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AFP: El viacrusis de dar a luz en Venezuela

Son varios los casos de embarazadas que alumbran en la calle al no ser recibidas en los centros médicos estatales

La postración de la salud en Venezuela hace del parto un viacrucis. Con 37 años, Yoli Cabeza tenía un embarazo de alto riesgo, pero esto no la salvó del “ruleteo”, como se conoce la práctica de remitir pacientes de un hospital a otro por falta de personal, insumos o condiciones sanitarias.

“Recorrí todos los hospitales de San Félix y Guayana, hasta que volví a la maternidad (Negra Hipólita) y me recibieron”, contó la mujer a AFP sobre su calvario en el estado Bolívar.

Son varios los casos de embarazadas que alumbran en la calle al no ser recibidas en los centros médicos estatales.

A inicios de noviembre, una mujer fue grabada teniendo a su hijo en cuclillas junto a un árbol frente al hospital de Guaiparo, el más grande de Bolívar.

Muchas veces toca devolver a las pacientes “porque no hay material quirúrgico, ni anestesiólogos. Ni siquiera hay cloro para limpiar los cubículos”, cuenta Silvia Bolívar, enfermera de la Maternidad Concepción Palacios, la más grande de Caracas.

Con un golpe al nacer

La crisis obligó a emigrar entre 2012 y 2017 a unos 22.000 médicos, unos 6.600 bioanalistas y 6.030 enfermeras (con déficit de 74%), según un estudio de una docena de ONGs.

Con un cuadro de preeclampsia, condición que puede comprometer la vida de la madre y el bebé, Yusmari Vargas, de 24 años, pasó varias horas esperando alumbrar en la maternidad Negra Hipólita, en San Félix.

Pero no fue atendida, las contracciones se hicieron más fuertes y el niño terminó en el piso. Llegó al mundo con un golpe en la cabeza.

“Cuando cayó ni siquiera me ayudaron a recogerlo, no había para cortarle el cordón umbilical, era un desorden”, relató.

La falta de personal por poco lleva a la muerte a la hija de Carolina Rojas, de 22 años, cuya cesárea fue pospuesta varias veces.

“Un día no había especialista, al otro no llegaba pediatra o anestesiólogo”, contó. Entre idas y vueltas la niña tragó líquido amniótico y permaneció ocho días hospitalizada.

Kit de cesárea

Desinfectante y bolsas de basura forman parte de la extensa lista de productos que deben llevar algunas embarazadas, que como la mayoría de los venezolanos lidian además con la escasez de alimentos.

Un kit de cesárea (guantes, antibióticos, inyecciones, gasas y otros) cuesta el equivalente a 100 dólares a la tasa del mercado negro, marcador dominante ante la sequía de divisas que monopoliza el Estado.

Para muchos resulta inalcanzable, pues el salario mínimo es de apenas 1.800 bolívares (unos 6 dólares), devaluados sin cesar por una inflación que escalará a 1.350.000% este año, según el FMI.

Desgarrada por los dolores de parto, Yohanni Guarayote, de 32 años, tuvo que meterse a la fuerza a la maternidad Negra Hipólita, que cierra sus puertas en la noche para no ser víctima de la desbordada criminalidad.

Solo pudo hacerse dos chequeos prenatales, pues su esposo está desempleado y no puede pagar una clínica privada. “Algunos días no llegaba el médico, otro día no había agua y así…”.

Sus brazos son tan delgados que parecen los de un niño. Durante la gestación comía principalmente sardina, yuca y auyama, y apenas llegó a pesar 43 kilos.

“Ahora quedé como un palito (delgada)”, comentó recostada en una calurosa habitación sin aire acondicionado y con seis camas, todas sin sábanas.

Sin reconocer las precariedades de la salud pública, Nicolás Maduro lanzó en julio de 2017 el plan “parto humanizado” para asistir a las embarazadas y disminuir las cesáreas.

Se busca atender a unas 460.000 beneficiarias de los programas asistenciales del gobierno. Pero más de un año después, el jefe de Estado reconoció que el plan no ha dado los resultados esperados

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