El diario plural del Zulia

Se roban a un héroe

Paúl René es un “héroe”. Ese fue el adjetivo absoluto que emplearon familiares, amigos y allegados para describirle a las afueras del hospital Dr. Adolfo Pons. Así le recordarán.

Y no solo se trató de su gesto de ayer –su reflejo salvó la vida a una compañera ante la embestida de una camioneta-.

Fue su amor empedernido, palpable, por sus padres, su hermano -Carlos Moreno, ex director de esta casa editorial- y sus cercanos. Fue su dedicación a la Medicina, para ayudar a sanar las dolencias del cuerpo y del espíritu. Fue también su compromiso con los niños del Hospital de Veritas, donde ejercía su preclínica de Pediatría.

Fue además esa valentía que captaron las lentes de los periodistas el 8 de mayo, cuando ayudó a rescatar infantes y ancianos de entre la neblina tóxica de bombas lacrimógenas en el centro de Maracaibo.

Para él, era un día más en su faena de socorrista de la Cruz Verde de la Universidad del Zulia durante las movilizaciones opositoras.

Paúl era un joven buena onda, cariñoso, empático y familiar. Era el alma de las estas. Un alma noble.

“Se llevaron a mi héroe”, sollozó su madre, desconsolada, abrazada con los suyos. Con ella vivía, de ella cuidaba. Le robaron a su “príncipe”.

Acompañado

Paúl falleció como vivió: en compañía, rodeado de amigos. Decenas de estudiantes de la universidad, compañeros de la Cruz Verde y dirigentes políticos acudieron a consolar a sus familiares.

Lloraron con ellos. Rindieron testimonio a policías y fiscales de sus últimos momentos, confiando en que ayudarán a capturar a los responsables de su muerte.

Colmaron la morgue cuando funcionarios del Cicpc retiraron su cuerpo. Sus voces, entrecortadas, corearon los himnos de la República y del estado mientras trasladaban sus restos.

“¡Valiente!”, gritaron, mientras unos pocos golpeaban la furgoneta, frustrados, encolerizados. Otros maldecían en voz alta al Gobierno, a sus prácticas y militares. Una señora arengó a propios y extraños a reaccionar ante este régimen. “Pueden ser sus hijos. ¡Despierten!”.

Los presentes contestaron su coraje con aplausos. El dolor volvió a prevalecer. Alguien, aún anónimo al cierre de esta edición, les arrebató a su amigo, a su héroe.

 

 

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