El diario plural del Zulia

El poder del sol y su invitación a la reflexión / Constelaciones en interposición

Afelio y perihelio son el punto más alejado y el más cercano —respectivamente— de la órbita de un planeta alrededor del sol. El lunes 21 de agosto de 2017, desde una Maracaibo convertida en afelio, los niños correteaban, los adultos fotografiaban y los integrantes de la Asociación Zuliana de Aficionados a la Astronomía (AZAFA) y el Grupo Astronómico del Zulia (GAZ) flipaban desde un telescopio Meade LXD75 10”.

«Los profesionales de la astronomía o empezaron siendo aficionados o nunca dejaron de serlo», atestigua un día después del evento Federico Arribas, miembro casi fundador de la AZAFA. Para probar esto cita a Neyda Áñez, astrofísica zuliana: «Yo nunca he dejado de ser aficionada. Nunca he dejado de maravillarme ante las cosas que suceden en el cielo».

Ese lunes, la sombra de la luna sobre el sol se proyectaría —en el punto máximo de la jornada— en un 45 por ciento sobre su superficie y ese era un motivo —y un porcentaje— suficiente como para que los aficionados referidos descolgaran sus camisetas con alusión al ocultamiento parcial de 2013 e invitaran a sus allegados a observar el evento que esperaban hacía un año.

«No hay nada del universo conocido y del sistema solar que no esté ya perfectamente calculado», deja sentado Arribas, un arquitecto que parece apreciar bien la exactitud, mientras se sumerge en Stellarium, un software tipo planetario que digitaliza la cartografía y permite un universo de posibilidades de exploración. En él se acerca, pausa los instantes de cambios apasionantes en el cosmos y hasta vuelve a ver el eclipse del lunes 21 de agosto.

Aquella tarde, vidrios protectores de soldadura del número 13 y los filtros solares mylar, que las personas guardaron desde 1998, eran las alternativas para dar abasto a los telescopios de aquella concurrencia dispuesta detrás de la Circunvalación 2, por invitación de los apasionados. Cuando un eclipse es parcial, el fenómeno es uno más visual que perceptual, considera Arribas; sin embargo, era el gran acontecimiento de aquel comienzo de semana.

En ese punto de observación, al oeste de la ciudad, ocho niños picados por la curiosidad de lo que pasaba con los astros celestes jaloneaban a los grandes para que los levantaran y así hacerlos llegar hasta los visores de los telescopios.

Ante la cartografía y los software de apreciación, queda clara la función principal de estos aficionados: divulgar. Con sinceridad absoluta, Arribas deja saber que sus estudios no van a ser una contribución para la NASA, pero sí para la educación de los ciudadanos más próximos: «Una de las cosas que más nos gusta es ver las expresiones de la gente cuando presencian por primera vez a través de un telescopio».

Federico describe cómo sus caras hacen saber que sus cabezas están extasiadas con la información que reciben, tratando de dilucidar el gran misterio que para muchos es el universo. «Y ahí vienen las preguntas… es que el mundo de la astronomía no hace más que invitar a la reflexión», suspira.

Entre tantos cuestionamientos a los integrantes de la AZAFA Y el GAZ, inevitablemente surgió el que tiene que ver con el comportamiento de los animales durante los eclipses. Una anécdota se hizo precisa:

—Una vez me sugirieron que un perro había mordido a su dueña por un eclipse. Yo estaba ahí y el perro en realidad la mordió porque ella le pisó la cola…

¿Son realmente los eclipses los fenómenos más importantes del calendario astronómico? Para responder, Arribas cuenta su anécdota probablemente más personal del eclipse total de 1998: «Mi madre es durísima. No lloró ni con E.T, El Extraterrestre, pero ese día, a ella le corrían las lágrimas». Sin embargo, seguidamente de contarla, saca dos bolas de anime de diferentes tamaños para explicar que otro de los eventos más fascinantes que ha vivido fue el tránsito de Mercurio alrededor del sol en el 2016.

 

Los aficionados a la astronomía de Maracaibo se agruparon en una jornada especial de observación para apreciar el eclipse parcial de sol de esta temporada. Lo que pasa cuando pasa un evento de este tipo y cómo lo viven estos admiradores del universo es relatado por Federico Arribas, uno de los apasionados del cosmos que tiene la ciudad desde 1987.

