p.m. permanecía repleto de estudiantes, solo queda el esqueleto: techo, paredes y muchos escombros.

A pocos metros de la entrada, de manera casi irónica, sobre un alto pedestal metálico, erigido por la entonces alcaldesa de Maracaibo, Eveling Trejo de Rosales, y decolorado por el paso del tiempo, se leen los enunciados "Manos a la obra" en la parte inferior y "Comedor Universitario Luz" en la superior.

En el interior, en varias esquinas están apilados, producto de actividad humana, más escombros y madera. También hay desechos orgánicos. Esparcidos por toda el área hay prendas desgastadas, tapabocas, un maletín, algunos plásticos y una botella con pegamento para zapatos seco; evidencias de que aún existen algunos visitantes esporádicos, quienes recorren los pasillos del antiguo comedor.

El "mega apagón" fue determinante

Aunque el abandono inició en el 2018, fue determinante el "mega apagón" del 7 de marzo del 2019 para que las instalaciones comenzaran a sucumbir, víctimas de la delincuencia en la zona, según recuerda el profesor Rafael De Espagñolis, quien en aquellos años fue el director de Desarrollo y Servicios Estudiantiles de LUZ (Didse).

La falla mantuvo al territorio nacional sin electricidad por varios días. Valiéndose de ello, antisociales robaron el cableado de la edificación y progresivamente, a pesar de que autoridades salvaguardaron algunos implementos, sustrajeron todo lo que pudieron llevarse.

La asfixia presupuestaria que imprimió el Gobierno central en contra de las universidades autónomas de Venezuela, y entre ellas, la Universidad del Zulia,  también resultó un elemento determinante que terminó de rematar el servicio del Comedor.

Hubo muchos problemas para que, después del apagón, el personal pudiera reincorporarse. Los inconvenientes referentes a la falta de gasolina y la escasez de efectivo también repercutieron en que la presencia de los trabajadores en las instalaciones se redujera mucho”, comentó De Espagñolis, quien señaló que el reingreso a la universidad no se concretó en su totalidad hasta octubre de ese año.

Hogar de murciélagos

Actualmente, en el interior, los matorrales verdes dan paso a una tonalidad gris mucho más tétrica, acompañada del penetrante hedor del moho y el constante chirrido de los murciélagos, quienes adoptaron la edificación, víctima de la dejadez, como su hogar.

Donde antes hubo puertas y ventanas, quedan los umbrales, restos de vidrio y madera húmeda. Sin embargo, los ventanales en la entrada principal, que otrora separaban a los taquilleros de los comensales, quienes canjeaban un pase para disfrutar del servicio, prevalecen, en condiciones casi perfectas, solo apañados por las capas de polvo que retienen.

En el ala principal, donde se extendían mesas, alineadas en filas y columnas uniformes, a las cuales alrededor de tres mil estudiantes (en los últimos días que el comedor prestó el servicio, según Rafael De Espagñolis), seis por cada mesa, llevaban en bandejas su almuerzo: alguna proteína, generalmente acompañada de arroz, jugo, sopa, y un postre ocasional; hoy no hay más que un amplio salón vacío.

Del suelo, cubierto por una gruesa capa de suciedad, restos de anime y materia fecal, se elevan partículas polvorientas tras cada paso. La luz del exterior se cuela a través de algunas pequeñas aberturas en las paredes, los conductos de aire están desplomados en su mayoría, y la cerámica blancuzca, manchada por todo tipo de restos, amenaza con desprenderse de los muros.

De no ser por el par de hornos, el caldero y las campanas, que se mantienen ubicadas en la cocina, todos con motas cobrizas como consecuencia de la oxidación, nadie sospecharía que, aquel galpón desolado, alguna vez fue un comedor.

Desde el exterior, cualquier transeúnte que ignore la actualidad de LUZ podría pensar que el edificio no fue abandonado o, por lo menos, no al punto en el que realmente está. Entre la maleza, este todavía sobresale, a duras penas, como una estructura que seguramente miles de zulianos vieron al menos una vez. Mientras que, sobre la vía, se extiende la pasarela que lleva hacia este, esa que aún preserva su pintura multicolor, llena de hojas y ramas, casi invulnerable al paso del tiempo.

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