El diario plural del Zulia

Reservas de alegría

«El ambiente navideño» que no termina de formarse para muchos hasta esta semana de diciembre... ha sido un reflejo condicionado de las costumbres más materialistas de las personas?

Seis de diciembre de 2017. Y pudiera ser seis de agosto.

En una hilera de quince casas cerca de la avenida La Limpia, tres están adornadas con guirnaldas, flores y bambalinas. Y, de esas, dos tienen luces. En la urbanización San Jacinto, la mayor parte de las fachadas no estrenan nuevos colores.

Las mujeres de la familia Luzardo Brito, que en 2006 llegaron a hacer mil hallacas en ese diciembre, no tienen ni expectativas de alcanzar la mitad de ese número este año.

«No hay ni gaitas. Antes uno lo primero que oía a cada rato y por todas partes era Cuando llega Navidad / salen los patinadores», comenta el colectivo.

Seis de diciembre de 2017. Sin gaitas ni patinadores… ¿qué tan necesarias serán estas costumbres para poder celebrar la Navidad y el año nuevo?

Navidad condicionada

«La gente necesita la emoción porque esa es la reafirmación de la vida. El ser humano usa símbolos para expresar su alegría», ejemplifica el psicólogo, repentista y maestro Víctor Hugo Márquez.

El elemento religioso es el origen de estas fechas. No está de más recordar que ‘navidad’ significa ‘nacimiento’, y no el de cualquier persona, sino, específicamente, el de Jesucristo. Sin embargo, las distintas eras trascurridas a lo largo de 2017 años han ido añadiendo otras significancias a estos días.
—Hay una construcción mental social, aunque individual, de la Navidad en Venezuela que parece ser consensuada —explica Diego Shortt, psicólogo clínico. Sin embargo, las personas que le dan preponderancia al sentido original de la Navidad toman esos otros símbolos como unos absolutamente secundarios. Shortt asegura que, para ellos, esta Navidad podría ser exactamente igual a todas las anteriores, ya que su regocijo está puesto en el contexto que ha permanecido imperturbable por 21 siglos: el cristianismo.

Shortt enumera, en la lista de elementos que desencadenan las emociones en Navidad, el que tiene cabida en lo cultural, sujeto a la reunión social que provoca celebraciones con comida, bebidas y regalos, pues «la gente, en diciembre, normalmente cuenta con ‘bonanza monetaria’», relativiza.

Como justo complemento, la psicólogo y terapista cognitivo-conductual, Nayda Portillo, ahonda sobre ese consenso que asoma Shortt y que, según ella, se ha basado en que diciembre es una época de abundancias tomadas desde lo material. Esto, básicamente, debido a las obligaciones laborales de los empleadores públicos y privados del país, quienes deben pagar a sus trabajadores bonos que recompensen su año de funciones.

Esa es la «bonanza monetaria» a la que se refiere Shortt, aún con el desbarajuste económico. Y es que diciembre sigue siendo la época del año en la que se registran más ingresos en el común de la población, por lo anteriormente expuesto.

El otro elemento que forma la triada detallada por Shortt es el de la filiación, presente en las personas que solo tienen el cometido de pasar las fiestas en familia.

El psicólogo clínico sostiene que lo contenido dentro de estos tres elementos son representaciones culturales que rigen, cómo no, la conducta de las personas por estos días. La actitud de quienes basan su Navidad en el segundo y tercer elemento está determinado «por todos los componentes de goce perturbados por lo limitado del poder adquisitivo», o por las ausencias en la mesa.

Sin embargo, Shortt guarda su esperanza en que el elemento religioso y espiritual junto con el de la filiación terminen de equilibrar las emociones y enciendan el espíritu navideño.

 

 

 

 

Introspección y resiliencia

Por estos días, la conocida periodista Gladys Rodríguez compartía por sus redes sociales cómo confeccionaba junto con su familia un «arbolito» sin el tradicional pino, dada su ausencia en el mercado y su precio elevado en donde aún puede hallarse, por lo que finalmente tomó una cinta roja de blonda y con ella simuló la figura del árbol sobre una pared.

«Las representaciones están en la psiquis de las personas. Sólo hace falta creatividad», esboza Shortt para explicar la acción emprendida por Rodríguez, autocalificada como una «testarudamente optimista y resiliente». El especialista señala con este ejemplo que una tradición tan fuerte no desaparecerá, sino que se reinventará.

 

En la teoría del condicionamiento clásico, de la corriente del conductismo en la psicología, el individuo es un intermediario entre un estímulo y su respuesta.

 

Así, Nayda Portillo asegura que a la Navidad la han vendido como «sólo alegría delimitada en lo superfluo»; cuestiona el hecho ‘insólito’ de que las personas no festejen la salud y la vida en concordancia con el origen de las fiestas: el nacimiento.

Es por ello que el repentista Víctor Hugo Márquez asegura que hay que cambiar los íconos de la alegría y que los nuevos sean unos que se adapten a la realidad de cada hogar: «Tenemos rayos en las cocinas, cucharas, baldes para voltear y con eso hacer retumbar la alegría, porque ella viene de adentro, no se aliena a lo de afuera». Pues, de acuerdo con Portillo, «la abundancia también puede ser, en lugar de comer mucho con pocos, comer un poco con muchos», basándose en la caridad, la compasión y el amor.

«La humildad y la gratitud hacen una reserva de alegría», vocea Márquez como un mandato que ha crecido como la necesidad de los más desfavorecidos. Desde principios del siglo veinte, en Maracaibo ya se registraban iniciativas de compartir con los desamparados, cuando en su primer recital público en el teatro Baralt, la agrupación poética/intelectual Seremos «obtuvo el mejor éxito y llenó una doble finalidad: el aporte a la cultura y recaudar fondos para entregar juguetes y regalos a los niños pobres en la Navidad del año 1925», como lo recabó el historiador Adolfo Romero Luengo.

Renacimiento

Portillo, terapista al fin, hace recomendaciones: «Hay que rescatar la alegría y la esperanza y valorar lo que tienen en lugar de torturarse por lo que no».

Seis de diciembre de 2017. Siguen solo tres casas adornadas en una hilera de quince; sigue sin sonar la gaita en las calles y por estos días las hallacas se han visto solo un par de veces, sin embargo, la conclusión es que los recursos propios de los venezolanos como el humor, la familiaridad y la espiritualidad aún pueden salvar la Navidad.

De tristeza lleno
Le conté a la Chiquinquirá
Que el bolsillo no me da
Para pasajes ni mucho menos
Para vestir un estreno
E ir a la basílica con decoro
Que nos asustan los choros
En tantas calles oscuras
Y la virgen, con dulzura
Me respondió lo que dice el coro
CORO
Si para estrenos ni pasajes tenéis vos
Vestite de alegría y me improvisáis
Una gaita vecinal donde habitáis
Y si te aterra caminar a San Juan de Dios
Recordá que entre los dos
Nunca se apaga el guaifai.(*)

 


 

(*)Versos compuestos por Víctor Hugo Márquez luego de una anécdota que recientemente le contara un músico amigo.

 


El  presente reportaje pertenece a la 33.a  edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 8 de diciembre de 2017.

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