El diario plural del Zulia

Tito Abbo, el retrato de una ciudad pasada

Otro coloso del antaño se instaura en pleno casco central: Un almacén que significó el desarrollo del comercio en Maracaibo desde 1939. En el sexto relato de lugares emblemáticos, conmemoramos las raíces históricas del edificio Tito Abbo.

Majestuoso y solemne sigue siendo referencia obligada de aquella ciudad en la que existía un tranvía. Pues, se recuerda a Maracaibo como la segunda ciudad de Venezuela en obtener este sistema de transporte urbano, y la primera en disfrutar de un tranvía eléctrico en su mercado principal.

Este circulaba hacia el oeste por la Calle 99, Comercio, lugar donde se acentuaban los negocios empresariales. El tranvía, en conjunto con los carros que alquilaban y se estacionaban en la esquina del Hotel Victoria, dejaba los pasajeros en el casco central de Maracaibo, en cualquiera de los edificios históricos que —aún— se resisten al tiempo.

Cuatro estructuras se acompañan al inicio de la plaza; fachadas que son testigos del arduo trabajo de los comerciantes marabinos: el edificio Beco, el Hotel Victoria, la Casa McGregor y El Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez (CAMLB); antiguo mercado municipal. Pero exactamente en una de las esquinas de la transcurrida zona, desde el año 1939, Miguel Casas asentó con una arquitectura neorenancentista italiana el acervo del comercio en Maracaibo: el edificio Tito Abbo.

Imponente del comercio

La importancia de este monumento se debe a su uso originario, cuando el empresario Tito Abbo Jr. lo dirigía. Este magnate, nacido en Maracaibo y de padres italianos, decidió continuar con los negocios familiares y así seguir impulsando el desarrollo de una ciudad comercial. En aquel entonces, el edificio era una central de comercio donde se importaban y exportaban una suma diversa de bienes y materiales entre los que el café venezolano era el primero en la distribución.

Cercana al puerto de Maracaibo, esta central facilitaba el intercambio de bienes que venían del extranjero, como telas y alimentos secos: almendras, avellanas y nueces. Su posición, junto con la de otros edificios empresariales, le brindaba grandes oportunidades para el despacho y el almacenaje de productos.

En la planta baja de este edificio estaba el comercial «Tito Abbo» y otros locales que se alquilaban. Entre esos, un establecimiento donde se vendían sombreros mexicanos, que estuvo durante 41 años exhibiendo su mercancía en el sitio. Mientras que para el año 1959, el segundo piso estuvo ocupado por las oficinas del Impuesto sobre la Renta.

Su fachada

Desde que pisamos la Plaza Baralt, un beige imponente contrasta con el colorido desbordante de los edificios vecinos; íconos fundamentales de nuestra ciudad. El pasillo principal del Tito Abbo da la bienvenida. En él se forma una secuencia de arcos de medio punto, que además de ser la base de la estructura, sirven para dar sombra a la exhibición de maniquíes del comercio informal.

En el pasado, la plaza donde está este edificio era conocida como «la plaza de la conversación», debido a la cantidad de personas que se aglomeraba a discutir las noticias más importantes del día, entre ellas la del 15 de octubre de 1940, en la que anunciaban que el Banco Central de Venezuela (BCV) iniciaba formalmente sus actividades.

A la altura de los últimos balcones, cualquiera podría presenciar la cotidianidad de un sector comercial. Notar el vaivén de la gente hace entender por qué construyeron este edificio de índole comercial en una de las zonas más productivas del siglo pasado.

Asomado por ahí, el ciudadano podría tener la sensación de pertenecer a otra época: el tiempo no ha tocado esas ventanas, hechas de madera, con marcos color blanco y ordenadas horizontalmente. En ellas se instalan estos balcones de hierro forjado que permiten disfrutar de imágenes que nos transfieren de inmediato la sensación de un pasado arraigado con hierro a lo más profundo de nuestra idiosincrasia.
Pero volvemos del flashback y la realidad del presente nos asalta y evidenciamos la enorme diferencia entre dos eras. Una en la que los adultos usaban trajes y sombreros como prendas cotidianas, y otra, en la que se usan gorras de los Yankees de Nueva York.

El nuevo rostro del Tito

Los años dejaron marcas en el emblemático, permitiendo el deterioro de sus paredes de marfil amarillento. Sin embargo, en 2015, la Secretaría de Cultura de la Gobernación del Zulia decide rescatar el aspecto de los monumentos turísticos del casco central. En la lista, apuntaron al Tito Abbo.

La restauración solo alcanzó para la fachada. El interior del edificio continúa desgastado.

Aunque esta edificación haya representado una época importante en el comercio, hoy ha quedado como un atrayente turístico (solo por su cascarón), en el que reposan maniquíes y tarantines.

Quizás el edificio esté fuera de funcionamiento, pero su valor histórico, su influencia en el mercado y sus incontables leyendas lo convierten en un símbolo de la Maracaibo de ayer y en un monumento turístico de la época moderna.

Dos sedes que trabajaban a la par en el intercambio de mercancías pertenecían a una cadena de almacenes; una en suelo marabino (1939) y otra en la ciudad de Cúcuta, Colombia (1944). Ambas con el nombre del empresario Tito Abbo.

 


 

El  presente reportaje pertenece a la trigesimoprimera edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 27 de octubre de 2017.

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