El diario plural del Zulia

Nomenclaturas humanas

Ese nombre extraño, impronunciable... aquel que tiene una hache intercalada y las personas pasan por alto; los que se combinan para formar otros…. Cada uno tiene su característica y significado. Tener un nombre en nuestras cédulas no es un asunto solamente legal ni mucho menos banal, ellos evocan y, sobre todo, nos identifican.

El registro civil Chiquinquirá, ubicado en el centro de Maracaibo, tiene sus puertas parcialmente abiertas para recibir todo tipo de casos. Algunas personas están afuera hablando por sus teléfonos móviles y otros, muy pocos, se acercan hasta su entrada con cara de fatigados. A esta hora de la mañana no se ve a nadie con algún bebé en los brazos como para deducir que van a presentarlo como un nuevo ciudadano y así asignarle un nombre que lo acompañará por el resto de su vida.

Por allí, en la acera de enfrente, pasa Amnerys Bracho, quien hizo ese proceso hace 23 años. En aquel entonces, su mente no aceptaba otras opciones para escoger el nombre de su primogénita, pues desde que supo que sería madre una niña, solo existía una elección irreversible.

Amnerys deletrea su nombre de forma invertida para explicar el origen de «Syremni», un invento semejante al de los músicos vanguardistas de los años 50, que intentaban introducir mensajes subliminales en sus pistas experimentales. «Le puse mi nombre al revés para que ella no hiciera lo mismo que hice yo», aclara con rapidez el significado del nombre. Amnerys no terminó sus estudios de bachillerato y nunca quiso que su hija tuviese el mismo destino. Lo logró.

De acuerdo con Sonia Piña, profesora de lengua en la Universidad del Zulia (LUZ), en la antigüedad se creía que los nombres marcaban el porvenir desde antes del alumbramiento. De allí viene lo «feo» y lo«bonito», que alude a lo mejor y lo peor del ser humano (alegría, dicha, tristeza, desgracia…).

Quehaceres y melodramas

Es mediodía y ya el sol está en el centro del cielo despejado. Amnerys regresa a su casa con truenos en el estómago que solo pueden callarse con el almuerzo que le prepara Sorenny, su segunda hija. Se recalienta rápidamente aquel plato lleno de carbohidratos y algo de proteína. Entretanto, su hija Syremni duerme en la habitación cercana a la cocina, mientras Samuel y Sandi juegan a las escondidascon la computadora de Syremni, en eso, María Isabel (la hermana menor) los apura para aprovechar la siesta de su hermana con el afán de abrir su Facebook y poder publicar una foto desde la portátil.

Ellos son parte de una familia de Maracaibo residenciada en Pomona, uno de los sectores más conocidos de la capital zuliana.

La matrona se va a trabajar de nuevo, por lo cual empieza a dirigir a su manada. Los confunde y a veces se enreda pronunciándolos. Un «¡Mi alma, mami. Eso no me toca a mí!» le reprochan algunos, ella rectifica y repasa su lista mental de tareas (y nombres). No hay nada que reprochar, son muchos y todos (a excepción de María) son combinaciones que comienzan con la letra «s», para darles familiaridad a todos los miembros de ese núcleo. Un ADN con todas las letras.

Alejandro Jodorowsky, artista y psicoterapeuta, recomienda tener conciencia a la hora de firmar el nombre de los descendientes. Él comenta: «Cuando bautizamos a un hijo debemos saber que junto con el nombre le pasamos una identidad. Evitemos por tanto los nombres de los antepasados, de antiguos novios o novias, de personajes históricos o novelescos. Los nombres que recibimos son como contratos inconscientes que limitan nuestra libertad y condicionan nuestra vida». Una teoría que aún se discute entre los profesionales de las ciencias mentales, en el que el ambiente y la genética son los protagonistas de interminables discusiones.

En consonancia con las costumbres de asignar nombres «estrafalarios», como los califica el sociólogo Miguel Ángel Campos, las sociedades «tercermundistas hispanoamericanas» tienden a seguir ciertas modas. La novela del momento y el cantante de bachata que suena reiteradamente en las radios marcan su sello en la mente de muchas personas. «Una novelería», insiste el sociólogo.

Fusiones

En el cénit del día, Amnerys se sienta en una de las sillas rojas de su porche para contar sobre su siguiente parto, Sorenny, quien es la segunda parte del nombre de su primera hermana (solo se cambiaron algunas letras).Los nombres son parecidos porque la idea era crear vínculos estrechos entre ambas. La ortografía es clave. La docente Sonia Piña señala que la tendencia es usar acrónimos (como el chiste de «Lucifer», un cruce entre «Lucía» y «Fernando»). Así mismo, la dualidad entre el apogeo de los nombres indígenas se debate entre el prestigio en determinados grupos y el rechazo a través de la burla por otros (usualmente de estratos altos).

