El diario plural del Zulia

Como solitario campo de guerra

La ciudad vivió un segundo 1º de enero este año: calles y avenidas sin movimiento peatonal ni carros. Se registraron varios enfrentamientos entre manifestantes y guardias nacionales

Por aquí no. Ni por allá. La ciudad está tomada. La autopista 1 divide la barbarie: los del norte en el norte y los del sur en el sur. No hay vía de oxígeno.

Aquí no queremos periodistas; si bajan, les quito la cámara.

Pero tampoco querían ciudadanos merodeando las calles, sus calles. Tumbaron los árboles. Desintegraron las piedras y las esparcieron, como cenizas sagradas, intocables, por avenidas y callejones. Quemaron cauchos y basura. Intentaron tumbar semáforos. Lanzaron rocas para defenderse y para atacar a quienes violaban su anarquía al intentar sortear obstáculos.

Maracaibo amaneció mojada —llovía—, desértica, solitaria, y con el pan más caro ayer:
una bolsa de 10 panes, 12 mil bolívares. En una de las pocas panaderías que abrió a primera hora, Elizabeth Acosta compró una bolsa. Sin duda, paro cívico. No patronal sino de la gente de a pie. Cada quien, en su rol de ciudadano, decidió acatarlo o no.

Se disminuyó en existencia la cantidad de portones, rejas y cercas. En Amparo las quitaban de un solo tajo o golpe seco y en 5 de Julio, colindando con Valle Frío, les caían a palazos. Sobre los techos de las casas caminaban personas con agua caliente y líquidos para lavar aires acondicionados en recipientes para echársela a los policías que intentaban derribar barricadas.

Barricada es una palabra nueva popularizada en 2014, cuando se registraron las primeras protestas contra del Gobierno. Ayer, en pleno llamado opositor, fueron como los grandes asideros por donde policías, guardias nacionales, manifestantes con un sentimiento de cambio genuino en el pecho y vándalos tomaron la ciudad.

Elizabeth Acosta caminaba con premura por toda 5 de Julio: su madre estaba enferma, y la llamaban con urgencia. 

El ciudadano de a pie

—Después de las 2:00 de la tarde, no se metan en los barrios porque van a atracar; quieren asegurarse de que nadie salga— vociferaba un motorizado de La Limpia en las primeras dos horas del paro cívico.

Y en efecto, pocos salieron. Los asideros comenzaron a conformarse a las 12:00 de la medianoche del jueves. Levantaban las primeras barricadas a esa hora de la madrugada. Los comercios cerraron en su mayoría. Otros abrieron esperando empleados, y pocos llegaron. Franco Cafoncelli, presidente de Fedecámaras en Zulia, reportó que el comercio formal acató el llamado a paro en 90 por ciento.

En el Banco de Venezuela de 1º de mayo, por la plaza Reina Guillermina, la gerente general se sentó a llorar porque jóvenes de la zona la amenazaron: si abría, la agredían. Llamó entonces a la Guardia, cuerpo que al llegar a la zona desató un enfrentamiento entre vecinos y funcionarios.

Quien sí trabajó fue el ciudadano de a pie. Margarita Lugo abrió su puesto de chucherías, cigarros y café en 5 de Julio a las 8:00 de la mañana.

—¿Por qué abrió?
—Porque tengo que hacer para la cena (…) Si no trabajo, no como.

La señora vive en Puntica e’ Piedra. Se fue y se vino caminando.

A diferencia de Rómulo González, quien previendo el congestionamiento propio de un día de paro, durmió en su puesto de chucherías en La Limpia. Lo mismo: si no trabaja, no come.

—Los días normales, a las 10:00 de la mañana, ya yo he hecho 30 mil bolívares para mi comida del día, la de mis dos hijos y mi esposa (…) No llevo ni 10 mil.

Las personas que salieron ayer lo hicieron por necesidad. Mientras caminaban dentro de sus sectores, llevaban pequeñas bolsas de comida: tres o cuatro jojotos, dos plátanos, medio kilo de pasta, tres tomates, una lata de jamón endiablado, medio cartón de huevo.

Una muestra del almuerzo del maracaibero y de que viven del día.

Santamarías abajo fue el horizonte más próximo. Peluquerías, centros comerciales. Entidades bancarias. Venta de pasteles y cadenas de restaurantes de comida rápida. Panaderías y sucursales de supermercados. Colegios y universidades. Todo abajo. Elizabeth Acosta observa atónita durante su caminata. Los reportes de Fedecámaras apuntan a que solo las empresas que ofrecen servicios de primera necesidad, como las del sector salud y alimentación, estuvieron abiertas. Pero en minoría.

Carlos Larrazábal, presidente de Fedecámaras, afirma que para el Zulia los números fueron positivos: 80 por ciento del comercio cerró y 95 por ciento de la zona industrial también. El ausentismo vinculado a las compañías petroleras fue de 60 por ciento. El edificio Miranda, localizado la avenida Padilla y donde funciona la parte logística de la industria petrolera, reportó un mayor porcentaje. En Machiques de Perijá los números se ubicaron en 90 por ciento, al igual que la Costa Oriental del Lago.

Esas cifras reflejan el segundo 1º de enero del 2017: movimiento peatonal y carros nulo, sector comercial fuera de servicio.

Nadie cede

De entre una montaña en 1º de mayo, altura sector Nueva vía, salen muchachos encapuchados, portando piedras, palos y bombas molotov.

1:57 de la tarde: aún huele a lacrimógena.

Iban a la calle 70, donde guardias nacionales acababan de responder con lacrimógenas y balines de acero la negativa de los manifestantes a levantar las barricadas.

Allí no hubo heridos y detenidos, pero en otros lugares sí. La violencia de los cuerpos de seguridad generó más agresividad y hostilidad: humo, soledad, hombres sospechosos y caminantes asustados, como Elizabeth Acosta.

La señora se va pronto a Estados Unidos, ya no aguanta más vivir en una ciudad en guerra. Titubea al hablar; no deja de avanzar...

—¡Ahhh! — grita. Es que ve motorizados, que venían de guerrear la calle.

Enfrentamientos así se multiplicaron. En Amparo, La Limpia, Pomona, La Urdaneta y en la autopista 1.

La autopista 1 siempre divide la barbarie en manifestaciones: nadie la atraviesa. Ni por Delicias ni Pomona. Ni por Santa Clara ni Atagro.

Jeroglífico sin solución.

 

Lea también
Comentarios
Cargando...