El diario plural del Zulia

Vive y refleja Paz…, por Padre Jaime Kelly MSC

San José Benito Cottolengo nació en Italia. Fue un sacerdote muy popular y conocido por su entrega y dedicación por
los que sufrían con mayor rigor los males del mundo. Fue el fundador de la Casa de la Divina Providencia, donde recibía a todos los rechazados por la sociedad, sin pedirles nada a cambio y en la cual se prohibía pedir limosnas para sostenerla, pues tal era su confianza en la Providencia Divina que todo lo da.

Un día fue a visitar al Padre Cottolengo otro notable sacerdote, llamado Juan Bosco, quien le dijo: “Vengo a pedirle un consejo, ¿qué remedio debo recomendar a las personas que me vienen a contar que están aburridas de la vida, desesperadas y llenas de mal genio por la pobreza, por las enfermedades o por el mal trato que le dan los demás”. El padre Cottolengo le respondió: “Mira, Bosco, el mal de aburrimiento y de la desesperación que transmite rabia, ira es el mal moderno más común de todos. Para combatirlo nos ha mandado Dios un gran remedio, siempre antiguo y siempre nuevo: “Pensar en el cielo que nos espera. No olvides nunca que un pedacito de cielo lo arregla todo”.

Don Bosco comenzó a practicar el consejo recibido de tan admirado sacerdote y pronto comenzó notar los maravillosos resultados.

Llegaban a su despacho hombres y mujeres malhumorados, personas consumidas por la tristeza y otras carcomidas por la angustia.

Don Bosco, recordando que “un pedacito de cielo lo arregla todo”, les hablaba de cómo hay que vivir ya resucitados, con la alegría del cielo que nos espera, de esa alegría que gozaremos para siempre, de lo mucho que seremos amados y amaremos eternamente con tal de aguantar ahora las penas y contrariedades de la vida. Aquellas personas cambiaban de semblante, parecían renacer y sonreían. Un pedacito de cielo había recompuesto su mal genio.

Hermanos, Jesús, antes de entregar su vida por nosotros, nos dejó el regalo de su paz: “Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la da el mundo. Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo” (Jn 14,27).

La angustia y el miedo nos hacen perder la paz. Esa paz que da quietud al alma y que al perderla trae un gran desequilibrio emocional, que nos lleva muchas veces a la violencia, cerrándonos a todo entendimiento y comprensión, y como consecuencia a una gran división interna y externa.

Una vez resucitado Jesús, al presentarse ante sus discípulos, que se encontraban reunidos temerosos y confundidos, lo primero que les dice es: “La paz esté con ustedes” (Jn, 20,19). El Señor regala su paz como “don para la humanidad”, pues ella trae consigo: alegría, salud, bienestar y fraternidad como remedio infalible para los males de este tiempo.

El mundo vive en una continua guerra por ideales, religión, poder y dinero. Si queremos vivir en la paz tenemos que comenzar por construir la paz en nuestro interior, en la familia y en lo social.

Al comenzar un nuevo año nuestra Iglesia promueve la Jornada Mundial por la Paz, porque para que existan el bienestar y la felicidad que todos aspiramos y esperamos es necesario cultivar la Paz, pues como nos enseña nuestro Papa Francisco: “Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento”.

Si cada uno de nosotros hace de su vida un pedacito de cielo, nos convertimos en instrumentos de Paz, y viviendo y reflejando la Paz, de pedacito en pedacito, dibujaremos en la tierra un hermoso cielo. Un Feliz Año lleno de la paz de Dios.

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