Hay una interrupción. Suenan las escaleras de metal que comunican esta casa con la de los vecinos, también familiares de los «S». Uno de ellos, Reymel, ahijado de Amnerys, se asoma por la ventana de la cocina y empieza a llamar a María. Ella sale del cuarto, se ríe y le contesta «ya voy, rímel», en tono jocoso. Sabe que su familia es creativa con los nombres y pretende confundir el sustantivo «Rey» (de «Reyes», que viene de su abuelo paterno) junto a «mel» (de Mélida, su abuela paterna) con una máscara de pestañas.

La idea de combinar los nombres, asegura Piña, está relacionada con la persistencia de quererles imponer a sus hijos un símbolo de identidad, es decir, tener un nombre que no pueda conseguir un tocayo, algo que es es sinónimo de distinción y originalidad. Este fenómeno lingüístico se debe, en parte, a la importancia que se le da a la escritura por encima de la oralidad.

Por ejemplo, «Usnavy» es un nombre común de Cuba. El significado original viene de «US», United States (Estados Unidos), y Navy de «Naval», razón por la que muchos decidieron que sus hijos tuviesen esa palabra que tanto sobresalía en el uniforme de los marinos estadounidenses.

Decisiones

Amnerys cuenta que Samuel es el primer varón y, de acuerdo con sus hermanas, salió ileso de los nombres combinados. Al parecer, el último juez de Israel pudo más que algún desmenudeo de letras. Su hermano Sandi, el menor de todos, casi se llama Sebastián, sin embargo, un beisbolista (Sandy Alomar) pudo cambiar los planes casi en medio de los dolores de parto, aunque el nombre no tuvo la «y» original, sino que optaron por la «i». Una adaptación más castellanizada.

— ¿Y María Isabel? Falta que me diga por qué se lo puso— pregunto.

—Por los segundos nombres de sus hermanas mayores... aunque en realidad se iba llamar Selena.

—¿Por Selena Quintanilla?

—Sí, pero imagínate…

—¿Qué cosa?

— ¡Me dio miedo que me la mataran!

El origen de Amnerys nació de las páginas de un periódico que vio su mamá. Allí, una doctora ofertaba sus servicios en el rotativo sin pensar que dos generaciones más adelante estarían marcadas con los pedazos de su nombre.

Cosa nuestra

Piña explica que el zuliano tenía una inclinación por ponerles nombres griegos a sus hijos en los 50, puesto que en ese entonces hubo una cultura de asociaciones literarias que estudiaban a los helenos, una influencia que repercutió en el imaginario colectivo.

Hoy, los nombres combinados tienen una tendencia más notable hacia el centro del país, donde se eligen nombres en inglés como lengua franca con la finalidad de aparentar caché, sin dejar de mencionar a los más atrevidos que los escriben como suenan.

Actualmente, quizá los nombres no gozan de las mismas características de antes, pues ya el significado no tiene relevancia para muchas personas. Más bien, este se convierte en una forma de crear un clan entre todos los miembros dentro de un núcleo familiar.

Atados a un nombre

Un ejemplo de regulación de nombres es Islandia. Este país ubicado al noroeste de Europa obliga a cumplir ciertas normas gramaticales de género para salvar a los niños de futuros acosos. Como recomendación, es importante elegir un nombre de su idioma. En nuestro caso, Venezuela no cuenta con una normativa establecida para la elección de nombres.

Al final, cualquier ciudadano tiene derecho a concebir una criatura y asignarle un nombre, no obstante, muchos recomiendan permitir que su escritura y pronunciación sea sencilla para no tener problemas legales. Un dolor de cabeza menos.

En cuanto a la relación entre un nombre y un destino, ello puede cambiar. Hay que decirlo: los apodos no nacieron en vano. Si ellos pueden opacar al nombre de pila, ¿por qué no se podrá cambiar un futuro predecible? Claro, que la creatividad tampoco se adueñe demasiado de su sobrenombre.

Normativas
En Islandia hay una lista de 1.853 nombres de mujeres y 1.712 de varones para elegir. Si ninguno de ellos satisface, se deberá pedir permiso a un comité especial para que evalúen su caso.

 


 

El  presente reportaje pertenece a la decimoctava edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 31 de marzo de 2017.

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