 

 

***

La tarde del 21 de agosto avanzaba y desde la Vereda del Lago contaban que el estuario se había vuelto «un poquito loco». Arribas se acomoda en la silla de entrevistado —un día después— y explica que los líquidos son fácilmente influenciados por la gravedad: el sol y la luna halan en distintos o iguales extremos y la tierra siente la atracción gravitatoria en la dirección de ambos astros. Eso influenció en cómo se movieron las aguas del lago este 21 de agosto y en el 98.

Y ya que nos remontamos 19 años atrás… «¿Por qué (la totalidad del eclipse) no es técnicamente una noche? Porque se está, ciertamente, bajo una sombra, pero la atmósfera de esa sombra está siendo iluminada y refleja parte de esa luz». Y aunque no era una noche en toda regla, el 26 de febrero de 1998, los animales se pusieron en actitud de descanso nocturno y todos los sistemas que esperan la noche para activarse (fotoceldas), se activaron.

La zona del Zulia donde se iba a apreciar una mayor duración del eclipse total (4 minutos) era el Centro Don Bosco del municipio Mara. Aficionados alemanes se trasladaron hasta ese punto privilegiado. Aún con la relativa cercanía de ese lugar con Maracaibo, los agrupados en la AZAFA confluyeron en que si «el eclipse viene pa Maracaibo, vamos a recibirlo en Maracaibo».

Así, la emoción de estos apasionados se perdió quizás unos 40 segundos más de espectáculo, pero siguieron lo demandado por las condiciones.

«Una de las cosas de las que yo me di cuenta en el 98 es que es tal el poder del sol que una uñita es suficiente para que no lo puedas mirar y para que todo siga iluminado. Y eso es lo que a mí me invita a reflexionar: el poder del sol», dice Arribas.

El lunes, enrojecido como si le hubiesen dado una manotada en el rostro y la nuca, el arquitecto sollozaba: «Si me estoy fundiendo con el sol a 55 por ciento, ¿cómo estaría si estuviera al 100?».

***

Mientras que los estadounidenses acogían la primera noche de su 21 de agosto oyendo a Bonnie Tyler cantar su éxito Total eclipse of the heart, en ese punto lejano de la órbita del planeta respecto al sol, ubicado cerca de la Circunvalación 2, Arribas anunció a las 3:39 de la tarde el punto máximo del eclipse: 45 por ciento de ocultamiento por cuenta de la luna.

Estos eclipses de sol y los de luna; las ocultaciones (cuando un cuerpo más pequeño pasa por encima de otro más grande); ver a Saturno «con todo y su anillito»; los cometas y las configuraciones de las lunas de Júpiter; las conjunciones planetarias, Venus cerca de la luna, Júpiter o Mercurio a simple vista y los cometas visibles son algunos de los hechos que Federico Arribas espera agendar con los otros integrados en AZAFA y el GAZ para la observación del cosmos, una vez que sus grupos de WhastApp dejen de versar sobre la actualidad política venezolana y vuelvan a esa unión de la ciencia con la metafísica que los invita a reflexionar.

 

 


 

 

Constelaciones en interposición

 

I

 

Siete años es buena edad para que un niño pueda leer un libro con desenvoltura. Rosmina Suárez sabía que los libros eran su mayor atracción desde que comprendió cómo el lenguaje se amplía cuando muchos garabatos se juntan en un papel. Los de astronomía eran sus favoritos; si Saturno estaba en la portada, la lectura era obligatoria, como un imán.

—Sí, me perdí el eclipse del 98 (total de sol). Todos me dicen que fue el mejor y yo no pude verlo porque nací en el 96; estaba muy pequeña—, dice Rosmina, pero no se predispone, porque sabe que cada eclipse tiene su encanto. Así que recortar periódicos, como si fuesen dosieres astronómicos, se convirtió, en su momento, en un pasatiempo que poco a poco fue perfeccionando.

Ahora lo hace desde lo digital. Después de muchos eclipses solares y lunares —incluyendo el último, también día de su cumpleaños— almacena cada evento vinculado con los astros.

Un vídeo de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, mejor conocida con el acrónimo NASA, despertó la curiosidad de Suárez por crear su propio proyector con una caja de cereal. Un artilugio que le valió la aprobación a la estudiante de Comunicación Social en LUZ a través de las redes sociales. No obstante, lo que ella denomina «un momento mágico, lleno de curiosidad, por estar entre lo descubierto y lo culto», también la ayudó a pensar en cómo podía capturar sus propias imágenes a través de su cámara.

