El diario plural del Zulia

La dieta de la crisis se basa en huesos y bofe

El hambre era tan inaguantable en Europa para la época de la posguerra, que un día cayó un burro muerto y la gente se peleó por los pedazos de carne. En Venezuela, aun cuando no hay registros de momentos similares, se sabe de amas de casa que encuentran cables en la calle, los queman, le sacan el cobre y lo venden como metal.

Maritza Canadel vive en el barrio 27 de febrero de Maracaibo. Su puño izquierdo apretaba, a las 4:40 de la tarde del miércoles pasado, 750 bolívares recibidos a cambio de medio kilo de cobre vendido a las chatarreras de la prolongación de la Circunvalación 2.

—Y me faltan 500 para completar el paquete de harina— admitió casi en contra de su voluntad.

Con ese paquete de harina cenarían, esa tarde ella, su esposo y sus dos hijos en edad escolar. Rogarían, algunas horas después, que quedara un poco para el día siguiente y, tal vez, regalarle algo a su hermana Alejandrina.

En el barrio 27 de febrero, parroquia Idelfonso Vásquez, no hay más de mil habitantes. Está en el oeste de la ciudad, una de las zonas más pobres aunque limita con el norte. Probablemente allí habita un grueso de zulianos que, según el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), come dos veces al día (53.8 %).

En una población con cuatro millones 141 mil 572 habitantes, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas para 2016, ese 53.8 equivale a la mitad de adultos, jóvenes y niños de 21 municipios zulianos.

En casa de Maritza no comieron nada el día anterior de la venta del cobre, solo tomaron agua. Desde el año pasado hacen dos comidas “y si acaso”. Un par de horas luego, ella recordaría que apenas tenía en el estómago una sopa de huesos que hizo para el almuerzo. —Sé a qué sabe la carne por los huesos que compro— confiesa entre penas y risas.

Bajan las balanzas

Las proteínas y los carbohidratos, elementos esenciales en la dieta del venezolano, desaparecen cada día. La Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición, planteó que el consumo de kilocalorías persona/día —para 2015— se ubicaba en mil 930 kilocalorías, lo que equivalía a una reducción de 18 por ciento más con respecto a años anteriores.

Para Werner Gutiérrez, ingeniero agrónomo y docente de la Universidad del Zulia (LUZ), eso significa que más del 80 por ciento de los venezolanos está por debajo de la ingesta diaria de kilocalorías necesarias para mantenerse —dos mil 300 kilocalorías/día—. 50 % de la población se encuentra en deficit de calorías. De hecho, hasta 2015, ya se contaban seis mil 200 personas que comían dos veces al día. La cena es de la que más prescinden.

“La dieta de Maduro”, la llaman, medio en serio, medio en juego. Se compone principalmente de harinas: pastas, pan y arepas. A falta de pollo, carne, arroz, maíz, huevos o queso; hay mortadela, concha de plátano, huesos, cueros de carne y bofe —vísceras de las reses—.

Alejandrina Canadel las comió hace unas semanas. Dio a sus hijos, siete en total, y a su esposo, cuyas marañas nunca son suficientes para poner comida sobre la mesa tres veces al día.

—Estaban muy duras, pero fue porque las cociné mal. Las tengo que hervir por mucho tiempo para que se pongan blandas— se corrige.

Sus hijos debieron morder muy fuerte para partir el bofe. Dos de sus hijas rieron al recordar los esfuerzos que hicieron involucrando dientes y mandíbula para masticar. Es lo que pueden costear: un kilo de bofe vale 600 bolívares.

datosversionfinalAlejandrina ha disminuído de peso. La balanza marca 57; bajó diez kilos en dos meses. Su hija mayor también. El miércoles pasado la jovencita —madre de dos niños— usaba una bermuda de jean que en abril no le subía más allá de las caderas. Y esto es entendible, pues al cuarto mes del 2016 su talla era 36, y ahora, es 30. Su hermano Óscar López antes se ponía pantalones de talla 42. Ahora, todos le bailan en el cuerpo porque debería usar de talla 36.

Gutiérrez sostiene que Venezuela está en hambruna. Fátima Urdaneta, directora de la escuela de Agronomía de la Universidad del Zulia, opina que en el país hay inseguridad alimentaria, conclusión que nace a partir de las clasifi caciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El periodista Luis Carlos Díaz, en su artículo Sobre el uso de la palabra hambruna en Venezuela, asegura que la hambruna “implica un aumento en la tasa de mortalidad por hambre”, incremento aún no registrado en el país, pero que podría darse de no encender las alarmas. “Una tasa de mortalidad por hambre de 2/10.000/día, que calificaría como una Catástrofe Humanitaria, implicaría que en una población como la de Caracas (7,9 millones de habitantes), cada día muriesen más de mil 500 personas, entre otros indicadores planteados por la definición (…) Más del 80 % de un país con 30 millones de habitantes no gana lo suficiente ni siquiera para comer completo (…) No es la consecuencia de un desastre.

Rastros históricos

Cuando el burro cayó muerto en alguna calle de Europa corrían los años de la Guerra civil española —1936 y 1939—. Y cuando hubo en Venezuela una ama de casa buscando cables para vender el cobre de su interior transcurría el décimo sexto año de la revolución bolivariana.

cifraversionfinalLa postguerra española fue más larga que la guerra. La causa: la política económica autárquica, cuya característica es condicionar a una sociedad al autoabastecimiento. Las naciones con este sistema rechazan toda ayuda externa. Aunque el país de Bolívar no viene de un enfrentamiento similar, pero sí de gobiernos militares, la Presidencia se niega a aceptar la ayuda humanitaria internacional.

En España también faltó el arroz, patatas, harina, carne y azúcar. Solo se podía obtener pan una vez cada cinco días. Aquí, al primer trimestre del 2016, las colas en las panaderías recorrían cuadras enteras. Desaparecieron los medicamentos y los más elementales medios médicos. Brotaron las enfermedades. Para 1941, España se quedaba sin gente, o se morían de hambre o se iban.

Todo parecido con la realidad venezolana no es coincidencia porque la historia es cíclica. El abastecimiento en la España franquista no fue eficiente, al igual que el del Gobierno actual en tierras criollas. En 2010, expropiaron Agroisleña y el Gobierno creó Agropatria, empresa que sustituyó a la primera en el suministro de agroinsumos al mercado agrícola venezolano.

Desde entonces, los años agrícolas corren peligro, indica Werner Gutiérrez, así como el estómago del venezolano.

 

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