El diario plural del Zulia

La ciudad de los encuentros marrones

Frente a unas paredes grises, dos familias consumen pies y otras delicias. Si no fuese por una corta distancia entre sus mesas, sería difícil deducir que ambas no guardan relación entre sí. Sobre los manteles hay algo que las convierte en una sola: tres tazas de café que las atrajeron por la misma razón de compartir.

Esto sucede en la Estación Central de Café, ubicada en la calle 74. Así como este, existen alrededor de 40 negocios de esta misma naturaleza. Cada uno cuenta con diferentes propuestas, que van desde las más clásicas hasta las más rebuscadas temáticas.

En una economía tambaleante y un camino que parece vislumbrar el vacío, las cafeterías siguen apareciendo ante la tempestad que se fortalece con altos niveles de inflación y de la reducción abrupta del sector comercio (10 %) y manufactura (15 %) en relación con el PIB nacional, según datos aportados por el economista Jesús Casique.

Esos vientos que embisten contra cualquier negocio tienen su frente con el emprendimiento de muchos pequeños empresarios que deciden apostar por la apertura de negocios como las cafeterías, pues el personal suele ser menor en comparación con otros servicios (como las panaderías), la inversión o capital es menor (instalaciones, equipos, transporte…), no están sujetos a divisas y obtienen mayor liquidez a corto plazo.

No todo se reduce a cálculos, pues el amor por uno de los productos que caracterizó la economía venezolana hace algunas décadas también está presente en aquellos que se empeñan en ser cómplices de encuentros edulcorados e impregnados de cafeína. Los granos provenientes de Mérida son procesados en Maracaibo por la Estación Central de Café para culminar en variaciones de este rubro: capuchinos, moca, fríos… La idea es apoyar lo hecho en casa y crear experiencias nuevas a través de un tratamiento profesional de este producto. Es lo que se propone esta franquicia maracucha, y deja claro que «el sabor del café es un delicado equilibrio de características que se unen para crear la taza perfecta. Acidez, aroma y cuerpo son los componentes del sabor».

 

 

Un ritual, un refugio

En las mañanas de muchos de nosotros, la cafetera nos espera siempre caliente y con gente alrededor. Para que estos establecimientos emulen esas sensaciones, no existe una fórmula secreta, según opina Mariana Baralt, publicista y docente de la Universidad del Zulia y la Universidad Católica Cecilio Acosta, quien considera que «hay ciertos cafés a los que les va muy bien, mientras a otros no, sin embargo, todo buen negocio debe pensarse desde su concepto como una marca, crearse, construirse y desarrollarse bajo esta visión, con una identidad e imagen clara, unos valores definidos que orientarán las comunicaciones de su empresa en pro de posicionarse en el mercado y el corazón del consumidor».

El gris, el marrón y el ocre, junto con piezas de madera y murales, más un mapa que nos ubica el eje cafetero mundial, son los elementos predominantes en la temática que identifica a la Estación Central. Allá afuera hay otros que también se arriesgan a aportarles personalidad y un estilo único a esos lugares para «crear distinción y una nueva manera de ver la vida bajo su ángulo, con la intención de cubrir distintas personalidades dentro de un mismo mercado o categoría y tener su propio nicho», asegura Baralt.

 

 

La publicista considera que los cafés, luego de tres a cinco años, deben «readaptarse y evolucionar», puesto que el público al que se dirigen es cada vez más joven y más ávido de ideas y propuestas nuevas. Por lo que es primordial considerar todos los factores, desde el producto, el servicio, la experiencia del cliente y el concepto de marca, para captar a nuevos consumidores.

Eugenio Sulbarán, docente de semiótica en la Universidad del Zulia, considera que un común denominador dentro de las cafeterías es el uso de la madera, que tiene como intención «una nueva búsqueda hacia la naturalidad… hacia lo cotidiano», aparte de sumarle elementos nacionales e internacionales que recuerdan a Maracaibo como ciudad puerto y cosmopolita de Venezuela. Además, los elementos antiguos representan un nuevo acercamiento hacia esa cultura vanguardista y ecléctica que prevalece actualmente en estos sitios. Esta segunda definición, explica el profesor, tiene que ver con la fusión entre el pasado, que se repiensa a través de estos objetos, y el presente, que intenta fusionar ambos tiempos mediante objetos.

 

Un sorbo castaño se unió al paladar y el amor surgió de inmediato. Dicen que las sensaciones tienen dos dimensiones: unas son contagiosas y otras se particularizan. El café, por ejemplo, forma parte de esas impresiones inefables (que no pueden explicarse con palabras) que se convierten en un vicio compartido desde su individualidad.

 

Otro aspecto destacable es la representación simbólica de los vasos, por ejemplo, que antes tenían un uso específico para el hogar (como ser envases de alimentos) y ahora los rediseñan para que adopten un nuevo rol. La idea general de estos estilos es dar una vuelta atrás y sumarle valor al rito de tomar un café y consumir algún postre mientras se comparte con alguien como si estuviésemos en casa.

De esas ceremonias nacidas en nuestros hogares, posiblemente provienen esas cafeterías de las que ahora disfrutamos en la cuidad, como intentos por reconstruir aquellos momentos de charlas con la abuela con un pocillo entre las manos, que se han proliferado cual olor a granos de café tostado por todas nuestras casas en días lluviosos.

Es un placer. Un guayoyo, por favor.

 


El  presente reportaje pertenece a la vigesimosegunda edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 9 de junio de 2017.

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