El diario plural del Zulia

Gobierno condena a muerte nuestro sistema hortícola; por Werner Gutiérrez Ferrer

La agricultura venezolana este año está inexorablemente condenada a perder los logros alcanzados por décadas con tanto esfuerzo por nuestros productores. Particularmente, el caso del cultivo de las hortalizas, raíces y tubérculos, caracterizado por ser una agricultura familiar de pequeña escala, soporte económico casi exclusivo de pueblos enteros de nuestra geografía, se estima que ha visto descender su producción en un 60 %, atravesando una profunda crisis que ha llevado a productores de algunas de estas regiones a realizar manifestaciones de calle.

En el 2017, todo indica que la superfi cie de hortalizas continuará descendiendo pese a las advertencias de Fedeagro. Debido a la falta de agroinsumos e inseguridad, en la región de Los Andes, la superficie de siembra disminuyo en el 2016 un 75 %. En el eje Guárico-Sur de Aragua, zona productora de cebolla y tomate, el área sembrada descendió un 90 por ciento.

Lastimosamente, Wilmar Castro Soteldo, Mppat, y Agropatria, tienda estatal que monopoliza la venta de agroinsumos, han hecho caso omiso a los reclamos, y continúan sin dar soluciones a este sector. Hoy, hay regiones enteras dedicadas a estos rubros que no han recibido un saco de fertilizantes en seis meses.

Para establecer las 230 mil hectáreas necesarias para cubrir la demanda interna de hortalizas se requieren aproximadamente 600 mil kilogramos de semillas, de las cuales al principio de año, el inventario existente se calculaba que permite cubrir solo alrededor de 10 mil hectáreas. Los productores aún dedicados a la siembra de estos rubros, están apelando al mercado informal de semillas, vendida a precios especulativos que disparan los costos de producción.

En el caso de la zanahoria, existen zonas productoras en las cuales Agropatria no les surte la semilla desde hace ya dos años, esto ha generado que en el último semestre no se sembró esta raíz en algunos regiones. Solo para la adquisición de la semilla, un agricultor necesitaría invertir 1.2 millones de bolívares para una hectárea, en el mercado informal.

La papa, en el 2016, vio caer su producción en un 70 %. Sus productores, llevan dos años sin tener acceso a la semilla importada que por convenio Gobierno-asociaciones era traída de Canadá. Aun cuando el agricultor tiene la opción de obtener la semilla de sus cosechas para los siguientes ciclos, esta permite menores rendimientos y baja rentabilidad. Otra opción es la compra en el mercado informal de semilla ingresada de Colombia, pero un saco de 40 kilogramos se vende sobre los 130 mil bolívares, haciendo poco rentable su siembra.

Quienes se hacen llamar el “gobierno de los pobres”, supuestos “defensores del conuco”, irónicamente, hoy condenan a muerte al sistema hortícola venezolano, la actividad agrícola que por siglos ha sido el soporte económico exclusivo de miles de pequeños productores y sus familias, en diversos rincones de nuestras zonas rurales.

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