El diario plural del Zulia

El muerto que dejaron sin funeral

Seis meses después de la ejecución, Patricia Villegas no sabe dónde enterraron al mayor de sus tres hijos

Enterarse que al mayor de sus tres descendientes lo mataron destruyó a Patricia Villegas.
Pero saber que a su primogénito lo enterraron sin avisarle le rompió el corazón. A su hijo nadie lo lloró
cuando la arena tapaba su ataúd.

Su cuerpo terminó en una fosa común y para la mujer conocer su ubicación es cuesta arriba. Nadie le responde. Seis meses después no sabe a dónde llevarle flores.

A Luis Alberto Casa Villegas, de 23 años, lo apuñalaron, estrangularon y quemaron en la Zona Industrial Sur, cerca de los terrenos de Hierro Cojedes, el pasado 29 de noviembre de 2017, en plena madrugada.

La última vez que fue visto con vida vestía una franela color ceniza con franjas verdes, un pantalón con correa blanca, unas gomas Nike, que compró en un viaje a Colombia, y una gorra tricolor, alusiva al 4 de febrero de 1994.

Gran parte de su cuerpo y prendas de vestir se consumieron con las llamas. Nada quedó del joven vivaz que iba y venía por la barriada, saludando a todos. Un supuesto robo en una casa de su sector lo  sentenció a muerte.

Cuatro días después del hecho la madre de Casa se enteró. Cuando quiso reconocerlo en la morgue de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia (LUZ) no la dejaron. Fue un funcionario del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) que le mostró una foto de registro, quien le dio luces sobre su magra suerte.

“Ese es mi hijo”, habría gritado, pero en medio de la mortificación, no pudo asegurarle con certeza
que el cuerpo que veía en la foto era el de su hijo mayor. Le resultó muy difícil hacerlo solo por la dentadura. Así, el protocolo de entrega del cuerpo, se atrasó.

“Eso no justifica que sepultaran el cadáver sin avisarme. Lo enterraron como un perro”, recuerda cuando le viene en mente el tormentoso momento. Recordar esos días la trastoca. “Solo supe que fue en el Cementerio San Sebastián, pero no me dieron ni el número de la fosa”.

A la mujer le dijeron que tenía que esperar unos tres meses y un engorroso papeleo en el Ministerio Público para que le dieran el cuerpo. También le exigieron que comprara una urna y que la llamarían
por teléfono cuando podía retirarlo, pero ese contacto nunca llegó.

Para ella los días posteriores se volvieron más amargos cuando la “pelotearon” y no le entregaron los restos. Decidió ir hasta el Cementerio Corazón de Jesús, donde observó lo que ella supuso eran los restos de su consanguíneo.

Vio un short, entre las pocas prendas que quedaron, y creyó reconocer que era una que su hijo llevaba el
último día de su vida.Caminar entre huesos y gusanos en el camposanto ubicado en la avenida La Limpia le despejó las dudas. Ahí entre esos restos fétidos estaba parte de la ropa que llevaba Luis Alberto el día que dijo que iría a que un tío y no lo volvieron a ver con vida.

La versión de su muerte tiene humo negro. El robo en una casa en la invasión donde vivía Luis habría
sido determinante en su suerte. Lo relacionaron con el desvalijamiento del hogar de un habitante de la
zona y días después lo emboscaron y ejecutaron. Por el hecho no hay detenidos.

En la barriada se especula que cuatro hombres fueron quienes lo sometieron para posteriormente
quemarlo.

Patricia Villegas recuerda que Luis Alberto dejó tres hijos en la orfandad. La sepultura habría sido en
diciembre, en una fosa común que desea con ansias visitar para dejarle plegarias, lágrimas y flores.

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