El diario plural del Zulia

Masacran a tres hombres y a una niña de 3 años

Las víctimas eran un enfermero, un obrero, un bombero y la hija de crianza de uno de los tiroteados

Dos detonaciones cortan con el ambiente festivo de la casa, le siguen la tensión y el silencio espectral. Los homicidas captan la atención y con todas las miradas sobre ellos desatan la lluvia de balas. Veinte proyectiles salen disparados
sin un blanco especifico. Una niña, de 3 años, queda atrapada en la línea de fuego. Tres hombres reciben heridas mortales.

A las 9:30 p. m., de este domingo, en medio de una parrillada se retrata la tragedia. La celebración ya estaba por terminar, muchos ya se han marchado de la casa blanca con verde de la calle 84 con avenida 24-A, del barrio Primero de Mayo, de la parroquia Chiquinquirá.

En “casa de la abuela” solo quedan unos 20 miembros del núcleo familiar, entre niños y adultos, cuando un vehículo Toyota Corolla color gris, según la descripción que luego aporta una vecina, pasa frente al inmueble con una lentitud pasmosa.

Una cuadra más adelante, en la calle 83-B, el Corolla se estaciona dentro de un oscuro callejón. Tres hombres descienden del carro y caminan hasta la fachada de la vivienda. Sin esgrimir un solo argumento disparan contra los presentes, por encima de la pared de menos de un metro de altura.

Las balas alcanzan a tres hombres: Adolfo José Matos Gil, obrero de ocupación; Yúmer Rafael Chávez Coronado, de 44 años, bombero de una gasolinera; y Ángel Chávez, de 29 años, enfermero de profesión. Isabel Cristina Soto
Pérez, de solo 3 años, hija de crianza de uno de los heridos, también recibe parte de la porción letal.

Los cuerpos convalecientes y ensangrentados quedan sobre el piso de concreto, a unos metros de la parrillera y los carbones recién apagados. Jesús, un joven de aproximadamente 14 años, hijo de Yúmer, corre esquivando los proyectiles, se desliza por el piso y se oculta debajo de un camión que está aparcado en el estacionamiento de la casa. Una mujer embarazada sigue sus pasos y logra resguardarse.

La tortuosa escena ocurre en fracción de segundos. Otras dos personas también reciben disparos. Lisbeth Josefina Soto López, de 46 años, quien se desempeña como ama de casa; y Gabriel Gómez, cuyo paradero es un misterio.

Los homicidas caminan de regreso al vehículo. Otro miembro de la familia, indignado, los persigue con una caja de cervezas. Corre tras ellos y a unos metros de distancia lanza botellas de vidrio contra los asesinos, pero estos hacen caso omiso y concretan su escape de la escena.

A los lesionados los dividen y trasladan al Hospital Central y al Hospital Universitario de Maracaibo (HUM). A la menor de edad la llevan a la emergencia de la Policlínica Amado. Lisbeth y Gabriel ingresan con vida y se recuperan paulatinamente. Sus heridas son menores.

Los otros tres caballeros implicados y la pequeña Isabel no corren con la misma suerte. Los cuatro llegan a los centros de asistencia médica sin signos vitales.

Los vecinos no logran precisar los rasgos faciales de los delincuentes. Los familiares se niegan a rendir declaraciones sobre lo ocurrido. “Esta no es la casa”, refiere un señor de edad madura que sale del inmueble y se posa diagonal a las huellas de sangre que adornan el pórtico del lugar de los hechos.

Un vecino, quien se resguarda dentro de su casa al escuchar los impactos, hace contacto telefónico con los efectivos del Cuerpo de la Policía Bolivariana del Estado Zulia (Cpbez), en medio de la masacre. Los uniformados llegan en unos 10 minutos a resguardar la escena.

Los sabuesos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) también se presentan
en el lugar, una hora después. Esclarecer el caso es cuesta arriba. El silencio y la discreción de los familiares de los infortunados se extiende hasta las interrogantes de los peritos, según ellos mismos refieren.

El cuádruple homicidio responde a un sicariato por venganza contra alguno de los integrantes de la familia, de acuerdo con la suspicacia de los funcionarios de la policía científica.

 

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