El diario plural del Zulia

Alfredo Castro: los actores pertenecemos a la misma raza en todas partes

El actor chileno está habituado a interpretar personajes oscuros, incluso perversos, que crean una dicotomía afectiva en el espectador

"Los actores pertenecemos a una raza que es la misma en todas partes, tenemos los mismos códigos, la misma complicidad", afirma Alfredo Castro, el actor chileno de mayor proyección internacional, quien atesora además una destacada carrera como guionista y director teatral.

Castro (Santiago de Chile, 1955) está nominado a la Mejor Interpretación Masculina en los Premios Platino 2017 por su papel en la película "Desde allá" (2015), el primer largometraje del director venezolano Lorenzo Vigas.

En "Desde allá", premiada con el León de Oro" de la 79 edición del Festival de Cine de Venecia, Alfredo Castro interpreta a Armando, un fabricante de dentaduras de una familia adinerada que entabla una relación con Elder, un joven de la calle a quien le paga por hacerle compañía.

"Lorenzo Vigas había visto mis películas con Pablo Larraín y me llamó. Me mandó el guión y me gustó mucho. Hicimos contacto vía Skype y encontramos que teníamos mucha afinidad. Finalmente vino a Chile, conversamos y partimos con el proyecto inmediatamente", cuenta en entrevista con Efe.

Castro, ganador en 2008 del Premio a la Mejor Actuación Masculina en el Festival Internacional de Torino con la película "Tony Manero", es un actor regular de las películas de su compatriota Pablo Larraín (Santiago, 1976).

"Trabajar con él es maravilloso", confiesa Alfredo Castro, quien ha participado en sus películas "Fuga" (2006), "Tony Manero" (2008), "Post Mortem" (2010), "No" (2012), "El Club" (2015) y "Neruda" (2016).

"A Pablo lo conozco desde su primera película. Él fue estudiante de mi escuela de teatro. Ahí nos encontramos y descubrimos que compartíamos un mismo imaginario crítico y poético. Es un hombre verdaderamente brillante", afirma.

A la hora de decidirse a trabajar en una película, Castro otorga tanta importancia al proyecto en sí como a la empatía afectiva entre el actor y el director.

"Evidentemente es muy importante que los guiones cuenten una buena historia, que sean personajes profundos, con conflictos reales, verosímiles, pero creo que las personas son lo más importante en el cine", subraya.

Este actor chileno está habituado a interpretar personajes oscuros, incluso perversos, que crean una dicotomía afectiva en el espectador.

"Hay un lado profundo del ser humano que el cine debe enfrentar. Ese lado siniestro a mí me gusta, me va muy bien", confiesa.

"En realidad yo no preparo mucho mis personajes -explica-, porque me ha tocado trabajar con directores como Pablo Larraín, Lorenzo Vigas o Daniele Cipri que no ensayan".

"Hay lecturas de guión y conversaciones, muchas conversaciones, pero ensayos, no, cosa que me gusta mucho, porque el momento de la acción es tremendo, hay que entrar inmediatamente en las emociones".

Aunque su carrera artística se ha desarrollado durante años sobre un escenario, Castro considera que la gran pantalla requiere de un aprendizaje propio.

"Son dos lenguajes muy distintos. El cine no tolera la falta de verdad y eso es muy radical, porque obliga a meterse de cuerpo entero. Yo somatizo todos mis personajes", confiesa.

En 2012, Alfredo Castro dejó las teleseries que tanta fama le dieron y se embarcó de lleno en el cine, y eso le dio proyección internacional.

"Fue una decisión drástica, porque en Chile los actores vivimos de la televisión, pero yo no estaba contento con lo que estaba haciendo".

Y cuando abandonó la pantalla chica, se abrió ante él "un mundo maravilloso".

"Me di cuenta de que podía vivir haciendo mis proyectos de cine y de que era imposible compatibilizar las filmaciones con la televisión, porque a veces tenía que radicarme en un país durante dos o tres meses".

Eso fue lo que hizo para rodar "Desde allá", una experiencia que le permitió ser testigo de la crisis y la violencia que agitan a Venezuela.

"Fue muy difícil pero también maravilloso por el grupo humano con el que trabajé, sobre todo, Luis Silva (Elder), que no es actor sino un chico de la calle".

"Filmamos en las favelas, un mundo que yo no conocía ni vislumbraba y que me pareció tremendo. Y también viví los momentos en que explotó la crisis que estamos viendo ahora en Venezuela y que me impactó muchísimo", recuerda.

Respecto al "boom" del cine chileno, Castro piensa que "Tony Manero" abrió muchas puertas, pero puntualiza que antes de Pablo Larraín ya había grandes directores.

"Hay un interés por este cine emergente, con un cambio generacional muy importante", y al mismo tiempo "está surgiendo una industria chilena del cine" que ha costado muchos años armar.

"Obviamente faltan recursos, porque hacer una película es muy costoso y los recursos son precarios, pero en Chile, como en Argentina, Colombia o Venezuela, hay un elemento humano maravilloso", destaca. 

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