El diario plural del Zulia

El Gobierno tiene al cáncer en una eterna “sala de espera”

Hay una lista de espera. Larga y costosa. La hermana de Amy Barroso, tiene un amigo que trabaja en Colombia; su conocido es cercano a una mujer que tiene acceso a medicamentos para el cáncer. Unos 30 mil bolívares debió pagarle Amy para que le consiguiera una caja de 16 ampollas de Ara-C, una quimioterapia fundamental para atacar la Leucemia Linfoblástica Aguda, que padece su pequeño hijo Marcos, de 8 años.

Este medicamento lo administraban en el Hospital de Especialidades Pediátricas, donde entró su hijo el 8 de septiembre de 2015. No llegó más. Desde hace tres meses, la enfermedad y su tratamiento son una quimera. La Constitución de Venezuela, en su artículo 83, apunta que “la salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida”.

En casos como el de Amy y su hijo es letra muerta. Les faltan soluciones al 0,9 y al 0,30%. Cada una debe comprarla en tres mil bolívares. Cuando al pequeño lo hospitalizan, utiliza 30. ¿Quién le da soluciones a esta madre de escasos recursos? ¿Qué institución está abocada a velar por la recuperación satisfactoria de su hijo Marcos? Hasta ahora, el Gobierno nacional los mantiene “en espera”.

Amy forma parte de las madres que se han cansado de enviar cartas, de hacer potazos, de hacer llamados comunicacionales, para que los niños reciban sus tratamientos. Pero el Estado insiste en poner el dedo en el sol y voltear su mirada a una realidad, que a juicio del doctor Kaled Richani, padre de la pequeña Salma, niña diagnosticada y curada de cáncer, “los niños se están muriendo por falta de quimioterapia, por falta de insumos; ¿cómo se van a morir en Venezuela los niños por falta de recursos?”

Los ejemplos de desatención gubernamental recaen en los infantes, que luego de cumplir heroicamente su tratamiento, no pueden llegar a remisión por falta de medicamentos. Richani recordó al pequeño Santiago Riera, diagnosticado con Leucemia Mieloide Aguda, “enfermedad que se cura en un 96%, se murió por el desabastecimiento, a él lo habían aceptado en España, pero lamentablemente los doctores no pudieron llevarlo a remisión, pero claro si no tienen las medicinas”, denunció el experto.

Desespero

Anunciar la crisis humanitaria en el país ayudaría a salvar vidas. Así lo ve Analee Ramírez, directora general de la Fundación Amigos del Niño con Cáncer, quien explicó que mientras el Estado no autorice la entrada de medicamentos en grandes cantidades al país, está limitada y hasta restringida la búsqueda, porque “en los países cercanos hay medicamentos, pero no los podemos traer porque necesitamos tener el aval”.

El cáncer no espera. Solo en el mes de mayo, unos tres infantes fallecieron, todos a la espera del Gobierno nacional, únicos responsables de ofrecerles los medicamentos. Oliver Sánchez, de 8 años; Isabela Salazar, de 3 años; y Santiago Riera, de 5, ya no están.

Mientras el Gobierno no da respuestas, los padres buscan alternativas fuera de las fronteras, pero no muchos tienen suerte, no todos pueden contar la historia de Salma, Gaby, o Hénder, pequeños diagnosticados con cáncer.

La diferencia entre ellos con el resto de los pacientes es mínima, sus padres lograron por terceros conseguir que sus pequeños salieran del país, pero embarcar un avión no es tan simple. Hénder (progenitor) contó su historia que tuvo un final feliz gracias a su instinto de padre y una llamada telefónica al Hospital St. Jude en los Estados Unidos, pero la salida no es esa. El país debe darle por ley a sus niños todas las comodidades y posibilidades de curar aquí su enfermedad, o en tal caso, buscar ellos los enlaces en el exterior para salvar sus vidas. No pasa, no constantemente.

Recordó que en su estadía en los Estados Unidos, en 2015, por el tratamiento de su hijo, eran la única familia venezolana que estaba en St. Jude. “El Gobierno nacional es totalmente indiferente a ese gravísimo problema de salud pública, tiene un total desinterés por los pacientes que pasan por esta situación. No hay medicamentos, no hay recursos”, reclamó.

Hénder hizo énfasis en la evolución que no ha tenido la medicina venezolana, desde sus profesionales que han emigrado en cantidad, en sus equipos, que deben ser de avanzada tecnología, y sus medicamentos que no los puede manejar cualquier institución.

Para él, Venezuela está muy lejos de lograr la sanación de estos pequeños, incluso las fundaciones que prestan el apoyo también se le está haciendo cuesta arriba ayudar a los niños. “El cambio monetario los perjudica, la devaluación del bolívar, no pueden acceder a medicamentos ni equipos que pueden ayudar a los niños en Venezuela”.

La situación país empeora el avance en la salud de los niños, así lo siente Hénder, que se pregunta: “¿Cómo un hospital puede recibir a un paciente cuando no tiene los recursos, los medicamentos para tratar esta compleja enfermedad? Varios médicos me lo dijeron, aun respetando, porque conocen los buenos doctores con los que cuenta Venezuela, pero el medio, el entorno no les ofrece las posibilidades para desarrollar el tratamiento adecuado a cada paciente. No lo hay”.

La esperanza de un padre no la apagan las instituciones. Pero ellas son el empuje y median tras el diagnóstico de cáncer. Amy se acercó hasta una fundación, donde le indicaron que su hijo podía gozar de un trasplante en el país. Pero debe comprar todo, costear hasta su hospedaje. Se plantea como única solución salir de Venezuela con la ayuda del Gobierno. No pierde la fe. La mantiene intacta la esperanza, aunque llore en todo momento.

 

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