El diario plural del Zulia

Al amor de madre no lo vence el cáncer

¿Usted me está diciendo que mi hija tiene cáncer?”. Era miércoles 25 de marzo de 2014. Edna Cañizares lo recuerda intacto. Su vida se venía abajo.

letrasversionfinalA seis horas de Cúcuta, en Ocaña al norte de Santander, Colombia, Edna nació y creció. Su vida, para entonces era como la de cualquier joven. Estudiar y ser Bióloga era la meta propuesta, pero aún no ha llegado.

El amor la hizo cruzar fronteras, casarse y hacer familia. Era 2007. Tres años después se entera que sería madre. María Gabriela o “Gaby”, llegaría a su vida.

“Era sana y hermosa. Le decía ‘mi bonita’. La peinaba todo el tiempo, jugaba con ella”, recuerda, mientras intentaba deducir cómo le pasó todo.

Gaby iba a la escuela, tenía amiguitos, era una niña normal. Mientras, Edna trabajaba en la peluquería incansablemente para darle las comodidades y gustos. “Cuando llegamos a Venezuela vivimos en Coro, ahí Gaby hizo su niñez, pero iba muy poco a sus actos. No disfruté mucho de sus cosas de niña por el exceso de trabajo”, se lamenta.

Un dolor en su pierna no alertó a sus padres. Edna seguía trabajando. El dolor se intensifi có y fue ahí cuando decidieron llevarla hasta el Hospital Central de Coro. Gaby no caminaba. “Pensé en mil cosas, hasta que era exceso de malcriadez, no imaginé nada malo”. De ocho días de supuesto tratamiento que debían permanecer en el recinto hospitalario, fue un mes de incertidumbre, “porque no le hacían nada para sanarla, ni siquiera ellos sabían qué tenía Gaby”, cuenta.

Aferrada a la fe Dios, a él y su poder divino se aferró todos los días, incluso cuando desconocían lo que la niña padecía, incluso cuando la desahuciaron. “Dios nunca falta”, repitió en varias oportunidades.

¿El reto? Llegar a Maracaibo sin conocer la ciudad. A su llegada sólo se concentró en dos lugares: El Hospital de Especialidades Pediátricas y la Fundación Amigos para el Niño con Cáncer (Fundanica). “Una amiga me puso en contacto con monseñor Roberto Lückert y casi al día siguiente estábamos en la Fundación recibiendo las atenciones”.

Todo fue, o ha sido rápido. Doloroso y emocionante. La vida le cambió a Edna y ella lo entendió al atravesar aquel pasillo frío del hospital donde había niños con la misma o más triste historia que la princesa Gaby. “Me marcó verlos calvitos”. Comprendió lo que venía y aunque no había espacio para el temor, su corazón vivía acelerado. Quimios, plaquetas, transfusiones, metástasis, demoledoras palabras que se metieron en la vida de Edna y que en muchos momentos las llenaron de terror. En su camino conoció madres y padres y logró formarle a Gaby una familia muy grande que aún las apoyan y las cuidan.

letrasversionfinalLa decisión. Edna tuvo valor para todo, menos para decirle a su pequeña hija de 4 años que tenía cáncer, un tumor neuroblastoma metastásico, estado 4. “Le dije que todos teníamos células con forma de caritas, pero algunas de ellas estaban tristes y había una muy gruñona, por eso debían hacerle exámenes para que estas se pusieran felices”.

Así debió hacer con todo. Hizo de la vida de Gaby un cuento convencida de que sería un final feliz. “Siempre quiso imitarme, era mi modelo y yo la de ella, y como sabía que perdería su cabello decidí cortármelo primero para que ella no tuviera miedo de perder el suyo”. Edna siempre estuvo adelante, siempre golpeaba al cáncer primero.

Apegada a ella. Así estuvo los trece meses que estuvieron en Especialidades Pediátricas y más allá, porque la perseverancia y el amor de madre no lo vence el cáncer.

“En febrero, cuando Gaby estuvo en UCI no podían anestesiarla. Para mí fue un momento inolvidable porque me demostró lo guerrera que es, me tomó de la mano y fue capaz de soportar ese dolor. La vi tan dispuesta que logré visualizarla grande, por como se comportó, la fuerza que tuvo en ese momento, fue mágica”, cuenta con nostalgia.

Edna tocó puertas, movió medios de comunicación y fue clara con el Gobierno nacional: “¡Si mi hija se queda en el país se muere!”.

La Fundación Simón Bolívar atendió el llamado de Edna y pudieron viajar a España donde la historia se repetía. Edna debió empezar de cero, enfrentar el mal y derrotarlo. Fue el escudo protector de su pequeña. Ahí estuvo 12 meses y 18 días.

El pasado 11 de abril, recibió la mejor noticia que en dos años podían darle: Gaby está sana. Lágrimas, sonrisas, ansias, no podía creerlo. Ambas son guerreras.

No es el final, ahora los cuidados se multiplican y Edna debe criar a Gaby “en su nueva vida”. Ahora no quiere hacer planes, no imagina, pero sí reconoció que actuará para no cometer los mismos errores. “Disfrutaré más de ella, no trabajaré tanto, verla en sus actos, disfrutarla”.

¿Qué le dice a las madres que esperan ese mismo final?

-Ninguna mamá cree que esto le puede pasar, todas nos negamos, pero cuando pasa hay que aceptar, llorar y aceptar, porque es duro, pero informarse, no dejarle toda la carga a los médicos, menos con esta situación del país.

Apoyarse entre familia, el amor y la unión es importante, lo material desaparece. En el futuro solo ve a Gaby, siendo ella, decidida, madura, autónoma, independiente y bailarina. “Mami, ya yo soy bailarina”- insiste Gaby. “Sí, mi amor, lo eres, eres la mejor”.

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