El diario plural del Zulia

Joyas “rematadas” terminan como lingotes y piedras

Mayoristas compran piezas a clientes desesperados. La mayoría se expenden en países como Estados Unidos y Colombia

Por más de una década una medalla ovalada de 0,6 gramos de oro adornó el cuello de Galintheys Pereira, de 19 años. Su madre se la obsequió cuando tenía 9, pero ante el desespero por una alacena vacía vendió la pieza en 27 millones de bolívares.

Lo que antes relucía en el pecho de la joven morena, con gran valor sentimental, se redujo a no más de seis productos de la canasta alimentaria que se esfumaron en cuatro días.

Galintheys se lamenta y cuestiona la rentabilidad del negocio que concretó en una joyería de La Curva: “Sí me la pagaron bien, pero como van los precios uno no puede comprar tanta comida con eso. Compramos harina, arroz, pasta, granos, queso y verduras para sobrevivir unos días”.

La escasez de productos y la poca capacidad de compra llevan a los miembros de las familias a empeñar o vender anillos de graduación, matrimonio, dijes, collares, aros y otras joyas con color y alma en la memoria. “De cada 10 personas que empeñan sus prendas, cinco las dejan perder. Muchos no tienen para pagar el 30 % de la comisión y por eso la mayoría nos queda a nosotros”, expresa José Martínez desde un exhibidor en una de las joyerías en la avenida Las Delicias.

El precio del oro en Venezuela se mantiene en alza por los índices inflacionarios y para atraer a vendedores desesperados. En las joyerías ubicadas en la avenida Las Delicias, desde la calle 70 a la 77, el gramo de oro nacional, según su pureza -10, 14 o 18 quilates- se consigue de 25 a 80 millones de bolívares, mientras que el italiano alcanza los 90 millones.

Además de captar las brillantes prendas mediante la compra o la ganancia de un empeño, los mayoristas maracaiberos también buscan el mineral a bajos precios en el seno del Arco Minero en Ciudad Bolívar. En el puerto de El Dorado, mineros llevan el metal no procesado a compradores de todo el país que venden el producto a 15 millones de bolívares el gramo, pero en dinero en efectivo.

“Las autoridades no existen en ese negocio. Quien gobierna es ‘el sistema’, es decir, la mafia, quienes fijan el precio del oro a su conveniencia. Si alguien los irrespeta deben salir de la ciudad sin titubeos”, resalta Antonio Ceballos, quien le traía oro al dueño de tres joyerías en Maracaibo.

La “banca” manda

En una cita con un comprador de oro a domicilio que ofrece dólares por joyas, Sofía Mendoza muestra una pulsera de acero con varias partes de oro de 18 quilates. El hombre de contextura robusta y tez morena le explica que para poder precisar los gramos exactos debe desarmar la prenda.

Sofía duda sobre el valor de las piezas al salir de su composición y él responde: “Recuerda que esto de aquí se funde, así que no importa su forma, y después se saca del país para venderse por kilos en Estados Unidos”.

El captador de oro le ofrecía 20 dólares por casi un gramo contenido en su pulsera, es decir, el equivalente a 53 millones de bolívares en el mercado paralelo.

Los cazadores reúnen la mercancía para llevarla a “la banca”, un laboratorio clandestino, donde se la compran al doble y la funden para venderla en grandes cantidades en Brasil, Colombia, Estados Unidos, Panamá, Aruba, Dominicana y Costa Rica.

Los grandes laboratorios cotizan su mercancía en el exterior a precios de mercados internacionales, mil 296 dólares por onza troy, más de 41 mil dólares por kilo. En las joyerías llegan a diario decenas de necesitados con prendas que desconocen este tipo de negociaciones.

Galintheys se reconoce en ellos. “Es difícil que la necesidad te arrincone a deshacerte de algo que en algún momento tuvo un valor sentimental”.

Un mayorista confiesa que la salida del precioso mineral del país es mediante piedras fundidas con baja pureza, para que pasen desapercibidas. “Se hace como una piedra y varía el peso. Se busca que no sea tanto para que no se haga tanto bulto. 500 gramos es el promedio. Te hablo de las personas que mueven masas pequeñas, pero siempre se mueven de esa manera”.

Según las Normas sobre el Régimen de Comercialización de Oro y sus Aleaciones establecidas por el BCV, los autorizados
para comercializar el mineral deben ofrecer de manera obligatoria el 50 % de la producción aurífera a la autoridad bancaria y solo el 50 % restante puede ser exportado.

Pero la poca claridad de la autoridad monetaria sobre el precio de compra y la baja capacidad de control que tiene sobre su salida responden a la posibilidad de un contrabando de oro nacional.

El viernes 9 de febrero, un venezolano fue arrestado en el Aeropuerto de Aruba por cargar con una maleta llena de 50 kilos de lingotes, valorados en 2,1 millones de dólares. Pretendía viajar en un vuelo de la aerolínea KLM hacia Holanda con 46 barras del metal amarillo.

El detenido fue arrestado por sospecha de tráfico de oro y falsificación. “La fiscalización del BCV es limitada y queda en manos de la GNB. La salida del oro del país es producto de operaciones del menudeo. Ahorita se están llevando lo que se pueda, oro de mayor pureza muy barato y que se puede transformar en otro mercado”, resalta el profesor de LUZ, Emmanuel Borgucci, quien cree que el comercio es más de compradores que de vendedores. Un negocio grande para pocos y pequeño para millones.

“Solo hay una venta de piezas de oro para sobrevivir porque es considerado un refugio de valor”. Galintheys no sabe qué pasó con su medallita. Ignora que ya puede formar parte de un lingote y que el dinero que recibió por su aporte se habría multiplicado.

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