"Nos coñacearon muy duro a todos"
El miércoles los coñacearon duro a todos. Y el jueves también.
Pasadas las 2:00 de la tarde un contingente de 50 motorizados —tal vez más— ingresaba al Comando regional número tres de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Core 3. Iban vestidos de civiles. Una fotografía difundida en redes sociales captó a esas mismas personas mientras salían con pantalones, franelas y chaquetas verde oliva.
Ocho horas después de iniciada la paralización nacional convocada por quienes se oponen al Gobierno central, Maracaibo “ardía” en su propia candela. Comercios cerrados, poca gente en las calles. Sus principales sectores permanecían “ciegos”. Tranquilos, pero con entradas y salidas obstaculizadas con basura y troncos.
Menos San Jacinto, El Trébol, Raúl Leoni y Cuatricentenario.
Las barricadas comenzaban a levantarse en los bloques de Raúl Leoni cuando la primera bomba lacrimógena cayó en un carro verde frente al bloque 15, primera etapa, y le partió el vidrio. 3:30 de la tarde del miércoles.
Camiones del aseo transportaban a personal para derribar las montañas de escombros que interrumpían el paso. Iban escoltados por motorizados que, ante los ojos noveles de cualquier observador, eran guardias nacionales. Al momento de que esa bomba impactaba el vidrio delantero del vehículo, comenzó a librarse una guerra ya no por la patria sino por la vida.
Los vecinos corrieron a sus apartamentos. Las llaves se les confundían entre las manos. Abrieron boquetes en las cercas y baharaques de los edicios 15, 16 y 17 para cortar camino. El humo nublaba la visión. Entonces
sucedió lo peor:
—Nos coñacearon muy duro a todos— declaraba un muchacho después de respirar el gas picante que aún impregna el edificio 15.
El portón del frente lo arrancaron. En las paredes se ven los huecos producto del impacto de las bombas. Ninguna persona dio su nombre: temen que regresen.
Este patrón es común en Maracaibo, advierte David Gómez Gamboa, coordinador de la Comisión de Derechos Humanos de la Universidad del Zulia (LUZ). Civiles vestidos como militares transitan las calles, armados. La gente los conoce como colectivos. La comunidad internacional les llama grupos parapoliciales cuyo fin es cumplir funciones represivas.
Quince carros estacionados quedaron casi sin vidrios. Niños y ancianos se refugiaron en casas vecinas.
—Yo estaba en mi cuarto, rezando. Me tocaron la ventana y la puerta, y no abrí. Entonces le daban con sus armas a los cilindros de la protección (...) Me ardían los ojos y la garganta por tanto gas— testimonió una señora de 56 años del edificio 17.
Su vecina lloró desde que escuchó el primer disparo.
—Mi nieto lloraba y yo me desesperaba más (...) Mi esposo ponía trapos mojados por las hendijas de las puertas para que no entrara el gas (...) Pero no se pudo...— manifestó otra mujer de 48 años del mismo edificio.
En Raúl Leoni tienen dos noches durmiendo vestidos y en colchonetas porque las tablas de las camas las pusieron en las ventanas.
—Pusimos tablas y alcolchados para amortiguar las piedras y las bombas (...) Se parten los vidrios, pero por lo menos la tela recibe la mayor fuerza de la piedra u otros objetos— relató un muchacho del edificio 15 que grabó cómo los guardias disparaban directamente a los apartamentos.
El segundo día de paro fue más cruel en esta zona. La sangre manchó a Cuatricentenario y los bloques. Ayer, pasadas las 6:00 de la tarde, se registraron más enfrentamientos. Gente manifestaba alrededor del colegio Fe y Alegría La Chinita, tomado por la Guardia de cara a las elecciones de la Constituyente.
Los jóvenes protestaban. Y entonces los hombres de verde salieron, acompañados por los colectivos, quienes tirotearon al menos a seis jóvenes, entre ellos Leomar Gómez, de 20 años. Herida en pierna con lesión vascular. Lo atendieron en la clínica La Sagrada Familia y lo trasladaron al Hospital Universitario para una cirugía mayor.
Otro herido: Gabriel Torres. Impacto de objeto contundente en el abdomen. Estaba en pabellón al cierre de la edición impresa de este 28 de de julio. Hay pocas esperanzas. A Anjerson Rivera le afectaron el pie; se encuentra estable, igual que Jhony Zambrano, herido en el cuello. Lo remitieron a un centro público. Hay un muchacho sin identificar que presentó una herida por esquirla en el ojo.
Palo y morbo en San Jacinto
Una bomba no puede atravesar una pared pero quiebra vidrios y quema: ni una ventana quedó en la casa de Leticia y Ernesto, en el sector 8 de San Jacinto, el miércoles a las 5.15 p. m. Una palabra soez hace más daño que un golpe: el sadismo de los militares arrinconó a las mujeres del lugar.
