El diario plural del Zulia

“A los políticos no les importan las bibliotecas”

El escritor venezolano, radicado entre México y Catar, habla de la destrucción de la memoria cultural de los pueblos

Fernando Báez se autodefine como viajero y activista contra la censura, pero es una autoridad mundial en el campo de la historia de las bibliotecas y la defensa del patrimonio cultural universal.

Mordaz, este agitador social nacido en San Félix, Guayana, tiene una nutrida obra, traducida en 20 países. Por la primera edición de la Historia universal de la destrucción de libros, que se reedita en México, recibió el Premio Internacional de Ensayo Vintila Horia. Es nuestro invitado en el Repiqueteo.

México reedita La nueva historia universal de la destrucción de libros. La primera edición publica tras la guerra de Irak. Catorce años después, ¿qué balance maneja de conflictos posteriores?

—Nada ha cambiado en Irak, un país condenado por la más terrible invasión destructiva sufrida en Medio Oriente que llevó a la segunda guerra de Irak en 2003 y que ha dejado un saldo de una nación destruida, asolada, políticamente dividida, donde no hay un solo cristiano; una nación más sectaria
y donde han ocurrido terribles hechos en Mosul, provocados por el grupo terrorista Daesh, que popularmente se conoce como el autoproclamado Califato Islámico, que arrasó monumentos de
Nimrud y Nínive, acabó con museos y bibliotecas y no ha perdido oportunidad de saquear asentamientos arqueológicos repitiendo un ciclo perverso.

—¿Tan mal va su recuperación?

—En lo personal, estoy decepcionado, desencantado. Estados Unidos reingresó a la Unesco para lavar su imagen y volvió a salirse al ser desenmascarados y hoy hay instituciones recuperadas como la Biblioteca Nacional de Irak o el Museo Nacional que son el reflejo de los valores de expertos estadounidenses
de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que es el peor modelo para la humanidad y para los bibliotecarios del mundo por sus prácticas de imposición de modelos culturales, pero eso incluye grupos de trabajo de Usaid que han ido a formar personal en Irak para transculturizarlos.
Estados Unidos derroca a Saddam Hussein que era un tirano, pero no puede olvidarse que era un tirano
armado y apoyado por Estados Unidosen la guerra que ha tenido siempre contra Irán.

—¿Puede garantizar un solo libro la supervivencia de una cultura?

—Para dar una idea de lo que un libro significa para el mundo, pensemos en la Biblia. Hay millones de seres humanos que se guían por esa obra que ha sido referencia espiritual y cultural. En el mundo islámico está el Corán que representa un universo de sentidos y orientaciones para millones de seres
humanos que no solo están en Medio Oriente sino en África, Asia, y el mundo entero. Hablamos de libros sagrados, porque de las tecnologías del ser humano ninguna, salvo el libro, ha sido considerada
sagrada. Internet no es sagrado, un ordenador no es sagrado, pero hay millones dispuestos a considerar sagrado un texto como los Himnos Védicos en esa maravilla que es la India, con la mayor población actual del planeta.

—En plena era de los dispositivos y los ordenadores, ¿el papel se protege en la pantalla?

—En la Nueva historia universal de la destrucción de libros, que ha tenido tanta suerte entre los lectores, queda claro que desde las tablillas de arcillas a las tabletas digitales la destrucción ha seguido. Hoy los métodos son diferentes: un virus como Stuxnet arrasaría con todo el acervo digital de bibliotecas del
mundo y, aunque existiesen respaldos, su eliminación persiste. La censura es obvia. El estado censor que llamamos el Gran Hermano o Leviatán tecnológico actual puede con algoritmos eliminar los enlaces para accesar a un libro, suprimir su venta en Amazon, incluirlo dentro de listas de libros indeseables controladas por corporaciones que se justifican con el recuento de metadata, pero realmente solo están interesadas en el control mientras se impone la vulgata hacia la inteligencia artificial de control. No es
un problema de censura de izquierda o derecha: es la censura de mercados de opinión, un marketing que utiliza la excusa de las malas ventas para sacar de circulación textos que cuestionen el sistema,  demuestren lo que sucede en esta sociedad a la que se lleva hacia la banalidad sin pensamiento crítico para que acepte los modelos de un sistema perverso de dominio.

—La digitalización no es garantía de preservación de la memoria, ¿tanto poder tiene el papel?

—Va a haber convivencia del papel y lo digital por largo tiempo. En mi obra Los primeros libros de la humanidad, cuento esa historia de milenios del libro manuscrito. Pensar que el libro digital suplantará de forma súbita al impreso contradice las estadísticas. Lo que se quiere es imponer dispositivos, mientras el libro evoluciona en una metamorfosis fascinante para quienes amamos este tema.

—¿Alterar la historia con la edición de libros sería una nueva manera de tratar de destruir o modificar la memoria de los pueblos?

—Eso lo hizo un emperador chino en 213 a.C. Es el síndrome del Fénix de renacer de las cenizas, de que la historia comience con el gobernante de turno y establecer un culto de desplazamiento de símbolos para imponer un relato identitario muy complejo porque es obvio que la identidad social y personal
dependen de muchos factores biológicos y culturales. Somos lo que recordamos que somos. Si eso no está claro, no se comprende el esfuerzo de los despotismos por sustituir símbolos.

—En países con regímenes se suele pontificar a sus líderes con la publicación de libros. ¿La historia que leemos qué tan aséptica es?

—Hablamos de libros convertidos en folletos de propaganda. Es muy frecuente en todos los campos. Para comprender la historia por eso es necesario leer, pero también revisar documentos, datos arqueológicos y elementos paralelos de naturaleza cultural y genética.

—A los políticos parece no interesarles ni las bibliotecas ni los planes de lectura. ¿Son silentes destructores de nuestra historia?

—Mi experiencia personal puede servir de ejemplo. No he conocido a ningún político del mundo que de verdad crea y defienda a las bibliotecas ni a los bibliotecarios, salvo en Egipto y Catar. En Reino Unido cerraron miles de bibliotecas, porque no les dan votos. Y en el fondo, destruirlas es avanzar en el proceso
de convertirlas en centros informáticos de inteligencia artificial a futuro que borren el sentido social que han llevado a cabo con tanta resistencia bibliotecarios del mundo entero. Al final, las corporaciones se ocuparán de las bibliotecas y programas como Siri que funciona en Apple se ocuparán de orientar a lectores con evidente manipulación política y mental. Ni Orwell ni Huxley se equivocaron.

Vivimos una era atroz, y las bibliotecas viven un pésimo momento, con las excepciones mencionadas. No
he conocido una en América Latina que le importe a los políticos. Por eso me ha sido tan grato la  inauguración de la Biblioteca Nacional de Catar y la extraordinaria gestión del Emir, es un ejemplo
para el mundo que ojalá se repitiera. En México, durante el 19 de septiembre de 2017 hubo un terremoto horrible, que se replicó en febrero de 2018 y bibliotecas enteras se vinieron abajo, sin dolientes.
Las autoridades culturales hoy del México de Peña Nieto son una tragedia para ese país, y cuando salgan podrá verse su nefasta labor.

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