Para el primer proyector casero, usó una caja cualquiera, «porque las de cereal cuestan mucho por estos días», manifiesta. Y para el proyector de su cámara, unió varios cartones de papel higiénico con aluminio y papel vegetal. El resultado: el sol comido por una luna sombría.

National Geographic (NatGeo) la aplaudió en Twitter por esto, y significó un buen augurio para su sueño de ser «periodista científica», pues quiere ser el puente entre aquellas materias de bachillerato que algunos tienen subestimadas y un público que se asombra, hasta llorar de la emoción, cuando ocurren hechos como este.

II

 

El 21 de agosto, las personas se apostan en varios puntos de Maracaibo para ver el fenómeno astronómico. En uno de ellos, se escucha: «Yo soy como Quico (personaje cómico, caracterizado por ser presumido, de la serie televisiva El Chavo del 8)», alardea con la multitud entre risas Ángel Otalora, quien estaba en compañía de su novia Inés Palacio para ver el encuentro entre el sol y la luna desde el visor de una máscara de soldar. «Se ve clarito, en HD (alta definición)», sugería.

En un baúl, en el que también cabe la expresión «de los recuerdos», se encontraba aquel cristal «caza eclipses», pues en 1998, su papá separó esa lámina de su primera máscara de soldadura para que su hijo viese el denominado eclipse del fin de siglo, evento que recuerda con mucho fervor, aunque confiesa que era muy niño para acordarse de todo.

Esta vez, la ocasión se repitió. «Ve, papá», le enseña el vidrio ese día. «¡Lo tenéis todavía, muchacho!», se asombra su progenitor.

Ahora, Ángel considera una reliquia que espera pasársela a sus hijos para ver los próximos eclipses solares.

III

 

El reloj marca las 3:00 p. m. y el sol parece un Pacman, o una galleta mordida, incluso a su cómplice la luna, pero menguada. Esto se escuchaba entre el algarabío de personas que se intercambian lentes para ver aquella sombrita sobre el sol desde la Vereda del Lago. Cerca, Magalys Parra y Héctor Ramos están sentados en un banco al lado de sus nietos y otros miembros de su familia, quienes tratan de no perder detalles del eclipse.

—Son ochenta y pico de años de edad y cada eclipse, lunar y solar, es emocionante. Me llena de energía, no sé—, reflexiona Magalys con unos lentes solares, regalados en aquel momento por el Estado, que tienen escrito detrás «Granja ‘La Pringamosa’ 26/02/98».

«Los guardo para el próximo eclipse», promete. Y presume: «Estos lentes son una reliquia; yo los cuido. Son del 98 y los guardé para esto».

 

IV

 

Entre la muchedumbre que intenta ver cómo el único satélite natural de la tierra le roba la luz a la estrella más grande nuestra galaxia, Carlos Villaronga —un poco más lejano de ellos— se lamenta de haberse quedado sin pilas en pleno clímax del fenómeno astronómico. Sin embargo, lo logró: captó las imágenes suficientes como para tener, entre su material personal, el registro del acontecimiento que tiene paralizado a varios países de Latinoamérica y oscurece en pleno día, durante algunos minutos, a los Estados Unidos de América.

Además de ser aficionado al café, la fotografía es la otra pasión que unió con su profesión como ingeniero, gracias a la que —valga la palabra— se las ingenió para que las tomas fuesen perfectas: fabricó su propio filtro para proteger el lente con ayuda de una lámina de rayos de radiografía, que funcionó como un filtro CPL (polarizador).

 

V

 

«Lo único que se puede es fotografiar y verlo en vivo», se escucha de un grupo de estudiantes de la Universidad Rafael Urdaneta que se acercó hasta la vereda cuando a las 3:39 de la tarde, punto máximo de parcialidad, un papagayo rasguñaba el cielo desafiando la dirección del viento… Porque, tal como lo afirman los jóvenes, así son los momentos más maravillosos de la naturaleza: efímeros, como la remontada de un papagayo contra el viento.

 


 

Los  presentes relatos pertenecen a la vigesimoctava  edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 1 de septiembre de 2017.

 

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