El diario plural del Zulia

Jóvenes del liceo Baralt exigen recuperación de su plantel

Las mismas razones que tuvo Humberto Fernández Moran, para no desprenderse de su nacionalidad venezolana, a cambio del Nobel de la Paz, ha de ser las mismas de estos tres chamos, por no dejar que su institución se desplome.

Moran los hubiera aplaudido. Seguro lo está haciendo. Es imposible pensar que la primera institución de la región, Rafael María Baralt, fundada mucho antes que el Hospital Universitario de Maracaibo, pueda estar sesgada por la desidia y la violencia. Que sea hoy el epicentro de tragedias, cuando en su momento fue lugar de historia y de acontecimiento que enaltecían a la ciudadanía regional y nacional.

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No lo aceptaron. Saben la importancia que tiene su liceo; hombres y mujeres importante que ahí se han formado, por eso no se desprenden del sueño de salir graduados del liceo que los hacen baraltianos, los hace grandes.

Cuando la sangre del joven Freddy Castro se mezcló con la arena árida y el imponen sol de la mediodía, la tragedia de ver perder la vida por un teléfono celular, empañó al Baralt. Pero fue la muerte de este estudiante de solo 14 años quien encendió la mecha de una antorcha que Luis Hoyo, Yuivana Pérez y José García decidieron llevar, no solo por el respeto a la educación, sino por la injusticia de que esta y la muerte sean aliadas.

Salieron en defensa de sus derechos y hasta ahora no son más que el ejemplo del liderazgo estudiantil y la imponencia que tiene la juventud.

El motivador

Era 2010 cuando llegó al Baralt. Vivía cerca, pero debió mudarse a La Musical, del barrio El Marite, parroquia Venancio Pulgar. La distancia no le pegó, pero lo que sí lo marcó fue el cambio que dio su liceo. José García, estudia 5to año de Ciencias y el encargado de motivar a cada estudiante que sienta que ningún esfuerzo por la institución valdrá la pena.

“Mis hermanas salieron egresadas de aquí, hasta mis tíos. Era un buen liceo, pero muchas cosas cambiaron”, dijo con melancolía.

Los dos primeros años, todo marcha bien, recordó. Incluso, eran protegidos por la Unes; daban teatro, teníamos comedor hacían actividades extracurriculares deportivas, recreativas; pero de la nada empezaron “las tiraderas de piedra, los profesores no querían dar clases, todo era un caos”.

¿Qué trajo el caos? para José, el desorden administrativo, el desacuerdo entre los profesores, obreros, empleados. No iba a quedarse atados de brazos, decidió luchar por su liceo y motivar a todos los estudiantes para lograr el rescate del plantel.

Para el chamo que sueña con entrar en la Unefa o pertenecer a la población de la Facultad de Ingeniería de LUZ, las posibilidades de recuperar el liceo van por buen camino. Él es ejemplo de eso.

La constancia es la mejor virtud de este joven, quien a pesar de no vivir con su padre biológico, tiene como norte la superación para lograr que su familia viva el éxito que desde ahora cosecha académicamente.

El líder

Mira jo, respira y no titubea para decir que se siente orgullo de ser del liceo Baralt. Este joven se ha convertido en el líder de una masa estudiantil que sobrepasa los 700 estudiantes. Luis Hoyo, estudia 5to año de Humanidades, es la voz; es ejemplo de lucha.

Recordó la mañana en la que llegó y vio su salón sin ventiladores. Se los habían robado; tiempo más tarde, una seccional amaneció quemada. “Sentí ira, rabia, y la utilicé para generar cambio, y lo logré”, dijo con guiño y sonrisa. Organizó a los estudiantes y por primera vez en mucho tiempo las autoridades de educación voltearon su mirada al Baralt.

En su hablar se delata su sentido de pertenencia por el liceo, por la ciudad, por el país. Por ello, hizo el llamado a las autoridades regionales, y manifestó que “si quieren nombrar al liceo patrimonio cultural del Zulia, que vengan ayudarnos primero, pues aquí nos han robado desde las computadoras, hasta las ollas. No lo podía permitir, por eso me motivé a luchar”.

Luis es el reflejo de muchos jóvenes que desde sus liceos buscan emprender y empezar a marcar la línea del éxito. Va por buen camino. Quiere estudiar en LUZ, pero más que eso, quiere seguir siendo luchador por su patrimonio. Quizá lo heredó de su madre y su tío, también baraltianos.

La guerrera

Del barrio San José sale todos los días. Se monta en el bus de Noroeste, y desde el Cuartel Libertador camina hasta el Baralt. Avanza sin prisas. Su timidez no combina con el temple que expresa sus argumentos ante la búsqueda de la institución que tanto lee en portales digitales y en libros de grandes autores. Yuivana Pérez está en 4 to de Ciencias, y con apenas 15 años ha logrado el giro que tanto necesitaba el Baralt.

Es su primer año académico en el liceo. Llegó con miedos, pero la defensa es uno de los mejores dones de esta joven estudiante. En sus investigaciones descubrió que su nuevo lugar de aprendizaje estaba azotado por el hampa y que casi diariamente algo se robaban liceo. La biblioteca fue lo que más lamentó Yuivana.

Entró a la brigada, Otra Visión, ahí conoció a Luis y desde entonces han decidido sacar al Baralt a flote.

Es el centro del triangulo que logró que se creara, desde la Zona Educativa una comisión para recuperar los espacios, pero sobre todo la seguridad en la institución. “La vigilancia es prioridad, pues, si nos entregan algo en seguida se lo robarán”.

Su sueño es estudiar Medicina, Ingeniería, Educación, o cualquier carrera, pero en LUZ. Sus notas son ejemplo de que lo que hoy empaña al plante no cubre a la academia y la preparación de estos chamos.

Vive con su madre, sin su padre, pero protegida por su hermano policía, quien constantemente le dice que se salga de ahí, que puede estudiar en otro liceo, pero está convencida de su propósito “y no me iré sin lograrlo”.

Es grande ser baraltiano, ese es el lema del liceo, ese es su bandera ante una sociedad que ha querido juzgarlos por ser parte del liceo Baralt, pero no tienen idea de todo el talento que se forma entre esas paredes. Los tres lideran además con las mejores calificaciones.

 

 

 

 

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