El diario plural del Zulia

De película, por Ramón Guillermo Aveledo

El mundo está loco, loco, loco, es una película cómica de 1963 dirigida y producida por Stanley Kramer, cuya exhibición recuerdo en los cines venezolanos de mi temprana juventud. En estos días sería un documental.

Fue lo primero que pensé al conocerse el triunfo de Trump en la elección presidencial americana. No me sorprendió porque me lo temía. Lo veía venir en la evolución de las encuestas y en el estado de ánimo de estados cruciales. Pueden analizarse causalidad, significado e implicaciones, pero sigue ahí la reacción inicial, El mundo está loco, loco, loco.

La primera potencia mundial eligió para liderarla a una persona que presumió de su inexperiencia y de su carácter inapropiado para tal responsabilidad. Ojalá no sea el caso, pero esa línea de campaña lo llevó a ganar. Patanería, malos modales, opiniones ligeras y prejuiciosas, ignorancia de los temas, fueron la escogencia propagandística de su presentación. Dividió al país, o explotó la división ya existente, pero es inmensamente popular entre los suyos, quienes le perdonan aún si contraría sus valores y creencias. Ahora deberá gobernar, que es para todos o no sirve. En campaña prometió no ser el Presidente de todos. En la ruta encontrará encrucijadas entre la promesa y el deber.

Pero la elección de Trump tampoco es rareza insólita. En el lar del commonsense, los británicos, epítome de sensatez, hooligans futboleros aparte, votaron mayoritariamente el Brexit contra su mejor interés. Tras avanzar como nunca en todo orden, una mala situación y unos escándalos animaron a los españoles a dar un papel crucial a Podemos, partido demagógico incapaz de una idea nueva cuyo líder es también interpretación, por no decir disfraz. Ya antes Francia, de indiscutible cultura, estuvo cerca de encumbrar a Le Pen y puede elegir a su hija. Y hablando de cultura, ¿qué decir de los griegos cuya sabiduría le puso nombre precisamente a la demagogia? En Alemania, considerada el motor de Europa, el liderazgo de la Merkel, estadista si los hubiera, es castigado en votos y respaldo por el reflejo condicionado del prejuicio.

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