—¡Vengan, que estamos cach...! ¡Nos las vamos a co...!— gritaban los uniformados por las veredas mientras rompían sillas, lanzaban botellas y hacían aullar sus motos.
Jovencitas y adultas corrían a sus cuartos y se metían debajo de las camas. Los soldados caminaban sobre los techos, buscando formas de penetrar.
—¡Nos volvimos locos! ¡Estamos (en) drogados!— repetían después de cada disparo. David Gómez Gamboa detalla que se trata de una nueva manera de atemorizar: irrumpen en zonas residenciales para amedrentar.
Otra forma se manifiesta en sectores populares: manifestantes dejan pasar ambulancias y no saben que dentro hay guardias nacionales preparados para disparar. Trasladan a cuerpos militares para irrumpir en los núcleos de protestas más álgidos. Sucedió en Veritas y Belloso el 20 de julio, durante la primera paralización nacional. Estas acciones hacen más vulnerables al ciudadano de a pie. Gómez Gamboa advierte que hasta en los peores conflictos internos el concepto de hogar es respetado.
—Pero no sé qué está pasando en Venezuela...— reconoce.
Otro patrón común en estos dos días de paro cívico se manifestó en el uso excesivo de la fuerza pública. Reprimieron e hicieron detenciones “con brutalidad y saña”.
La noche del miércoles, después de las 8:15, varios muchachos de San Jacinto corrieron sobre los tejados de las casas para escapar de los hombres de verde.
—¡Nos vamos a llevar a todos los hombres de aquí nomás por mirar!— amenazaban.
Aixa Áñez conversaba con sus vecinos y su esposo en el sector 2. De repente escuchó:
—¡Corran, allá vienen militares!
La señora lo intentó. Al menos 30 funcionarios lo impidieron.
—¿Por qué se lo llevan? Su ropa no huele a humo; él no estaba protestando— se desesperaba en decir.
A José Luis Áñez le dieron con un palo de escoba en los dedos para lograr que soltara la reja de la que se sujetaba. Lo golpearon con las armas en las costillas, cuello y cara. Le sacaron sangre. Hasta ayer permanecía recluido en el Core 3.
La casa de Leticia y Ernesto está casi en ruinas. Los hombres de verde tomaron arquerías de fútbol y las sacudieron contra ventanas y puertas. Gritaban groserías. Uno de ellos rompió el vidrio de la terraza e hirió a una de las mujeres que se refugiaba allí.
Los hombres de verde no se fueron nunca de las veredas de San Jacinto: hasta la madrugada lanzaron lacrimógenas e hicieron aullar su crueldad.
Por el sur sacaron los dientes
En el conjunto residencial El Trébol se asemejó a un campo de exterminio: conchas de balas, piedras, vidrios, protecciones forzadas, ventanales quebrados y carros sin espejos. Los militares se subían sobre los vehículos para darle patadas y romperlos. Una señora con acento andino vio por la ventana de su apartamento en el edificio Nogal cómo destruían su carro.
A otra mujer, en el edificio Pino, se le metió una molotov por la ventana y, al estallar, quemó el protector de electricidad del aire acondicionado del cuarto de su hija de 14 años.
Hubo heridos, no muertos. A Yeniré López le hirieron el rostro y a Mirna González, la pierna. Piedra y pico de botella.
La dinámica de ataque varió en Sabaneta.
A las 5:20 de la tarde de ayer, a siete horas de terminar el segundo día del paro, supuestos integrantes del sindicato del Metro de Maracaibo, acompañados de más hombres de verde, “reventaron” portones en el edificio La Vega, cercano al conjunto residencial El Varillal.
Lanzaron lacrimógenas y piedras. Vecinos cubrieron sus ventanas con tablas y acolchados. Metieron a los niños debajo de las camas y dentro de los closet.
Los camiones del aseo urbano ahora limpian la ciudad. Van con los motorizados camuflados. Si los manifestantes se oponen con molotov, sacan los dientes y se llevan a quien intente darle cobijo.
Ahora sí, sociedad anómica, sin reglas, sin normas.
—Las coñizas seguirán— aseguran.
Dos días rojos en Venezuela
Casi simultáneamente, se concretaron ataques armados bajo el mismo modo de acción en focos de protesta contra la Constituyente en Caracas, Táchira y Maracaibo.
Bello Campo y Palo Verde, en la capital, fueron dos de los lugares más reprimidos ayer por la Guardia. Allí reportaron seis heridos. Foro Penal Venezolano contabilizó 192 arrestos en el primer día de paro. Zulia fue el estado que lideró la lista, con 110. Se incluye la detención del concejal de Maracaibo Ángel Machado y dos periodistas, Alberto Cabrera y Antonio Medina. Pretenden juzgarlos en tribunales militares.
Reportaron cinco muertes en el país durante la paralización.