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El Ipasme por dentro: el viacrucis médico y social del maestro zuliano

En un recorrido por el instituto que ofrece asistencia médica y gratuita a los docentes zulianos, Versión Final constató la escasez de materiales y falta de mantenimiento en infraestructura. Servicios como radiografías y laboratorios dejaron de existir en el centro médico. Los beneficiados exigen que el Ipasme vuelva a ser lo que era antes

Cuatro horas de plantón le pasaron factura a María Hernández, una secretaria de una escuela al oeste de Maracaibo, quien acudió al Instituto de Previsión y Asistencia Social para el personal del Ministerio de Educación (IPAS-me) a una consulta con el neurólogo. En medio de la larga espera sufrió una leve parálisis facial.

La mujer, que lleva seis años inscrita en el seguro, pidió la cita en febrero y se la dieron para un mes después. Llegó a las 9:00 am de este martes 14 de marzo, se anotó en la lista de pacientes y aguardó por el especialista hasta pasada la 1:00 pm.

Justo a esa hora, la situación se volvió “desesperante”, el calor del mediodía, el estrés al no ser atendida, dolores de cabeza y un sorpresivo corte eléctrico, fue el contexto que precedió al desconcertante episodio. Allí sintió cómo se le adormecía parte del rostro.

Es una historia más del viacrucis de los maestros en el “Ipas”. La imagen dista mucho de lo dicho por la ministra de Educación, Yelitze Santaella, en el estado Cojedes, al asegurar que los venezolanos deben trabajar más en un “salario social” para tener un Ipasme “digno” y “medicinas”.

Sin embargo, la realidad es otra. Al entrar al viejo y rectangular edificio de dos pisos, ubicado en la calle 67 (Cecilio Acosta) de Maracaibo, cercano de la Facultad de Ingeniería de LUZ, sus pasillos desolados y un sinfín de oficinas vacías, difieren mucho de aquel espacio que durante años fue el alivio para los maestros.

Baños sucios, ascensores dañados, techos rotos y aires acondicionados fuera de servicio, son algunas de las necesidades que afligen a los pacientes que esperan hasta más de seis horas para ser atendidos en consultas.

Las penurias del seguro social, además de ser molestas para el público son perjudiciales para los asistentes, en especial los que tienen una discapacidad. Una mujer enyesada de una pierna, debió subir al primer piso por las escaleras, esforzándose con sus muletas, al encontrarse con los ascensores averiados. 

Láminas de cielo raso caídas, daños en las paredes y esquinas, son otros de los detalles que demuestran la infraestructura deteriorada.

En el primer piso, un desagradable hedor emerge desde los baños, que además de permanecer sin agua, papel ni jabón, son los únicos en el instituto que funcionan.

La frustración de los pacientes no solo es producto de un espacio rodeado de insuficiencias, también es la larga espera para ser atendidos, ya que, dado al poco personal médico y la gran cantidad de personas, las citas para consultas pueden llegar a demorarse hasta cuatro meses o más.

“Ser beneficiado no es tan fácil”, tal fue el caso de Nelson González, quien pidió una revisión en cardiología la semana pasada y se la agendaron para noviembre de este año. Mientras que, otra paciente solicitó en febrero una consulta en ginecología y se le otorgó para abril.

En el instituto, los afiliados contabilizaron que 12 especialidades siguen funcionando en el Ipasme, aunque unas con más carencias que otras. Como: Oftalmología, Cardiología, Neurología, Traumatología, Ginecología, Odontología, Fisiatría, Urología, Medicina General e Interna, Dermatología y Pediatría.

Asimismo, los servicios como laboratorio o radiografías dejaron de funcionar desde “hace mucho tiempo”, según indicó un grupo de siete personas que esperaban consulta con el urólogo y recordaron a Versión Final los gastos que implica hacerse estudios en clínicas.

María Hernández contó que, al no haber un neurocirujano en el Ipasme, tuvo que pagar 50 dólares por una cita en un centro médico privado, un monto que golpea el mermado sueldo que recibe el personal educativo hoy en día.

