El diario plural del Zulia

Guillermo del Toro deleita a Francia con su "terrorífica" infancia

Guillermo del Toro asiste como invitado especial a la novena edición del Festival que el próximo viernes otorgará el premio Lumière por su carrera al cineasta chino Wong Kar-wai

El cineasta mexicano Guillermo del Toro maravilló hoy al público del Festival Lumière de Lyon (este de Francia) al explicar, con todo lujo de detalles y altas dosis de humor, de dónde procede el universo repleto de fantasía, monstruos y seres extraños que ha dado vida a su obra.

Ante unas trescientas personas que abarrotaron el cine Odeón, el director -premiado recientemente con el León de Oro de Venecia por "The shape of water"- regresó a su infancia, que calificó de "extraña" porque pasaba mucho tiempo solo, sobre todo leyendo y devorando imágenes horrorosas.

"En la librería de mis padres había básicamente libros de biología, anatomía, antropología y arte, además de toda una enciclopedia de medicina", explicó Del Toro en su lección magistral de cine.

Seguidamente, hizo reír a la sala al decir que, por eso, llegó a pensar en aquellos momentos que "tenía todas las enfermedades, porque creía padecer todos los síntomas".

El creador de "El laberinto del fauno" y "Hellboy" recordó su primera relación con los monstruos cuando aún era un niño.

"En la televisión pasaba una serie con un mutante calvo y ojos gigantes. Yo estaba en la cuna y empecé a gritar. Mi psicoanalista me dijo posteriormente que eso me creó una especie de síndrome de Estocolmo. De ahí que adore ahora los monstruos", argumentó, provocando las risas del público entre el que se encontraban el director de cine también mexicano Alfonso Cuarón y la actriz española Marisa Paredes.

El toque siniestro en su cinematografía, que aparece bien reflejado en películas como "Crimson Peak", se lo debe a la Iglesia católica mexicana, "la segunda más sangrienta y escabrosa en las representaciones anatómicas después de la filipina", según el cineasta.

Confesó que había sido educado en una versión muy "cruda y oscura" del catolicismo de la mano de su abuela, que le solía decir que "tenía que pagar por todos sus pecados, de lo contrario sería envuelto en llamas".

"Y yo sólo tenía entre 4 y 6 años y os aseguro que aún no había pecado", afirmó del Toro, quien reveló también que su abuela le metía chapas de botellas en los zapatos "para que sangrara y así pagara con su dolor a Jesús", hasta que la madre del director se enteró y puso fin a su penitencia.

Los pasillos interminables de las fantasmagóricas mansiones que aparecen en algunas de sus películas se basan en la antigua casa de su abuela.

De niño, a Guillermo del Toro le daba pavor recorrer durante la noche ese tramo de la vivienda, pero estaba obligado porque al final se encontraba el baño.

"De pequeño tenía sueños lúcidos. Abría los ojos, pero seguía soñando. Miraba a mi alrededor y había cosas animadas en las estanterías y debajo de mi cama. A los monstruos les pedía que, por favor, me dejaran ir al baño", explicó.

"En los monstruos he visto formas que me inspiraba la religión, pero sinceramente prefiero la imagen de Frankenstein que la de Jesucristo con la nariz rota", aseguró.

Guillermo del Toro asiste como invitado especial a la novena edición del Festival que el próximo viernes otorgará el premio Lumière por su carrera al cineasta chino Wong Kar-wai, quien sucede en el palmarés de este galardón a figuras de la talla de Catherine Deneuve, Pedro Almodóvar o Clint Eastwood.

Además de la proyección de varios de sus trabajos ("Cronos", "El laberinto del Fauno", "Hellboy" y "Pacific Rim") y del pase en preestreno de su último filme, Guillermo del Toro dirige en el festival una retrospectiva en la que ha elegido filmes que le han marcado en su trayectoria profesional como "Viridiana", de Luis Buñuel, y "El planeta de los vampiros" de Mario Bava.

La meca de los cinéfilos, que consagra una semana a clásicos del séptimo arte, ha homenajeado además al director mexicano con una placa con su nombre en el "Muro de los cineastas" situado a escasos metros del vetusto hangar donde los hermanos Lumière rodaron la primera película de la historia, en 1895. 

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