El diario plural del Zulia

En medio de la desidia, Maracaibo conmemora sus 490 años

Pese a las dificultades que se han visto obligados a padecer, la calidez de su gente y el caluroso clima diferencian a Maracaibo con otros destinos; siempre jocosos, las ocurrencias de los marabinos sacan una sonrisa al más gruñón

La primera ciudad de Venezuela está de cumpleaños. Irónicamente, Maracaibo, tierra donde se encendió el primer bombillo eléctrico del país y funcionó el primer teléfono, cumple sus 490 años totalmente apagada, en medio de una severa crisis eléctrica que arrebata a los hijos de la Tierra del Sol Amada la alegría y las ganas de celebrar su aniversario.

Muchos quisieran no tener los ánimos por el suelo para conmemorar su día, pero la realidad de cada ciudadano es tener que vivir todos los días con horas de desvelo sobre su cuerpo, aunado a la grave situación económica que golpea el bolsillo del venezolano.

Sin embargo, pese a las dificultades que se han visto obligados a padecer, la calidez de su gente y el caluroso clima diferencian a Maracaibo con otros destinos; siempre jocosos, las ocurrencias de los marabinos sacan una sonrisa al más gruñón.

También es reconocida por ser cuna de “El gran Bolerista de América”, Felipe Pirela, y del gran poeta Udón Pérez, terruño escogido por la Virgen del Rosario de Chiquinquirá y la capital del estado que alguna vez se llamó “Pequeña Venecia”.

El 8 de septiembre de 1529, el alemán Ambrosio Alfinger, quien fue el gobernador de la primera provincia venezolana, bautizó la capital zuliana como “Villa de Maracaibo“, pues carecía de un cabildo que le confiriera el carácter de ciudad al momento de su asentamiento.

Tuvo cuatro nombres; “Nueva Anda Lucia”, la llamó Alonso de Ojeda en 1501; Alfinger la nombró Villa de Maracaibo en 1529; Alonso Pacheco la renombró como Ciudad Rodrigo en 1569; y en 1574, Pedro Maldonado la consagró como Nueva Zamora de Maracaibo.

Mía cuando ríes, mía cuando oras, mía, a todas horas, Maracaibo mía. ¡Cuna de mis padres y de mis abuelos, cuna de mi ida, para siempre ida; cuna de mi prole y en donde mi vida se abrió como un cáliz al sol de sus cielos”, recita el gran Udón Pérez.

Al otro lado del puente General Rafael Urdaneta, un voseo autóctono de la metrópolis y un coloquial “¡Qué molleja, primo!” reciben a quienes desde otras partes del país vienen a visitar la Basílica de la Chinita, la Plaza Baralt, el Malecón, la Vereda del Lago, la Iglesia Santa Bárbara y el bulevar Santa Lucía.

Lea también
Comentarios
Cargando...