“Nuestro sueldo es una lástima, una miseria, pero el de los médicos está igual, entonces ¿con qué voluntad trabajan?”, expresó Hernández.

Mientras tanto, la farmacia “rara vez” tiene la mayoría de los medicamentos que solicitan los pacientes. Incluso, los artículos de bioseguridad como guantes o mascarillas brillan por su ausencia, ya que testigos afirmaron que en odontología, los médicos exigen llevar dos paquetes de guantes a la consulta, por lo tanto deben ser comprados en otro lado.

Servicios recreacionales olvidados

La asistencia médica no es lo único que extrañan los maestros. El Ipasme cuenta con servicios recreacionales como dos hoteles que eran ofrecidos a los docentes y sus familiares para que vacacionaran en ellos. Sin embargo, ahora se encuentran “en total destrucción”.

Una especie de cabaña y sobre un páramo se observa el Hotel Valle Grande, en Mérida, y con un ambiente tropical a orillas del mar se ubica el Hotel Ipasmar, en Tacarigua de la Laguna en Miranda, dos “paraísos vacacionales” que actualmente solo muestran una sombra de lo que eran.

En conversación telefónica con Versión Final, el secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores de Venezuela (Fenatev), Nixon Acurero, calificó los servicios recreacionales del Ipasme como “un pedazo de Miami” haciendo referencia a los complejos hoteleros que muchos maestros aprovechaban para celebrar sus momentos especiales en familia.

“Eran tan bonito esos hoteles que yo celebré hace 27 años mi luna de miel allá”, comentó Nixon al recordar la grata experiencia que vivió en los espacios del “Ipasmar”.

Al salir gratuito el hospedaje y contar con tarifas accesibles, lo económico es lo que permitió a los educadores disfrutar por años estas atracciones turísticas diseñadas para los afiliados del Ipasme y que hoy necesitan “rescatar de sus condiciones críticas”.

Mientras tanto, otros servicios beneficiarios que iban desde un programa de viviendas, donde eran ofrecidas casas y apartamentos subsidiados a los maestros, hasta rifas de vehículos y créditos hipotecarios “ya no funcionan”, precisó el secretario general.

Muy diferente a lo que era antes

El calor y la humedad que se siente al estar los aires acondicionados dañados y en espacios cerrados donde no hay ventilación, llevó a Karlota Fuenmayor a contarle a Versión Final que “antes el Ipasme parecía una clínica”, pero ahora padece de muchos servicios que mantenían su calidad y buena atención.

Por otra parte, los maestros y sus familiares (mamá, papá, hijos y esposos) afiliados al Ipasme, contaban años atrás con un seguro privado donde eran atendidos en dos clínicas privadas.

Según Fuenmayor, el beneficio que recibían dejó de funcionar aproximadamente “hace ocho años”, luego de recordar que su hijo nació en un centro privado gracias a ese seguro y con todos los gastos pagados.

¿A dónde se va mi dinero? Es la pregunta que se hacen los maestros al tener que pagar una mensualidad en un Ipasme que “funciona a medias”. Además, la falta de doctores retrasa la atención de las personas, al solo haber un médico para cada turno y más de 20 pacientes que se quedan a la espera.

"El Ipasme en realidad funciona a medias, no es lo que nosotros merecemos o necesitamos, no tenemos seguro de nada, de ningún tipo”, indicó la docente Ledis Chang.

El secretario general del Fenatev añadió que “el Ipasme era una de las instituciones que mayor presupuesto tenía”, aunque insistió que esto fue decayendo cuando “se perdió la exclusividad” y ahora no solo atienden a los maestros, sino a cualquier persona que llega.

La radiografía no solo presentó el estado crítico del instituto zuliano. También, según Acurero, los Ipasme a nivel nacional están necesitados de un “programa de mantenimiento” urgente, así como atención en las deficiencias de estructuras e insumos.

Finalmente, las debilidades e insuficiencias que padece el seguro médico de los educadores sólo se suma a la gran cantidad de injusticias que van desde un salario insuficiente hasta la desfachatez de un patrono que no atiende las súplicas del sector educativo.

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