El diario plural del Zulia

La oralidad en la prensa, arma de doble filo para el periodista

“Uniformar a los niños cuesta un ojo de la cara”.

“Sindicatos trabajan con las uñas”.

“El remedio es peor que la enfermedad”.

Si no se tratase de códigos ya establecidos en la relación autor/periodista-lector, estos titulares, aparecidos todos en la prensa escrita, carecerían de sentido lógico. A partir de esas construcciones lingüísticas se estudian los rastros de la oralidad en el lenguaje periodístico. En una conferencia dictada por la profesora universitaria Laura Morales, en el marco del Día Nacional del Periodista, se proyectó una posibilidad bastante remota de la escritura: la omisión de vocales y la preponderancia de las consonantes. Algo así como “T frmas aki abj y I aya” (Tú firmas aquí abajo, y yo, en la raya).

Aunque lejos de pasar en la prensa escrita, hay aproximaciones que alarman a los académicos. Morales, en la ponencia presentada en la Universidad Rafael Urdaneta la semana pasada, presenta el siguiente ejemplo: “Facultades fueron divulgadas, ayer, en Gaceta extraordinaria”.

Aquí hay tres problemas, según Morales.

El primero, la alteración del orden lógico de la oración; el segundo, el uso de la voz pasiva y, por último, de sentido. “Lo que suceden en estos casos es que la oralidad es contextual, mientras que la escritura no, pues ésta necesita el contexto para completar su sentido”.

datosversionfinalEsta tendencia de dar por sentado el entendimiento del lector por códigos establecidos en la prensa escrita está relacionada con el lenguaje usado en la mensajería de texto instantánea. Edición vocálica, supresión de artículos (el, la) y determinantes (de, un) y darle mayor importancia a la fonética son algunas de las características de los sms trasladadas a textos informativos.

Desmontando el discurso

El profesor César Pérez, en su trabajo Las marcas de oralidad en el discurso informativo de la prensa escrita zuliana, plantea que la escritura es más seria y rigurosa y exige un grado mayor de planificación en la producción lingüística, manejo del léxico, de formas gramaticales y corrección ortográfica.

En cambio, el lenguaje oral es coloquial, por tanto, la confusión crece y es difícil comprender el contexto. En el lenguaje periodístico pasa que no se tiene clara una diferencia entre una competencia comunicativa para lo oral y una competencia comunicativa para lo escrito, explica en su trabajo de investigación.

Titulares como “Uniformar a los niños cuesta un ojo de la cara” obliga al receptor del mensaje “a continuar con la lectura para poder conocer de qué trata la información”. No se invita, se obliga. “No se brinda mayor cantidad de datos informativos (…) Un titular informativo debe tener claridad, autonomía y no tener dependencia con otros elementos”.

Pérez explica que lo escrito se percibe visualmente gracias a las grafías, y lo oral, gracias a los oídos. De hecho, “hay evidencias que demuestran que el lenguaje humano es eminentemente oral y la escritura es un sistema secundario”. Por muy similares que sean ambos sistemas de comunicación, la principal diferencia entre ellos reside en la reducción de contexto del lenguaje escrito. “La escritura obliga a describir”, defiende Laura Morales.

datosversionfinalEl titular “Máquinas habilitadas dan para validar 600 mil firmas” da por sentado —producto del contexto intralingüístico propio de la oralidad— que el lector debe saber que las computadoras donde se registran las firmas para activar el proceso revocatorio que la oposición venezolana promueve contra el Gobierno nacional nos son su cientes. Ese titular es otro rastro de la oralidad en los periódicos.

Los periodistas tienen como instrumento el lenguaje, ese lenguaje que con el tiempo se ha transformado por su necesidad de comunicar mejor. Laura Morales asegura que los periodistas son artífices de la palabra, capaces de cambiar el idioma. Por caracterizarse de esa manera, es que han trasladado al español anglicismos y han sustituido vocablos: en vez de “anciano” escriben “tercera edad”, o en vez de “refuerzo”, “reforzamiento”. En ese sentido, se toman licencias para instaurar términos que, una vez calados en la población, se aceptan en la academia.

 

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