El diario plural del Zulia

La ciencia de la humildad

El muchacho de pueblo que aspiraba a ser un médico, hoy recibe su segundo Honoris Causa

Una sola invitación bastó para recibir un sí ante la propuesta de una entrevista e, incluso, de parte del entrevistado, se pudo gestionar un lugar para el encuentro: la acogedora sala de su casa. Orlando Castejón se sienta al lado de su pesebre recién hecho, en el que se rememora el humilde nacimiento del niño Dios.

Se inicia la tertulia con una interrogante que surge de esa simbología tradicional ubicada en la sala de su casa: ¿En qué consiste la humildad para usted?

—Hay muchas definiciones. Jesús llamaba “humildes” a las personas pobres, según las Sagradas Escrituras. Sin embargo, en el diccionario leemos que está vinculado a la modestia. A hacer tributo, incluso, a nuestros orígenes; como siento que es mi caso.

No hay tapujos en la conversación para hablar del éxito, que lleva consigo, muchas veces, sus dosis de ego. Aunque en la ciencia es distinto, tal como lo afirma Castejón. Por eso, evoca las palabras de una de las guras más grandes de la ciencia, Albert Einstein, quien sugería que la humildad es una característica de las mentes brillantes. Es una cuestión de valor e inteligencia.

Si sintetizamos todo el cúmulo de experiencias de Castejón, siempre quedarán elementos fuera. Esta sería una bastante condensada: su título de médico cirujano lo obtuvo en La Universidad del Zulia, también realizó un postgrado en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y luego realizó una especialización en biología celular en la Universidad de California, en EE. UU. Su carrera continúa en ascenso con estudios en el Instituto de Fisiopatología en Liubliana, Eslovenia; luego, en la Universidad de París, Francia; cursos en la Universidad Autónoma de México; la Universidad de Wisconsin, Madison (EE. UU.); Universidad de Iowa, Iowa (EE. UU.), entre otros.

Paralelamente, ha ejercido cargos en La Universidad del Zulia como profesor y fundador de cátedras e instituciones (aparte de pertenecer a la Comisión Organizadora de la Facultad de Ciencias), entre otros cargos propios de su especialización.

Es necesaria una repetición de esta plática: para los profesionales de la ciencia, las cosas funcionan un tanto distintas —conforme con lo que comentaba Castejón de manera anecdótica— puesto que el reconocimiento “convierte a un científico más humilde”, porque su valor intrínseco de ayudar y que las personas lo perciban —se ayuden— mengua cualquier pretensión de superioridad.

Todo se resume en conocimiento y el conocimiento es poder, cuyo uso depende de quien lo ejerza; así lo deja claro. Y cada uno de sus logros los tiene divididos en los asientos que le sirven como escritorio: labora en centros privados; tiene una sucursal médica en su pueblo natal, Mapararí, Falcón (donde también creó una biblioteca para todo público); en su casa contiene toda su bibliografía, junto con las imágenes de sus familiares; y en el Hogar Clínica San Rafael atiende a las personas que no pueden costearse los altos precios que se contraen, en este país, con la enfermedad.

Lo material suele hacernos orgullosos. Debemos sentir modestia de lo que tenemos, lo material, y orgullosos de nuestro trabajo— enuncia.

Quizá una de las imágenes que siempre se le viene a la cabeza cuando le hacen alguna entrevista, es la de su madre, que era modista, cosiéndole unas batas de médico cuando apenas era un niño lleno de sueños o las decisiones firmes de su papá, zapatero, cuando se trataba del futuro de sus hijos.

Como cualquiera de nosotros, también siente admiración hacia otros. La del español Santiago Ramón y Cajal —ganador del Nobel de Medicina en 1906— y del zuliano Humberto Fernández Morán —inventor del bisturí de diamante— prevalecen intactas desde que comenzó su carrera hace varios años.

En alguna oportunidad, el adjetivo “imparable” se convirtió en una de las referencias para los que lo rodean; y no es en vano, en lo absoluto. Actualmente, gracias a su especialización en la neurociencia, estudiar temas del espíritu y su conexión con el cuerpo humano lo mantiene atareado por estos días; con lo cual siente mucha empatía y, al mismo tiempo, discrepa con quienes “marginalizan lo espiritual”, sustentándose en “la civilización del espectáculo”.

Desde su punto de vista, la “marginalización” de la actividad espiritual está muy acentuada desde la posmodernidad, cuando es una realidad que está influenciada por el entorno. Pues tener salud es una manera de ser felices.

— ¿Y cómo se logra ser feliz desde la ciencia?, aflora la pregunta.

La felicidad parte de la subjetividad, porque todos somos distintos. No obstante, la prudencia en el actuar de nuestras vidas nos pueden dar esas dosis de felicidad, la cual viene desde adentro.

No existe una fórmula para ser felices (y tal vez nunca existirá), pero la regla prudencia-humildad-felicidad parece una buena receta.

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