El diario plural del Zulia

Lo ultiman los hijos de un policía

A Kevin Amancio Morales Quintero, de 20 años, hijo de un oficial del Cuerpo de Policía del Estado Zulia (Cpbez), lo ultimaron de tres disparos el pasado sábado a las 10:30 p. m. Recibió un tiro en el cuello y dos en el rostro por unos jóvenes, también hijos de un policía, en la urbanización Villa Sur, de San Francisco. El estudiante del cuarto trimestre de Contaduría Pública, en la Universidad José Gregorio Hernández, murió en el sitio.

Los Morales están destrozados ante tal pérdida. “Kevin era un jovencito ejemplar, cariñoso, inteligente y estudioso, no tenía que morir así. Él no le hizo nada a nadie”, dijo entre llantos su mamá, consternada, casi sin poder hablar ni respirar.

Solo una tía y una vecina expusieron los detalles frente a la morgue, para contar que Kevin salió de su residencia, en el sector El Caujaro, del municipio sureño, con su único hermano, un vecino y unas amigas hacia una esta, en Villa Sur. Los jóvenes se fueron caminando en grupo. Y en el camino se encontraron con dos muchachos, hijos de un oficial del Cpbez, quienes comenzaron a molestarlos.

Cizaña y muerte

“Hey chamo, hey marico, volteá, ay verg...”, con ese tipo de frases comenzaron las burlas. Kevin caminaba y los desconocidos seguían fastidiando, hasta que Morales se obstinó y se devolvió a reclamarles. Les pidió que los dejaran en paz y que respetaran, pero esa petición fue un insulto para los hermanos, de aproximadamente 20 años, que exhibían en sus cinturas unos revólveres. Uno de ellos lo desenfundó y detonó tres veces contra el estudiante de Contaduría.

Los homicidas vieron caer a Kevin al suelo malherido y se subieron a una van vinotinto, en la que huyeron. El vecino de la víctima llamó a su madre y esta alertó a los parientes de Morales, también técnico de teléfonos.

Los familiares corrieron hasta el Lote B de la urbanización, donde quedó tendido el cuerpo de Kevin. Angustiados y con fe de salvarle la vida, lo cargaron entre varios, lo subieron a un automóvil y lo trasladaron hasta la emergencia del ambulatorio del barrio El Silencio, donde los médicos certificaron su muerte.

Su madre aún se coloca las manos en la cabeza preguntándose por qué tuvieron que matar a su “niño”, a quien le gustaba el deporte. “Era un muchacho deportista. Le encantaba hacer ejercicio. Adoraba el fútbol pero aún más el béisbol”, recordó una tía del estudiante.

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