El diario plural del Zulia

Vidas a través de una pelota

El fútbol suele tomarse como una cuestión de vida o muerte. En ocasiones, el fanático lo convierte en el motor de sus emociones. O, por lo menos, eso acostumbra a mostrarnos. Victoria o derrota. Para muchos no existen los grises y solo vale el éxito o el fracaso. Cuando leí por primera vez a Eduardo Sacheri, recuerdo que lo hice evocando muchos momentos vividos. No sé si porque soy un empedernido entusiasta por la pelota y eso hace que tenga una proximidad evidente hacia sus textos.

O tal vez no. Tal vez sea porque me identifico y siento como propia cada situación plasmada en sus líneas. Pero eso solo sería buscarle las cinco patas al gato para justificar por qué sus cuentos son tan atrapantes y me identifico tanto con ellos; sería mejor confesar que me gustan porque su dinámica narrativa y cercanía existencial con el ser humano convierte en devoto del fútbol hasta al más detractor de los deportes.

Siento que he hablado más de mí que de él; siento que estas líneas escritas hasta ahora solo guardan mis sentimientos ante sus textos y no lo que realmente transmiten en general. Y puede que, en realidad, de eso se trate, pero no lo quiero así. Cuando Alejandro Apo, reconocido periodista argentino, leyó por primera vez sus cuentos, por allá por 1996, en su programa de radio, hubo un antes y un después. Aquella carta enviada junto con sus cuentos, cargada de modestia e inocencia, incitó a Apo a realizar un salto al vacío.

Digamos que Sacheri, ese individuo de cejas pobladas, calvicie pronunciada e hincha del Independiente, tuvo un antes y un después de que Apo le contara a toda su audiencia el cuento Me van a tener que disculpar, un homenaje al sentimiento y a la «deuda» del pueblo argentino con Maradona. A partir de la pelota, el terreno, el baldío, el barrio, los protagonistas y la vida misma, el escritor encuentra un espacio ideal para darles cabida a todos los problemas y vicisitudes que puede enfrentar la sociedad argentina.

Idiosincracia de un pueblo

Iba a decir que el fútbol era parte de la idiosincrasia de todos los argentinos, pero me retracto antes de asegurar tal afirmación. Generalizar nunca es bueno, en ningún caso; por eso prefiero cambiar ese pensamiento y decir que el fútbol es importante para «casi todos» los argentinos. A comienzos del milenio, cuando Argentina atravesaba uno de los peores momentos económicos de su historia, disfrutar de ese espectáculo importante entre las cosas menos importantes de la vida era un paño de agua fresca ante tanta tensión.

Cuando Sacheri presentó sus primeros relatos futboleros, la conexión que sintió la gente fue inmediata; imagino que pensó que contar historias partiendo de una pelota, una cancha de fútbol y los protagonistas le era más sencillo. Y con sencillo me refiero a que quizás era más digerible para los lectores y para él. Alguna vez le escuché decir a Marcelo Bielsa, director técnico argentino, que los ejemplos más leves son los más representativos. Y es así, salvo que alguien nos venga a contar que para los argentinos, o para la gran mayoría de ellos, el fútbol solo sea algo trivial y sin sentido. Inmiscuirse en sus letras, personajes, escenarios y vivencias es verse a uno mismo. Como en Un viejo que se pone de pie, cuando la nostalgia abraza todos los momentos felices que compartías con una persona, o en Esperándolo a Tito, cuando el valor de la amistad entre un grupo de amigos se impone ante cualquier pronóstico. O con De chilena, cuando una operación de vida o muerte surge como impulsora de un recuerdo memorable.

Sacheri tomó el fútbol, un tema popular en el país sudamericano, junto con sus experiencias y reflexiones, y lo convirtió en la puesta en escena ideal para retratar a su gente. Para él, este deporte ha sido el palo de punta de su vida, como en la de la mayoría de los argentinos. Durante una entrevista, confesó que «el fútbol es la identidad más estable que tenemos los argentinos». No existen complejidades que deban ser explicadas. La vida seguirá su tránsito, el fútbol seguirá entregando sus emociones y Sacheri seguirá plasmando en sus escritos este hermoso y significativo deporte cuando lo necesite.

Eduardo Sacheri nació en Castelar, Argentina. Además de ser profesor y licenciado en Historia, es reconocido a escala mundial por su novela La pregunta de sus ojos, en la que se basó la película ganadora del Óscar El secreto de sus ojos, coescrita por él y dirigida por Juan José Campanella. Su última obra, La noche de la usina, desligada de sus relatos futboleros, consiguió el Premio Alfaguara como mejor novela en el año 2016.

 


El  presente reportaje pertenece a la decimonovena edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 28 de abril de 2017.

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