Esa locura llamada oposición

Lunes, 12 de junio. La Cancillería venezolana, sin pompas, instaló el “Foro Internacional Psicología, Violencia y Operaciones Psicológicas”. En esa reunión, denuncia Ángel Medina, diputado de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), se empezó a construir la idea de que todo aquel que se manifieste contra el presidente Nicolás Maduro “debe ser calificado de terrorista y de enfermo mental”.

En el encuentro, dirigido por Ernesto Villegas, ministro de Comunicación e Información, participaron expertos provenientes de Guatemala, Honduras, Brasil, El Salvador, México, Cuba, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile y Francia.

De allí surge la propuesta de crear los laboratorios de paz que Maduro anunció dos días después de la instalación del foro, cuya finalidad será “recuperar” a los jóvenes manifestantes detenidos. El programa piloto ya cuenta con 40 “guarimberos”. Alexánder “Mimou” Vargas, secretario ejecutivo del Movimiento por la Paz, será su responsable.

“Con 40 muchachos detenidos in fraganti en labores de violencia iniciaremos. Se pueden incorporar a un plan especial de recuperación de estos primeros 40 muchachos guarimberos, para que nos ayuden, y el laboratorio de la paz vaya en la búsqueda de otros muchachos”, dijo el mandatario.

Pero Medina advierte que el Estado no solo pretende criminalizar las protestas, sino “patologizarlas”.

Vieja costumbre

Todos los regímenes totalitarios siempre han apelado, de alguna manera, a la salud mental de los disidentes para controlar sus acciones, advierte Gustavo Zapata, psicólogo venezolano, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

En China y la Rumania soviética, por ejemplo, las autoridades recluían al disidente en hospitales psiquiátricos para “tratarlo y convertirlo” a la causa del Estado. “Eso no es nuevo, eso se remonta a la revolución bolchevique que instaló los campos de trabajo para los disidentes del régimen soviético, los famosos gulags”.

El Partido Comunista de Cuba también les ha dado el mismo tratamiento a sus detractores internos. Es el caso de Daniel Llorente, que el 1 de mayo, durante el desfile del Día del Trabajador, se echó a correr ondeando una bandera de Estados Unidos clamando “libertad para el pueblo de Cuba”. Agentes vestidos de civil lo neutralizaron inmediatamente y lo encerraron en un cuartel policial. El 30 de mayo se lo llevaron al Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde permanece recluido.

El mismo Daniel habló con la emisora Radio Martí, de Miami: “Como no pueden llevarme a prisión porque entonces la opinión pública va a decir que tienen un preso político, su estrategia es hacer creer que estoy loco. Pero la misma doctora de aquí dice que yo no soy un peligro para la sociedad”.

Lo prohibido

Los expertos del Gobierno concluyeron que en el conflicto político venezolano “el imperio” aplica estrategias entre las que se incluyen “operaciones psicológicas, destinadas a alterar la psiquis individual y colectiva, con el fin de generar condiciones propicias para la desestabilización”.

Un conjunto de signos alarmantes que, a su juicio, requieren de una urgente atención y por ello plantearon “el uso de la psicología para la paz”, entre las nueve recomendaciones que suscribieron en el documento final del foro. Pero el psicoanalista Zapata señala que el uso del diagnóstico psicopatológico está prohibido para tales fines, por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La Federación de Psicólogos de Venezuela, que agrupa a 12 mil profesionales, se pronunció el 23 de junio con un comunicado en el que ratificaron su adhesión a los “Principios de Naciones Unidas para la Protección de los Enfermos Mentales”.

“La determinación de una enfermedad mental no se efectuará nunca fundándose en la condición política (…) Ninguna persona o autoridad clasificará a una persona como enferma mental (…), salvo para fines directamente relacionados con la enfermedad mental o con las consecuencias de esta”.

La Federación sentenció: “Vemos con suma preocupación cómo se promueven espacios en los cuales se utilizan las nociones científicas de la psicología como un instrumento, con el fin de desprestigiar al oponente político. Rechazamos la pretensión de usar la psicología, y en general, las ciencias del comportamiento, como instrumento al servicio de cualquier ideología o forma de discriminación política”.

Trato ofensivo

Ender Arenas, sociólogo y docente de La Universidad del Zulia (LUZ), cree que estos laboratorios de paz son una ofensa a la juventud venezolana, en especial, a la que sale a protestar, que lo hace convencida de que su futuro no es el modelo socialista que les impone el chavismo.

“Es tratar al otro como a un enfermo mental que debe ser reeducado dentro de los parámetros de lo que dicta el socialismo. Y primero son los laboratorios de paz, pero después serán los psiquiátricos de paz”.

Luisa Ortega Díaz, fiscal general de la República, también fue objeto de esta nueva narrativa del Estado, luego de denunciar la ruptura del orden constitucional por parte del Poder Judicial, al despojar al Parlamento de sus competencias. Semanas después, el diputado Pedro Carreño, del PSUV, denunció ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que la Fiscal no podía ejercer su cargo porque mostraba signos de insania mental. “Para este régimen, todo el que se opone a ellos, va a pasar a ser un enfermo mental”, advierte Arenas.

Y el Gobierno ya tiene bien aceitada una operación psicológica, dice Zapata: Mostrar en televisión bailando y cantando al alto mando chavista, disfrutando de una vida que no existe para quienes se le oponen, que tienen que hacer largas colas en busca de comida y medicinas.

“Pero eso es artificial, y es una manera también de quebrar la voluntad de la gente, que termina sintiendo que es su propia responsabilidad no estar bien, lo cual no es cierto. Y el plan que el Gobierno me propone para estar feliz es que yo me alinee. Entonces, yo me saco mi carnet de la patria y estoy feliz. Lo cual, no es cierto”.